Hoja Parroquial

Adviento 1 – A | Adviento y esperanza

Domingo, 30 de noviembre del 2025

Encendamos la esperanza

Quien renuncia a la esperanza, renuncia a vivir. Renunciar a la esperanza es comenzar a dejar de vivir. Por eso, el Dios de la vida es también el Dios de la esperanza. ¡Cuántos siglos de esperanza! ¡Cuántos siglos viviendo de la promesa!

La Iglesia renueva cada año un tiempo de esperanza. Vive de la esperanza todo el año, pero le dedica un tiempo especial: el tiempo del Adviento. La razón es que la Iglesia, ella misma vive y se va haciendo a golpes de esperanza.

El Evangelio es anuncio de lo nuevo. De lo que es y está siendo. De lo que vino, viene y está viniendo. El Evangelio no mira atrás. El Evangelio mira siempre a lo nuevo. “Cielos nuevos y tierra nueva”.

Tenemos que comenzar este nuevo año litúrgico colgados de las alas de la esperanza porque tenemos que comenzarlo con ilusiones, con deseos de lo nuevo. ¿Acaso no estamos cansados de lo viejo? ¿Acaso no estamos cansados de un mundo resquebrajado, desunido, desamorado? Pues lo nuevo no vendrá si no brota de un deseo profundo del corazón. Y sólo brotará del corazón en la medida en que lo creamos posible. La esperanza no sueña con imposibles. La esperanza sueña con lo posible. Por tanto, sueña con algo que sabemos puede llegar y podemos lograr.

Pero la esperanza tiene sus condiciones:

No podemos esperar en solitario. Uno solo no puede. Todos unidos, sí podemos. Por eso la esperanza no puede nacer del amasijo de un montón de individualismos. La esperanza nace del terreno abonado de muchas generosidades unidas.

No podemos esperar poniendo zancadillas a los otros. Quien solo sabe poner estorbos en el camino de los demás, no vive de esperanza, sino de espaldas a la esperanza.

Apoyar la esperanza de los demás. No seamos agua que apaga el fuego. Seamos más bien, leña que lo aumenta. Favorecer las ilusiones de los otros, apoyar los empeños de los otros, por más que no siempre estemos conformes. Dejemos que la esperanza tenga muchos rostros.

Hablar en esperanza. El lenguaje favorece y estorba los caminos de la esperanza. Hablemos en positivo. Hablar en negativo no ayuda nada. Hablar en positivo siempre crea actitudes esperanzadoras. ¿Seremos capaces en este año de hablar el lenguaje de la esperanza, renunciando al lenguaje de la desilusión?

Esquema de nuestra agenda

Una sugerencia, que era también la del Papa San Juan Pablo II para este tercer milenio. Yo sugeriría que el esquema de nuestras preocupaciones y de nuestras metas tuviese los siguientes criterios o metas:

1 – La santidad. Este nuevo año tiene que estar marcado por una inquietud. La santidad es “para nosotros”. (TMI n.3-31)

2 – La oración. Dios nos quiere comunidades de oración. Hombres y mujeres de oración. Padres, esposos de oración. Familias en oración. Iglesia en oración. Maestros de oración. Comunidades que enseñen a orar. (TMI 31-34)

3 – La Eucaristía dominical. Revalorizar la Misa del domingo como lugar de encuentro de la comunidad de hermanos y como celebración y encuentro con el Resucitado. (TMI 35-36)

4 – Sacramento de la Reconciliación. Un año de experiencia del perdón y experiencia de conversión. Confesión frecuente. Confesión que nos renueva. (TMI 37)

5 – Primacía de la gracia. Todo como si dependiera de nosotros, pero todo como si dependiera de Dios.  La gracia, como fuente de santidad, fuente de la oración, fuente de la conversión y como experiencia eucarística. (TMI 38)

6 – Escucha de la Palabra. Somos una comunidad que proclama y escucha la Palabra de Dios. La Palabra como encuentro con Dios que habla a su comunidad. (TMI 39)

7 – Anuncio de la Palabra. Queremos ser la comunidad que “escucha”, pero también la comunidad “que anuncia”.  Todos escuchamos, pero todos anunciamos. (TMI 40-41)

¿No os parece un programa bonito? ¿No creen que con estas siete metas, estos siete criterios de orientación y guía, algo puede suceder en nuestras vidas y en la vida de la comunidad parroquial? Pues, amigos, esto depende de todos. Comencemos arrimando todos el hombro. Todos, sacerdotes, religiosos, laicos, casados y solteros, jóvenes y ancianos. Todos tenemos algo que decir.

Comenzar es mirar el final

Siento pena al ver tantos edificios comenzados a construir y dejados a medio camino. Algunos llevan diez y veinte años inconclusos. Se puso la primera piedra con gran ilusión y, al tiempo, ahí se quedaron los hierros al aire oxidándose y los ladrillos desnudos. Ilusión para comenzar, cansancio y abandono para terminar.

Comenzamos un nuevo Año Litúrgico. Espero que lo comencemos con ilusión, con verdadera actitud de convertirlo en un camino de experiencia de la historia de Dios con el hombre. ¿Nos vendrá el cansancio? ¿Caeremos en el aburrimiento litúrgico?

El aburrimiento no está en las cosas que hacemos, sino en la actitud con la que las hacemos. El aburrimiento no está tanto en la Liturgia misma, sino en las disposiciones espirituales con las que acudimos a la Liturgia.

No es lo que se hace, sino cómo hacemos lo que nos da vida. La mejor comida, sin paladar resulta insulsa. La mejor música sin oído que la escuche, resulta aburrida. El mejor paisaje sin ojos que lo contemplen, resulta incoloro. La mejor Liturgia, sin ese oído, sin ese gusto y sin esa sensibilidad de fe, resulta algo extraña y aburrida.

Aún hoy, delante de las Mezquitas musulmanas, hay unas fuentes. Antes de entrar es preciso lavarse los oídos en ellas. Un bello símbolo. ¿No podíamos limpiar bien nuestros oídos antes de entrar a participar en la acción litúrgica?

No basta comenzar el año litúrgico. Hay que continuarlo. Hacer de él toda una historia de gracia en nuestros corazones.

Alas de esperanza

Donde haya desilusión, ponga yo ilusión.

Donde haya cansancio, ponga yo energía.

Donde haya tristeza, ponga yo alegría.

Donde haya sombras, ponga yo un poco de sol.

Donde haya resignación, ponga yo compromiso.

Donde haya muerte, ponga yo vida.

Donde haya destrucción, construya yo algo.

Donde haya un “no”, ponga yo un “sí”.

Donde haya un “no se puede”, diga yo “sí, es posible”.

Donde los demás se sientan, yo me ponga en camino.

Donde los demás critiquen, diga yo palabras de aliento.

Donde tú te echas atrás, yo ocuparé tu lugar.

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