Hoja Parroquial

Domingo 31 – C | Zaqueo se convierte

Domingo, 2 de noviembre del 2025

Un rico haciendo el ridículo

La lectura del Evangelio de Zaqueo resulta de lo más curiosa, rico pero pequeño de estatura. Ese es el problema de los pequeños, los demás se nos ponen por delante y no nos dejan ver.

¿Alguien se imagina a un hombre de la categoría de Zaqueo, jefe además de los publicanos, encaramado en un árbol para poder ver a Jesús? Sin embargo, cuando las ganas de ver a Jesús son más grandes que nuestro orgullo y nuestra vanidad, no tiene problemas en hacer el ridículo subiéndose a un árbol. Aceptamos que los niños lo hagan, ¡pero todo un jefe…!

El caso es que Jesús pareciera no hacer demasiado caso a todos los que le rodeaban; sin embargo, cuando llegó junto al árbol, miró hacia arriba e invitó a Zaqueo a bajarse del árbol porque irían juntos a su casa. Él que no podía verlo por su baja estatura pudo verlo cara a cara en su propia casa y hasta pudo celebrarlo compartiendo una buena cena.

Un hombre que se convierte a Jesús haciendo el ridículo. ¿Qué importa el ridículo si uno logra un encuentro tan íntimo, tan personal con Él? Ese día la casa de Zaqueo se llenó de luz porque se llenó de gracia y de salvación.

No fue solo un compartir la misma cena, fue el cambio y la conversión del corazón de Zaqueo. Ese día posiblemente recaudó poco dinero. Al contrario, ese día en vez de dedicarse a ganar dinero, lo dedicó a repartir dinero. Hasta entonces su corazón estaba lleno de monedas. Desde ese momento, su corazón se vació de monedas y se llenó de salvación.

Todo comenzó por una curiosidad y todo terminó en un momento maravilloso de gracia. Dicen que la curiosidad mata, pero la curiosidad también salva. La curiosidad puede ser el comienzo de un largo camino inesperado. La curiosidad de ver, de conocer, termina aquí en un encuentro personal que Zaqueo nunca se hubiese imaginado. Hasta es posible que su actitud no pasase de ahí, de un simple verle, pero cuando se ve de verdad a Jesús con el corazón todo comienza a cambiar por dentro.

Es posible que en nosotros haya muchas curiosidades, pero ¿seguiremos teniendo la curiosidad de ver de verdad a Jesús? San Juan Pablo II marcaba a la Iglesia un camino muy claro: “Ver el rostro de Jesús”. ¿Estaremos tan acostumbrados a verlo en sus imágenes que ya no tenemos ni la curiosidad de verlo con los ojos del corazón?

Fe y vida

Una de las realidades más llamativas en la vida del cristiano es la separación entre fe y vida. Decimos creer, pero luego vivimos como si no creyésemos. La fe no es cuestión de una simple actitud mental sino “un estilo de vida”, una “manera de vivir” diferente.

Así como por tener inteligencia nuestras vidas tienen un estilo diferente al de los animales, igualmente por la fe nuestras vidas tienen también su propio estilo.

Zaqueo, nada más encontrarse con Jesús, sintió que su vida tenía que cambiar. Encontrarse con Jesús no podía ser un simple encuentro de amigos que se saludan y comen bien, sino que implicaba un cambio radical: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se los doy a los pobres; y si de alguna manera me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”.

Creer es más que saber. Creer es vivir. Creer es vivir los valores del Reino. No basta confesar nuestro Credo en la Iglesia, ese nadie lo escucha. Lo que tenemos que hacer es recitar el Credo en nuestra vida diaria.

No somos cristianos y paganos a ratos. Ahora es tiempo de ser cristiano y ahora ya puedo vivir como pagano. La vida es una y tiene que haber unidad de fe y de vida. No pueden ser dos realidades paralelas, ni distintas ni superpuestas. La fe tiene que iluminar nuestra vida y nuestra vida tiene que expresar nuestra fe.

La calle del después

Lo leí en una Agenda pasionista vieja:
“Por la calle del después se llega a la plaza del nunca”.
La verdad que me pareció una manera estupenda de graficar tantas indecisiones de nuestra vida.

Quien lo deja todo para “después”,
no lo hará “nunca”.
Quien deja para “después” el cambio de su corazón,
no cambiará “nunca”.
Quien deja para “después” la ayuda que puede prestar ahora,
no la prestará “nunca”.
Quien deja para “después” el abandonar el trago y/o la droga,
no las dejará “nunca”.
Quien deja para “después” el pedir perdón,
no lo pedirá “nunca”.
Quien deja para “después” el reconciliarse con el hermano,
no se reconciliará “nunca”.
Quien deja para “después” su oración,
termina por no orar “nunca”.
Quien deja para “después” el tomar una decisión,
no la tomará “nunca”.
Quien deja para “después” el decir sí a Dios,
no lo dirá “nunca”-
Quien deja para “después” el decir sí al hermano,
no se lo dirá “nunca”.
Quien deja para “después” el cambio de su vida,
no cambiará “nunca”.

Porque el “después” es falta de voluntad hoy.
Porque el “después” es falta de decisión hoy.
Porque el “después” es falta de intención hoy.

La vida es “ahora”.
La conversión a Dios es “ahora”.
El perdón es “ahora”.
El amar es “ahora”.

El “después” es una evasión, un escape.
El “después” es, con mucha frecuencia, un “quisiera” pero “no quiero”.
El “después” es la manera de justificarnos y no comprometernos.

Por eso es cierto que
“la calle del después” termina en “la plaza del nunca”.

A las mamás que se nos fueron

Miré al cielo
y pregunté a las estrellas.
¿Qué me decís de ella?
La vimos pasar, también ella era una estrella.

Miré a mi jardín
y pregunté a las flores.
¿Sabéis decirme algo de ella?
La vimos pasar, también ella era una flor.

Miré entre mis sueños
y les pregunté.
¿Sabéis algo de ella?
La vimos soñando, también ella era un sueño.

Miré a mis pensamientos
y les pregunté a mis recuerdos.
¿La habéis visto pasar?
La vimos volando en alas de su fantasía.

Miré luego la mirada serena de mi padre
y ansioso, le pregunté.
¿La has visto pasar?
“Sí,” me respondió,
“hoy la he visto celebrar el Día de la Vida
con Diosito en el cielo”.
(Clemente Sobrado)

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