Domingo es Fiesta

Domingo 23 – B | Effetá

“Effetá”, “Ábrete”

Proclamamos el Santo Evangelio según san Marcos 7,31-37

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, y fue hacia el mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.

Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirándo al cielo, suspiró y le dijo: “Effetá”, que quiere decir: “Ábrete”.

Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la atadura de la lengua y hablaba sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuando más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: “Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

PALABRA DE DIOS.

Palabras de Clemente:

Queridos amigos, vamos a comenzar por entender un poco el texto. ¿Os parece? Nos vamos a situar en aquel entonces, pero luego lo vamos a tener que leer desde nosotros mismos hoy.

¿Os habéis dado cuenta de que aquí nadie tiene nombre propio? Un sordo. Un tartamudo. Uno que habla mal, al que cuesta entenderle. Le presentaron ¿quiénes? Con ello ya nos está indicando que es un mensaje universal, general que se quiere dar. Lo que es lo mismo: sordo y tartamudo podemos ser cualquiera de nosotros. Ustedes, Miguel Humberto, yo…

Los términos “ciego”, “sordo”, “mudos” son expresiones utilizadas mucho por los profetas para indicar a aquellos que se cierran sobre sí mismos y no son capaces de escuchar y aceptar la Palabra de Dios, y tampoco son capaces de ver a Dios en sus manifestaciones.

Si tenemos en cuenta de que Jesús viene de un territorio pagano y ahora está también en tierra de paganos, nos puede dar un poco la clave de lo que Marcos nos quiere decir, que los discípulos no entienden el universalismo de Jesús. Ellos pretenden un Jesús para el pueblo judío solamente. En sus mentes no entra el que Jesús quiera darse también a los demás pueblos.

Aquí estaría, posiblemente, la lectura del “sordo” y “tartamudo”. Los sordos son ellos, los mismos discípulos, que no quieren escuchar el mensaje universal de Jesús. “Oyen” sin oír. Lo que dice el refrán: “No hay peor sordo que el que no quiere oír”. No quieren aceptar el plan universal de Dios para todos los hombres y pueblos.  De ahí luego la expresión no de “mudos”, sino “tartamudos”. Porque quien no ha entendido debidamente la Palabra ni se ha abierto al mensaje de Jesús, tampoco luego lo podrá anunciarla debidamente. Será un anuncio de tartamudo, el anuncio de quien no lo expresa bien y que, por tanto, tampoco los demás logran entenderlo.

1.- Y ahora, tendremos que traducirlo y hacerlo realidad en nuestras vidas y en nuestro hoy y aquí…
RESPUESTA: El Evangelio no es algo que sucedió. El Evangelio es la Buena Noticia de ayer y de hoy, leerlo sólo en clave de pasado es hacernos espectadores y no actores. Cuando leemos o escuchamos el Evangelio tenemos que sentirnos actores del mismo.

2.- Yo pienso que, a la luz de todo esto, todos tendríamos que hacernos una pregunta demasiado seria: “Todos los domingos escuchamos el Evangelio y muchos lo leemos incluso en privado. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Escuchamos o somos sordos?”.
RESPUESTA: Esa pregunta nos la tenemos que hacer todos, los que lo anunciamos como los que lo escuchan. Porque uno se pregunta, como tú muy bien dices, ¿qué pasa con nosotros que no nos dejamos impregnar por él?

3.- Padre, antiguamente cuando se bautizaba a un niño o una niña, el sacerdote también tocaba con su dedo el oído del niño y ponía algo de sal en su lengua. Tengo la impresión de que era un rito tomado de este texto.
RESPUESTA: Exacto. Incluso se le decía la misma palabra que Jesús pronuncia aquí: “Effetá”, “ábrete”. Tenía precisamente el simbolismo de decirle al que era bautizado: ábrete a la Palabra de Dios, ábrete a lo que Dios espera de ti y habla y anuncia el Evangelio que has de escuchar.

4.- Sin embargo, hoy tengo la idea de que ese gesto simbólico lo han suprimido.
RESPUESTA: En realidad no se ha suprimido, se ha dejado un poco a la libre voluntad. Pero hoy somos tan ecologistas y tan sensibles a cualquier contaminación, que por razones de higiene la mayoría lo suprime. Sin embargo, es un gesto al que habría que dar mayor importancia. A veces damos importancia a aspectos bien secundarios y olvidamos otros que expresan una de las grandes inquietudes del Evangelio.

