Domingo, 15 de febrero del 2025
¿Dónde está la felicidad?

Que todos queremos ser felices, no lo pone en duda nadie. Que seamos realmente felices, eso ya es otro cantar. ¿Será porque la felicidad es imposible? ¿No será más bien que nos hemos equivocado de camino o nos hemos equivocado de felicidad? Pienso que el problema no está en la felicidad como tal, sino en dónde pone cada uno la felicidad.
Para muchos la felicidad está “en el tener”. Para otros, la verdadera felicidad “está en ser”.
No quisiera caer en la trampa fácil de decir que “los que no tienen nada” son felices, pues todos somos testigos del sufrimiento y de las angustias que viven muchos. Tampoco pretendo caer en la otra trampa de pensar que “el tener” de por sí ya nos hace felices porque hay muchos que lo tienen todo y no son felices. Estarán más tranquilos y tendrán menos preocupaciones, pero eso de ser felices, ya es otra cosa. La verdadera felicidad tiene que nacer de dentro, su manantial está dentro y no fuera de nosotros. Afuera podemos encontrar el placer, pero el placer no es felicidad.
Jesús no es de los que nos quiere ver ni tristes, ni angustiados, nos quiere ver felices. Para ello nos marca un camino. Un camino que dista mucho de los caminos que el mundo nos ofrece. Nos propone las Bienaventuranzas que ciertamente chocan frontalmente con lo que nosotros entendemos por ser felices. Lo que sucede es que son pocos los que han estrenado el método de Jesús. Somos muchos más los que preferimos los caminos que nos ofrece el mundo. Reconozco que no es nada fácil entender los caminos de Jesús, pero tampoco nos arriesgamos a hacer la prueba.
El hombre ha puesto su meta en el progreso y no cabe duda alguna de que el progreso ha aportado mucho bienestar, hasta diría que a muchos les ha hecho felices, pero también a otros muchos los ha hecho más infelices. Como dijo Benedicto XVI en su Encíclica “La caridad en la Verdad”: “La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos”. O como escribe Pagola: “La civilización de la abundancia nos ha ofrecido medios de vida, pero no razones para vivir” Y añade: “La insatisfacción actual de muchos no se debe sólo ni principalmente a la crisis económica, sino, ante todo, al vacío de humanidad y a la crisis de auténticos motivos para trabajar, luchar, gozar, sufrir y esperar”.
Son ya dos milenios de Evangelio y, para la inmensa mayoría, las Bienaventuranzas siguen sin estrenarse. La culpa no la tienen las Bienaventuranzas, sino nosotros que no nos arriesgamos a creer en ellas.
Alegría en la persecución

La lógica del Evangelio trastoca totalmente la lógica de nuestra manera de ver y de pensar: “Dichosos de vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre”.
Esto, en realidad, no debiera extrañarnos tanto porque esa bienaventuranza fue la que marcó la vida de Jesús. Su actitud y su fidelidad al Padre siempre le creó anticuerpos y malentendidos y persecución. Al fin y al cabo, ¿por qué murió crucificado, sino por su fidelidad al Padre y a los planes y proyectos del Evangelio del Reino?
Es posible que nosotros no lleguemos a tanto, pero sí es posible que también a nosotros nos cueste ser fieles a nuestro Bautismos, a nuestra fe y al Evangelio hoy no sólo entre los no creyentes, sino lo que es peor, entre quienes se dicen “creyentes”. Yo me pregunto si te resulta fácil hablar de Dios o del Evangelio delante de tus amistades que son “cristianos”, al menos de Bautismo, y me pregunto si resulta fácil ser coherente a este Evangelio de Jesús, incluso en medio de nuestras amistades que se dicen cristianas.
Hasta me atrevo a decir que es más fácil ser fiel al Evangelio entre los no creyentes que entre los creyentes porque uno sabe que, al menos, aquellos no creen. Pero que uno tenga que callar y silenciar a Dios entre los que se dicen creyentes, ¿no te parece extraño? En realidad, ¿quiénes son los que te dicen “que no seas aguafiestas”, que “no seas un obsesionado” sencillamente porque te niegas a ser como todos? Tú y yo no nos movemos entre ateos o paganos. Todos nuestros amigos son bautizados, han hecho la Primera Comunión, se han casado por la Iglesia, y pedirán funerales católicos, pero ellos serán los primeros en escandalizarse si hablas de Dios, si no haces lo que hacen todos. Por eso “dichosos los que son distintos y son capaces de decir no donde todo el mundo dice sí”. Hay que tener el coraje. Jesús lo tuvo. Nuestro problema no son los paganos. Nuestro problema son los mismos hermanos en la fe. ¿Alguien se atreve a decirme que no? Entonces que me responda: ¿Cuál es tu comportamiento en el grupo de tus amistades que dicen ser creyentes? Claro que no te persiguen, pero te tratan de raro, de iluso, de fanático.
Carnaval de Río

