Hoja Parroquial

Domingo 30 – C | Devoción popular

Domingo, 26 de octubre del 2025

La devoción popular

Mucho se ha hablado de la “devoción popular” como una especie de devoción devaluada o de segunda categoría. ¿Acaso no es popular toda devoción? Es la devoción del pueblo y todos somos, de alguna manera, pueblo.

La devoción popular revela el alma y el sentir del pueblo, está como enraizada en su alma. Por eso es una devoción sencilla, simple, pero que nace mucho del alma.

¿Que tiene el peligro de una serie de desviaciones? ¿Acaso las demás devociones no tienen el mismo peligro? La devoción no es algo intelectual sino algo que brota del corazón. Quienes creemos que nuestra devoción no es popular posiblemente caemos en el peligro de escuchar más nuestras ideas y teorías que a nuestro propio corazón.

Toda devoción tiene que ser purificada. Esto es evidente. La del pueblo y la de los que no se creen pueblo.

La devoción popular puede que sea más sensible, hasta más sentimental, y se exprese, muchas veces, en formas no siempre tan puras y limpias. Pero no por eso deja de ser la manera sencilla que tiene el pueblo de expresar su fe. Tal vez sea una devoción demasiado milagrera, es cierto, pero no por eso debemos de rechazarla. Más bien debemos de evangelizarla.

El desprestigio de la devoción popular puede llevarnos a la pérdida de ese sentimiento religioso sencillo que nace también de almas sencillas. Cuando se pierde la devoción popular fácilmente terminamos en quedarnos sin devoción alguna.

También se acusa a la devoción popular de ser más expresión de religiosidad que de verdadera fe. Lo que es posible. Pero también es cierto que cuando perdemos ese sentimiento profundo de lo religioso, puede que estemos perdiendo la base para una verdadera fe. El hombre antes de creyente es religioso, si se pierde lo religioso, ¿en qué fundamentamos luego eso que llamamos la fe? En muchas partes se está perdiendo precisamente la fe porque carecen de lo religioso, de esa subestructura de nuestro sentido de lo sagrado, de lo religioso, de lo divino, en una palabra de Dios.

Purifiquemos lo religioso de todo lo que pueda de tener de mágico, pero no matemos la religiosidad como esa dimensión de relación con lo sagrado y lo divino. Lo religioso es nuestra “re-ligación” con Dios, ese sentido casi espontáneo y natural de relación con Dios.

Los milagros de octubre

Octubre está marcado entre nosotros por la imagen del Señor de los Milagros. Hábitos morados. Corbatas moradas. Procesiones. Y en los corazones un sin fin de ruegos y peticiones. Hasta nos atrevemos a pedirle milagros al Señor.

Está bien eso de pedirle milagros, pero no olvidemos algo fundamental. Cuando Jesús hacía milagros casi siempre añadía esta muletilla: “Tú fe te ha curado”. En el fondo de cada milagro hay siempre una actitud de fe. Que el Señor de los Milagros puede hacer milagros no hay duda, pero ¿tenemos nosotros esa verdadera fe que exige el milagro?

Bueno, también pudiéramos pedirle el milagro de la fe. ¡Señor que yo crea! Porque, en realidad, cuando uno grita desde dentro pidiendo fe, en el fondo ya está, de alguna manera, creyendo.

Pidámosle una fe no solo para conseguir la salud, o un trabajo, o una curación. A Dios hay que pedirle cosas más serias y que solo Él nos puede conceder porque a veces le pedimos milagros tan pequeños que casi no merece la pena. Nunca le pidas a Dios menos de lo que Dios puede darte.

Lo mejor que Dios nos puede dar es el don de creer, pero un creer que es algo más que un sentimiento. Un creer con todas las consecuencias de la fe que, al fin y al cabo, es la fe del seguimiento de Jesús. Una fe que se haga vida, no una que se quede en el puro sentimiento de un momento emocional.

Que nos dé la valentía de la fe. Esa valentía que encarnar la fe en nuestras vidas. La valentía de confesar nuestra fe con nuestro testimonio allí dondequiera que estemos. Porque muchos tenemos fe en el momento en que le acompañamos a Él en la procesión, y ya es algo, pero la fe que el Señor pide de nosotros es la fe de cada día y de todos los días, la fe cuando no nos hace el milagro que le pedimos. Esa sería una fe condicionada y remunerada.

Hoy necesitamos cristianos confesando su fe en la procesión, pero necesitamos, sobre todo, cristianos confesando su fe en la vida de cada día. En los momentos buenos y en los momentos malos, cuando todo lo vemos claro y cuando todo lo vemos negro y oscuro.

Necesitamos cristianos que sean luz del mundo, que irradien el calor de su fe en el amor y en la esperanza, que irradien su fe allí donde el mundo trata de apagarla o cuando menos oscurecerla. Está bien que se nos reconozca por nuestro hábito morado, pero mejor si se nos conoce por la sinceridad de nuestra fe.

Bienaventurados los que buscan la verdad

Porque quien la busca la encuentra.
Porque quien la encuentra, ha encontrado el camino.
Porque quien encuentra el camino, sabe a dónde va.
Porque quien sabe a dónde va, camina seguro.

Porque quien busca la verdad, se encuentra a sí mismo.
Porque quien busca la verdad, encuentra a Dios.
Porque quien encuentra a Dios, es feliz.
Porque quien es feliz, vive cantando la vida.
Porque quien vive cantando, vive más plenamente.

Porque quien busca la verdad, no se engaña a sí mismo.
Porque quien busca la verdad, no engaña a los demás.
Porque quien busca la verdad, la mostrará a los demás.
Porque quien busca la verdad, la comparte con los demás.
Porque quien busca la verdad y la comparte, hace mejores a los demás.

Porque quien busca la verdad, ya está saliendo de la oscuridad.
Porque quien busca la verdad, ya está amaneciendo a la luz.
Porque quien busca la verdad, alumbra donde esté.
Porque quien busca la verdad, busca sus propias raíces.

Porque quien encuentra sus raíces, encuentra su razón de ser.
Porque quien encuentra su razón de ser, encontró lo esencial.
Porque quien encontró lo esencial, se encontró a sí mismo.

Amanecer

Acaba de amanecer.
Y vuelvo a despertarme.
Y vuelvo a sentir que has puesto en mis manos otro nuevo día.
Todo está en silencio.
Alguno que otro ha sonreído.
Y cada uno nos despertamos con tu regalo en las manos.

Nada más parecido a la muerte que la noche y el sueño.
Nada tan parecido a la vida como el despertarse y sentir que todo amanece en nosotros.

Amanecen nuestros pensamientos.
Amanecen nuestros sentimientos.
Amanecen nuestras alegrías.
Amanecen nuestras tristezas.
Amanecen nuestras dudas y certezas.
Amanecen nuestras debilidades y fortalezas.
Amanece nuestra conciencia.
Amanece nuestro corazón.

Todo parecía muerto y todo nos hace sentir que sólo dormía.
Acabo de escuchar el canto del primer pájaro en el jardín que me hace sentir que estoy vivo.
Acabo de escuchar en mi corazón mi primera plegaria a Dios,
Que me hace sentir que mi fe está viva.
Y el canto del pájaro que pone música en mi vida.

Y mi oración pone fe en mi corazón.
Y mi oración primera despierta en mí el gozo y la alegría de vivir.
Oración que es vida. Vida que se hace oración.
“Venga a nosotros tu reino”.

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