5.- ¿Por qué una de las grandes inquietudes del Evangelio?
RESPUESTA: Los Evangelios, sobre todo en el relato de las parábolas, están llenos de esas llamadas de atención de Jesús: Miran, pero no ven; oyen, pero no escuchan. Tienen ojos y no ven. Tienen oídos, pero no oyen. Tienen lengua y no hablan. Y fíjate que hay un detalle en el texto, no dice que metió el dedo en las orejas, sino, que “le metió los dedos en los oídos”.

6.- Siendo esto un símbolo bautismal, significaría que por el bautismo todos estamos llamados en la Iglesia a escuchar, pero también todos estamos llamados a hablar.
RESPUESTA: En el Bautismo se nos dice que todos participamos de los tres grandes dones de Jesús: el sacerdotal, el profético y el real. Por tanto, todos estamos obligados a escuchar, pero también todos estamos obligados a hablar.

7.- Bueno, Padre, disculpe, pero hasta ahora bien calladito lo han tenido porque en la Iglesia sólo hablan ustedes los sacerdotes. El resto… Los seglares terminamos por ser en la Iglesia no sé si “mudos” o “tartamudos”.
RESPUESTA: ¿Qué quieres que te diga? Con frecuencia pesan más ciertas tradiciones o mentalidades que el Evangelio mismo. El problema está en que hemos destacado mucho el “sacerdocio ministerial”, como algún día comentamos, y nos hemos olvidado casi por completo o, al menos, no le hemos dado relieve al “sacerdocio bautismal”, llamado también “el sacerdocio común de los fieles”. Y no hablemos ya de la “profecía…”.

8.- Padre, no pretendo excluirme, pero creo que el texto está muy dirigido a ustedes los sacerdotes que son los ministros de la Palabra.
RESPUESTA: Vayamos un poco despacio y con buena letra. Todos tenemos que escuchar a Dios en nuestras vidas porque todos necesitamos conocer sus planes sobre nosotros. Dios no habla en exclusiva al sacerdote, ni al Obispo y a nadie. Dios habla personalmente a todos. Y todos somos oyentes de la palabra.

9.- Pero ustedes con mayor razón porque luego tienen que anunciarla para que los demás la escuchemos.
RESPUESTA: Es cierto que los sacerdotes tenemos el ministerio de la Palabra. De esto no dudamos. Y si nosotros mismos no la hemos escuchado no tenemos nada que decir a los demás. Tal vez el peligro no esté tanto en que escuchemos o no, sino que luego no la anunciemos “tartamudeando”.

10.- ¿También tartamudean los sacerdotes?
RESPUESTA: Tartamudear significa, como te dije, hablar mal y no dejarse entender por la gente. Y esto sí puede ser un peligro para nosotros los sacerdotes porque es posible que muchas veces cuando hablamos pongamos más de nuestro trigo que de la verdad del Señor.

11.- Disculpe mi insistencia, pero a muchos cuesta mucho escucharles. Pareciera que hablan para escucharse ellos mismos más que para que les escuche la gente.
RESPUESTA: Te voy a responder con dos ejemplos: uno de mi Fundador, San Pablo de la Cruz, y otro de San Juan Bosco.

12.- ¿Qué le pasaba a San Pablo de la Cruz?
RESPUESTA: En su tiempo, estaban de moda los famosos “cuaresmales”, donde se solía traer a grandes oradores, predicadores de alto vuelo. Él entendía que aquello era más el lucimiento del predicador que anuncio de la Palabra de Dios y prohibió, en las mismas Constituciones, que ninguno de sus religiosos predicase los cuaresmales. Y aún tenía otro detalle que nos puede ilustrar esto de “escuchar a Dios”.

13.- ¿A qué detalle se refiere?
RESPUESTA: Su ideal era que en cada comunidad hubiese 12 religiosos. Así mientras seis salían a predicar, los otros seis se quedaban en casa en oración, estudio y contemplación del crucificado. Cuando regresaban los seis, salían los otros seis. Los que regresaban de predicar, decía, lo hacen para “descansar a los pies del Crucificado” para sentir en sus corazones la experiencia de Dios.

