Hoja Parroquial

Presentación del Señor | Nueva Epifanía del Señor

Domingo, 2 de febrero del 2025

La espera nunca es inútil

Toda una vida viviendo de una promesa.
Toda una vida viviendo de una esperanza.
Toda una vida que no se cansa de esperar.
Simeón vivió y envejeció creyendo a una promesa.
Simeón vivió y envejeció sin cansarse de esperar.
La luz tardó en alumbrar.
La noche fue larga como para envejecer, pero la esperanza es así, no tiene hora.

Las esperanzas sembradas en el corazón terminan amaneciendo. Comienza a hacerse luz cuando sus ojos se están ya apagando. Pudo abrazar al Salvador prometido, cuando ya sus brazos están cansados.

Dios nos hace esperar. Dios no funciona al ritmo de nuestros relojes. Dios no funciona al ritmo de nuestras prisas, pero no falla. Dios no nos engaña con sus promesas. Dios no falla a nuestras esperanzas.

La esperanza es así. Saber esperar, por más que sintamos que el tiempo pasa. Saber esperar, por más que sintamos que la noche se hace demasiado larga. Saber esperar, incluso aunque nosotros nos cansemos de tanta espera.

Por fin, los ojos mortecinos del anciano logran ver al Salvador. Por fin, sus brazos cansados de anciano logran abrazar al Salvador. Por fin, su corazón logra estrechar a su Salvador. Una vida llena de promesas y esperanzas. Para por fin, gozar en la vejez.

Me encanta ver que un anciano logra, al final de sus días, lo esperado durante toda una vida. Pero más me encanta contemplar a un anciano cantando de alegría por haber logrado lo que siempre esperó. Me encanta escuchar que al final de la vida alguien puede cantar de gozo y de alegría.

Es la nueva Epifanía de Jesús. Es la Epifanía de Jesús a Israel en la persona de un anciano que solo espera la muerte. Es la Epifanía de Jesús a un anciano que está en el Templo. En la primera Epifanía, los Magos regresan a sus tierras por otro camino. No dicen ni palabra, solo adoran de rodillas y se van. Ahora es la Epifanía del que también quiere regresar con la vida plena y realizada.

María y José miran, callan y su corazón vive y siente. Mientras tanto, alguien cargado de años siente el gozo de haber vivido. Siente la alegría de María y José. Siente la alegría dejándose abrazar por quien supo esperar. Confieso que hoy siento la alegría de un anciano que lleno de gozo, ya no le importa prolongar su vida, le basta “que sus ojos le han visto”.

Felicidad y Eucaristía

No. No veamos la Misa como una obligación.
Veámosla como una fiesta.
Vamos a Misa como vamos a una fiesta.

La fiesta que Dios celebra invitándonos a compartir su mesa.
La fiesta de la Resurrección de Jesús.
La fiesta de compartir nuestra fe con los demás hermanos.
La fiesta de vivir la experiencia de Jesús en medio de nosotros.
La fiesta de dar gracias a Dios por tantas cosas buenas que nos ha regalado.

No, por favor.
La Misa no es un velorio al que asistimos con caras despintadas.
La Misa es la fiesta de la vida.

¿Acaso no dijo Jesús que “el que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna”?
Posiblemente todos vivimos más aquello de que “no ir a Misa es pecado”. Y claro, entonces vamos no para vivir nuestra fiesta, sino para no pecar. Eso, la verdad que es demasiado pobre y empobrece la Misa.

¿Cuándo será que ir al encuentro con Jesús en su Eucaristía es un momento de alegría, de fiesta y de celebración? ¿No sientes alegría cuando alguien te invita a cenar con él? Pues la Misa es la invitación que también Jesús nos hace para “compartir su Cena”.

Me caso para ser feliz

Lo siento, hermano. Usted se ha equivocado de camino. Porque yo me imagino que usted se casa “porque ama” y amar no es tener alguien que “me haga feliz”, al contrario, amar es “tener alguien a quien hacer feliz”.

Casarse para ser feliz es un egoísmo.
El egoísmo no puede hacer feliz a nadie porque es el empequeñecimiento de su corazón.
Este puede ser el engaño de muchos al casarse.
Los novios piensan que el matrimonio es como una especie de lago de la felicidad cuando, en realidad, mejor sería decir que es un lago donde tenemos que remar para que el otro pueda pasarlo bien y sentirse feliz.

Hay la felicidad de amar a los demás.
Hay la felicidad del esposo de hacer feliz a la esposa.
Hay la felicidad de la esposa de hacer feliz a su esposo.
Hay la felicidad de ver lo felices que son los demás por mi causa.
Hay la felicidad de hacer florecer la sonrisa en los labios del otro.
Hay la felicidad de olvidarse uno de sí mismo para pensar en el otro.

Para casarse lo que tenemos que hacer es buscar que “nuestro matrimonio sea feliz”.
Un matrimonio feliz hace felices a los dos y hace felices a los hijos.
La fuente es feliz haciendo brotar el agua, pero más feliz cuando puede saciar tu sed.
La felicidad suele venirnos casi siempre de rebote.
Soy feliz porque tú eres feliz conmigo.
La madre es feliz no solo por tener un hijo, sino por la sonrisa que el hijo le regala.

Hagamos felices a los demás y terminaremos siendo nosotros felices.

Dichosos los que…

Piensan más en los demás que en ellos mismos.
Se preocupan más de los demás que de ellos mismos.
Comparten lo poco que tienen con los que tienen menos.
Viven para hacer felices a los demás.
Piensan más en los derechos de los otros que en los propios.
Ayudan a los demás a ser menos y se alegran de que sean más.

Los que dicen siempre la verdad.
Los que renuncian a su tiempo para dedicarlo a los otros.
Los que cambian el canal de TV porque el otro quiere ver otro programa.
Los que siempre hablan bien de los demás.
Los que defienden a los otros cuando alguien los critica.
Los que prefieren lavar los platos para que la mujer descanse.
Los que cuando vienen del trabajo se encuentran con una sonrisa.
Los que prefieren tus gustos aunque tengan que sacrificar los propios.
Los que en vez de discutir, prefieren dialogar.
Los que hablan en voz baja para no demostrar su poder con gritos.
Los que prefieren decir la verdad y no culpar a los demás.

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