En los próximos días el Carnaval de Río ocupará las páginas de los periódicos y de las televisiones. Yo me pregunto, ¿por qué? Si para la inmensa mayoría de nosotros todo el año es carnaval. Dicen que el carnaval es el tiempo de los disfraces, yo no lo creo. Esos son los disfraces artificiales y es que durante el año todos estamos llenos de disfraces:
Disfraces de la verdad con la mentira.
Disfraces de la bondad con las apariencias.
Disfraces de los hijos que mienten y engañan.
Disfraces de la infidelidad escondida por el secreto.
Disfraces de la injusticia con apariencias de justicia.
Disfraces de la honestidad con apariencias de verdad.
Disfraces de santidad detrás de unas apariencias vacías.
Todos llevamos demasiados disfraces con los que queremos disimular la verdad de nuestras vidas. No es fácil llevar el alma al descubierto. No es fácil decir lo que sentimos. No es fácil presentarnos tal y como somos y preferimos taparnos con las apariencias.
“Yo he hablado mal del otro, pero ‘tenía razón’.”
“Yo no me hablo con mi hermano, pero es que me ha ofendido demasiado”.
“Yo no creo en la Iglesia, porque la Iglesia es pecadora”
“Yo no llevo claras las cuentas, para que luego no sepas a dónde va a parar tu dinero”.
¿Acaso todo esto no es un carnaval?
El caso es que tenemos caretas para todo. Lo que sucede es que no tenemos la valentía de mostrarnos en nuestra verdad. Además, es posible que muchos tomemos la vida como un carnaval donde todo está permitido y donde todo es válido, porque es carnaval.
Aquí yo no me atrevo a tirar la piedra a nadie porque me dan miedo los carnavales de mi propia vida que no siempre responde a la verdad de lo que debiera ser. Me dan miedo los pecadores con caras de santos. Me dan pena los malos con caras de buenos. Me dan miedo todas las máscaras que día a día se esconden en nuestra verdad.
Atrévete a morir

- Sí, claro, atrévete a morir hoy. Atrévete a renunciar a ti mismo para preocuparte de los demás. Nadie celebrará ni llorará esa tu muerte, pero no deja de ser muerte. Bueno, es una muerte que en realidad te da más vida. Para seguir a Jesús, los mejores son aquellos que “se negaron a sí mismos”.
- Sí, atrévete a morir. Muy fácil. Cuando en casa te acusen de todo, te hagan responsable de todo, porque tú fuiste el causante de esto y lo otro, tú calla. No respondas. Sí, ya sé que tus hígados te arderán dentro. Es que la muerte siempre quema por dentro. Cuando a Jesús le acusaron, el Evangelio dice que “Él callaba”. El silencio también es una manera de morir.
- Sí, atrévete a morir hoy. Si te acusan, si sientes que hablan mal de ti, que murmuran de ti, no hagas caso. No te defiendas. ¿Que tú tienes la razón? ¿Y crees que Jesús no tenía razón cuando le acusaban? Pero no se defendió, prefirió callarse. Deja que sea tu vida tu mejor defensa.
- Sí, atrévete a morir. Olvida tus intereses y dedícate a satisfacer las preocupaciones de los demás. El tiempo que inviertes dedicándoselo a los demás es tu mejor inversión. Duele dejar lo tuyo por los demás, pero eso te hace revivir por dentro.
- Sí, atrévete hoy a morir. Hoy decídete a ser tú mismo, aunque te traiga consecuencias con los amigos. Decídete a ser coherente contigo mismo, aunque todos te digan que no sabes vivir la vida. Decídete a ser fiel, por más que te digan que “no sabes lo que te pierdes”. También los amigos te van ayudando a morir de a poquitos esa muerte lenta y dolorosa.
- Sí, atrévete hoy a morir. Es muy simple. Di la verdad, por más que te traiga complicaciones. Di la verdad, aunque te descubran culpable. Di la verdad, aunque con ello dejes de ganar más dinero. Habrás muerto por la verdad en vez de vivir con y de la mentira dentro de ti y tu vida ya perdería mucho de vida…
- Sí, atrévete hoy a morir. No elijas ni escojas tu muerte. Acepta la que te toca. Acepta el sufrimiento tal y como te viene. Acepta la enfermedad tal y como viene. Si te duele el pie, no prefieras que sea la mano. Te son suficientes los sufrimientos de turno. Quien hace selección en los sufrimientos terminan eligiendo los peores.