Hoja Parroquial

Adviento 2 – C | Preparen el camino

Domingo, 8 de diciembre del 2024

Preparar los caminos

Hoy damos mucha importancia a eso que hemos denominado “las infraestructuras viales”, indispensable para la intercomunicación de los pueblos, el traslado de las mercancías. Por eso, cuando se quiere paralizar a un país el mejor medio es bloquear las vías de comunicación. En el Perú de esto tenemos bastante experiencia.

Juan comienza su predicación en el desierto pidiendo a todos que “preparemos el camino del Señor”. Es que también Dios necesita de caminos para llegar al hombre y al corazón de cada hombre. Son muchos los caminos que necesitamos preparar cada uno de nosotros, para que el Jesús de la Navidad pueda llegar a nosotros y nosotros podamos recibirlo.

El deseo de Dios. El primer camino para que Dios pueda acercarse a nosotros es nuestro deseo de Él. El deseo es una aspiración y hasta una pequeña esperanza. Cuando ya no deseamos nada porque lo tenemos todo o, sencillamente, porque tenemos nuestro corazón atrofiado, Dios puede llegar, pero nosotros ni nos vamos a enterar. Es importante avivar el deseo “no de que llegue la Navidad”, sino de que “llegue Jesús en la Navidad”.

El amor fraterno. Otro de los caminos de Dios es el camino del amor fraterno. Allí donde los hombres se aman, Dios tiene el camino más expedito para entrar en nuestros corazones. Donde falta el amor fraterno y vivimos en la enemistad, Dios encuentra demasiados obstáculos y dificultades porque la enemistad y la falta de amor hacia el hermano cierran las puertas no solo de los unos para con los otros, sino también las puertas al amor de Dios. ¿Se puede entender y celebrar la Navidad si no celebramos el amor de Dios?

La solidaridad humana. ¿Qué otra cosa es la Navidad sino la solidaridad de Dios con el hombre al que quiere salvar? Cuando Dios encuentra a los hombres solidarios los unos con los otros, ya encuentra una puerta abierta y un camino dispuesto a acercarse a nosotros.

Quitar los prejuicios. Los prejuicios, su mismo nombre lo dice, son estorbos que impiden el verdadero juicio, son previos al juicio. Nuestro corazón suele estar lleno de prejuicios de los unos contra los otros, lleno de sospechas. También de prejuicios religiosos, prejuicios de fe. De modo que cuando Dios llega y toca a nuestra puerta, lo primero que hacemos es preguntar: ¿Quién llama?

En nuestras mentes hay demasiados prejuicios religiosos. Cada uno, evidentemente, tiene los suyos. Unos serán más o menos fundados. Otros muchos son caprichos o, simplemente, fruto del ambiente. Es preciso preparar nuestras mentes para las próxima Navidades para que cuando llegue el Señor no tengan que decir de nosotros: “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron y no le conocieron.”.

“Y todos verán la salvación de Dios”

Tres palabras a tener en cuenta hoy:

“Todos”: Porque la salvación no es solo para unos cuantos, la salvación es para todos. Todos están invitados a la fiesta de la gracia y de la salvación.

“Verán”: La salvación no es algo que tenga que estar escondido, es preciso verla. Para sentir la alegría de la salvación es preciso “verla”. Todos, de alguna manera, estamos llamados a ser esos testigos de la salvación. No se trata de “hablar de la salvación”, es cuestión de hacerla “ver” en el testimonio de nuestras vidas.

“Salvación”: La buena nueva de Dios. La liberación de nuestras esclavitudes. El éxodo de nuestras salidas de la esclavitud y el éxodo camino de la libertad.

Juan se presenta en el desierto no como el hombre que invita a una vida austera, a una vida sin alegría, a una vida sin fiesta. Juan se presenta más bien como el pregonero de la fiesta de Dios, la fiesta de lo nuevo, la fiesta del Dios que se revela y manifiesta como salvación y gracia.

Hablar de Dios, pero hablar adecuadamente. No convirtamos a Dios en el “come mantecas” con que nos asustaban cuando niños. No convirtamos a Dios en el “coco” que asusta. “Mira, que Dios te va a castigar…”.  “Mira que, si no lo haces te va a pasar algo malo…”. Dios no puede ser anunciado como amenaza. Dios no puede ser anunciado como “calla-niños”. Dios no puede ser anunciado como “portero del infierno”. A Dios hay que anunciarlo como gracia, como buena noticia, como salvación. A Dios hay que anunciarlo no como ley, sino como amor.

Juan no dice “y todos verán el castigo de Dios”, sino “y todos verán la salvación de Dios”. Esa debiera ser también nuestra catequesis y nuestra predicación. Anuncio no de castigo, sino de gracia.

La esperanza no es pasividad

La esperanza no es tumbarse cómodamente en la hamaca. La esperanza es mirar al futuro, pero sembrando desde el presente. Esperar sentado a que pasen las cosas no es vivir de la esperanza sino de la indolencia de cara al futuro. El futuro necesita abrirle caminos, necesita hacerlo posible. Es cierto que Jesús vendrá a nosotros gratuitamente, pero no es suficiente que Él venga si nosotros no le recibimos adecuadamente. “Vino a su casa y los suyos no lo recibieron”.

La voz de Juan es una invitación a abrirnos a algo nuevo que está por suceder, pero nos compromete a que nosotros preparemos el camino de lo nuevo. “Allanad senderos; elévense los valles, etc.”.

Estamos demasiado acostumbrados a esperar pasivamente a que las cosas cambien. Las cosas no van a cambiar de por sí, si nosotros no nos comprometemos en el cambio. No nace lo que no se siembra, no se siega lo que no crece. Todos queremos un cambio social, un cambio del mundo para hacerlo más habitable, pero todos esperamos que sean los otros quienes lo hagan. Nosotros, “bien, gracias”. Uno solo no puede cambiar el mundo, pero entre todos sí podemos hacerlo diferente. Todos queremos que el ambiente en el que se mueven nuestros hijos sea diferente, pero cuando se nos invita para que entre todos veamos como cambiar las cosas nos quedamos en casa porque todos tenemos muchas cosas qué hacer y además estamos cansados. Con gente cansada el mundo no caminará.

Todos queremos una Iglesia mejor, más verdadera y auténtica, más acogedora, pero cuando el párroco invita para poder dialogar y buscar caminos, todos nos hacemos los sordos. “No se oye, Padre.” Con cristianos sordos y cansados no vamos a cambiar la Iglesia.

Pero, eso sí, luego todos nos sentimos con derecho a juzgar y criticar a la Iglesia. ¿Por qué para eso no estamos también cansados? Para eso todos tenemos tiempo. Para decir que el mundo está mal, todos tenemos tiempo. Para quejarnos de la Iglesia, todos tenemos tiempo. Para cambiarlos nadie tiene tiempo.

Los pobres son la esperanza

“Los pobres constituyen la esperanza de la humanidad. Los que padecen hambre, los enfermos, los desechados: el tema de nuestro juicio será constituido por el amor que les hayamos demostrado. Ellos son nuestra esperanza de salvación… Tenemos que ver en ellos a Cristo”. (Santa Madre Teresa de Calcuta)

El Dios de la Navidad
es un Dios pobre.
El Dios del pesebre
es un Dios pobre.
El Dios de la Navidad
nace en condición de pobre.
El Dios del pesebre
está en condición de pobre.

Extraño, ¿verdad?
Pero así es Dios.
Así es la Navidad.
Cualquier otra navidad no es la Navidad de Dios.

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