14.- ¿Y lo de San Juan Bosco?
RESPUESTA: San Juan Bosco escribía sus sermones u homilías y se las daba a leer a su madre.

15.- ¿Para qué?
RESPUESTA: Quería estar seguro de que la gente le podía entender con claridad. Lo que su madre no entendía lo cambiaba y lo ponía de un modo más sencillo.

16.- Bueno, por mi culpa usted ha tenido que hacer su confesión de sacerdote, pero usted tenía la intención de aplicarnos la medicina también a nosotros los seglares.
RESPUESTA: Miguel Humberto, ¿cuándo lograremos convencernos de que el Evangelio es para todos los hombres? ¿Cuándo lograremos convencernos de que seglares y sacerdotes tenemos que alimentar nuestro espíritu con la Palabra de Dios escuchada? Que también los seglares están llamados a anunciar este Evangelio al mundo….

17.- Oiga, Padre, aprecio que usted valore tanto a los seglares, pero ¿no cree que entre nosotros sí hay demasiados tartamudos?
RESPUESTA: Seglares tartamudos, ¿por qué? Yo veo que ustedes cuando hablan lo hacen muy bien…

18.- Lo que usted quiera, Padre, pero no es igual comentar las noticias de la política o el deporte a comentar la Palabra de Dios.
RESPUESTA: En eso sí voy a disentir de ti. ¿Por qué de deportes habláis tan bien y habláis hasta por los codos? Porque conocéis el tema. ¿Y por qué tenéis miedo a tartamudear anunciando el Evangelio? ¿No será que conocemos mejor el deporte y la política que al Evangelio? No olvidemos que Jesús primero le abrió los oídos y sólo luego le despegó la lengua…

19.- En su breve comentario, usted ponía el acento en que los discípulos se cerraban al universalismo de Jesús y que esta era la verdadera causa de su sordera.
RESPUESTA: Los discípulos, como muchos de nosotros tenían cosas que nunca quisieron aceptar y por mucho que Jesús insistía ellos se resistían. Esa es la verdadera sordera del cristiano. Escuchar lo que nos conviene y taponarnos los oídos para lo que no nos gusta. Y no nos hagamos ilusiones, nos parecemos mucho a ellos.

20.- ¿En qué cosas, por ejemplo, nos parecemos a los discípulos?
RESPUESTA: ¿Aceptamos nosotros con gusto y alegría el anuncio de la Cruz? ¿Aceptamos nosotros como buena noticia que tengo que amar a quienes me han hecho daño? ¿Aceptamos como buena noticia de Dios que tenemos que amar al prójimo como a nosotros mismos? ¿Aceptamos con gozo que Dios ama a todos, buenos y malos? Este universalismo, tampoco nosotros lo aceptamos demasiado convencidos.

21.- Sin embargo, Padre, hoy creo que se lee la Biblia más que nunca…
RESPUESTA: Y esto me parece estupendo. Pero no basta leerla, hay que oír y escuchar a Dios en ella. Como también hoy se habla mucho de la Biblia, pero no es suficiente citar a la Biblia.

22.- ¿Es malo citar la Biblia?
RESPUESTA: ¡No, por favor! No es malo citar la Biblia, sino citarla mal. También los fariseos aplicaban mucho la ley, como vimos el pasado domingo, pero la citaban más desde sus propias tradiciones o mentalidades que desde lo que Dios quería decir de verdad. Con la Biblia podemos justificar muchas cosas, hasta los odios y resentimientos religiosos. ¡Y eso, como comprenderás, no es escuchar a Dios!

23.- Bueno, amigos, yo pensaba que tendríamos que ir al otorrino, pero parece que mejor es dejarnos actuar por el Espíritu Santo. Hay dos frases en los relatos pascuales que a mí siempre me han impresionado, una de estas frases es la de los discípulos de Emaús: “¿No sentías cómo ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?” Y la otra: “Y les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras”.

DESPEDIDA: Sí, amigos, que el Señor meta sus dedos en nuestros oídos y toque nuestra lengua, para que podamos escuchar y hablar y anunciar a Dios.

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