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Domingo 5 – A | Sal de la tierra, luz de mundo

“Vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo”.

Proclamamos el Evangelio de Jesucristo según San Mateo en el Capítulo 5, versículos del 13 al 16:

Dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.”

PALABRA DE DIOS

1.- Padre Clemente, ¿usted qué elige: ser sal o ser luz?
RESPUESTA: ¿Y por qué debo elegir? Jesús no nos propone el ser sal o luz, sino ser sal y luz. Por tanto, aquí no hay una elección. Tenemos ser sal y tenemos que ser luz.

2.- De todos modos, Jesús nos encomiendo una misión bien extraña. Ser sal y ser luz. Dar sabor a las cosas e iluminar el mundo. ¿No le parecen dos misiones un tanto extrañas?
RESPUESTA: Tú sabes que Jesús suele hablar desde imágenes de la vida real. Utiliza la vida real porque da por supuesto que nosotros conocemos el sentido de las cosas; para que luego, desde ese sentido real de las cosas, nosotros sepamos darle ese otro sentido espiritual. Esta es una manera que a mí me encanta.

3.- ¿Por qué le encanta?
RESPUESTA: Porque es un lenguaje que dice más que lo que dice.

4.- Dice más que lo que dice… Eso sí resulta curioso, ¿no cree?
RESPUESTA: Mira, el lenguaje de la ley suele ser muy preciso, exacto. Incluso decimos que lo que la ley no dice expresamente no obliga. Mientras que el lenguaje simbólico dice cosas, pero dice muchas más. Es decir se presta a lecturas diversas según la perspectiva desde donde las miremos.

5.- Sin embargo, aquí Jesús utiliza dos expresiones bien comunes: un término muy culinario y un término muy solar.
RESPUESTA: Precisamente, por lo ordinario de los términos, son tanto mejor entendidos. Además creo que ha utilizado dos expresiones que son siempre de gran actualidad.

6.- ¿Cuál es la utilidad de la sal y de la luz?
RESPUESTA: La sal sirve para muchas cosas. Tanto sirve para curar las carnes y que no se pudran, como para dar gusto y sabor a las comidas. La luz sirve para ver, para reconocer el camino, para descubrir la verdad, para ver a los demás, y para alumbrar a los demás.

7.- ¿Qué nos quiso decir Jesús al decirnos que “vosotros sois la sal de la tierra”?
RESPUESTA: Ciertamente no nos pide que nos dejemos utilizar por la cocinera para que nos echen a los pucheros a fin de condimentar los alimentos. Por tanto, ya nos está diciendo de alguna manera que su sentido es simbólico.

8.- ¿Y cuál es ese sentido simbólico, entonces?
RESPUESTA: Yo haría una distinción: el sentido de tradición bíblica y el sentido simbólico para la vida. Como tradición bíblica se habla de “pacto de sal”, “alianza de sal”. Es decir, la sal como símbolo de lo definitivo de un pacto, de un compromiso con alguien. Hacer un pacto de sal es hacer una alianza para siempre.

9.- ¿Como simbolismo de los efectos de la sal?
RESPUESTA: Vendría a pedirnos que seamos capaces de “dar gusto a la vida”, de “saber dar gusto por la vida”. Que seamos capaces de ofrecer a los hombres el Evangelio, no como una simple doctrina, fría, abstracta, sino que nuestra evangelización sea capaz de ofrecer “el gusto por el Evangelio”, “el gusto por la fe”, “el gusto por el mensaje del Reino”. De otra manera, que podamos ofrecer el Evangelio realmente “como buena noticia”.

10.- Muchas cosas estoy viendo aquí. Comencemos por lo de “pacto de sal”. ¿Qué implicaría esto para nosotros en la vida?
RESPUESTA: Implicaría que nuestro compromiso de fe no puede ser un compromiso de informalidad, un compromiso para salir del paso, sino un compromiso serio, definitivo. Un compromiso de convencidos. Que cuando le damos nuestra palabra a Dios tiene que ser una palabra y un compromiso serio. Con Dios se puede jugar como hijos, pero no podemos jugar a compromisos.

11.- Un mensaje bien actual, precisamente hoy que todo es provisional…
RESPUESTA: Hoy vivimos una mentalidad del úsalo y tíralo. Es la cultura de lo desechable. Una cultura en la que hasta el mismo Dios cae en la categoría de los “desechos”. Lo uso mientras me es rentable y prescindo de él en lo que no me conviene. La fe no puede ser un compromiso para determinados momentos.

12.- Sin embargo, siento que la sal como “dar gusto a las cosas” adquiere hoy un sentido muy humano y a la vez hasta diría muy urgente.
RESPUESTA: Yo creo que aquí tendríamos que plantearnos todos dos compromiso fundamentales: uno el compromiso con la vida y otro el compromiso con el Evangelio.

13.- ¿A dónde apunta usted con eso del compromiso con la vida?
RESPUESTA: Nosotros, como creyentes, como cristianos, tenemos la misión de ofrecer al mundo el gusto por la vida. Hacer sentir a los demás un gusto por la vida diaria de cada día, que la gente sepa sacarle gusto, sabor a la vida. Hacer que la gente ame, guste, saboree la vida.

14.- ¿Y esto por qué?
RESPUESTA: Tú no percibes que hoy como que estamos perdiendo el sabor y el gusto del vivir. Hoy ante cualquier problema y dificultad es frecuente que nos asalte la idea de que lo mejor es hacer un disparate y privarnos de la vida. La cantidad de suicidios, ¿qué otra cosa es sino la pérdida del gusto por la vida? La pérdida del sentido de la vida, del valor de la vida.

15.- Cierto. Pienso que se está necesitando ya de mucha sal. Posiblemente más que la que utilizamos en la cocina…
RESPUESTA: Hoy el mundo necesita de hombres y mujeres que sepan darle sabor a la vida, pero un sabor real y no esos falsos sabores que, con frecuencia, buscamos en nuestras evasiones diarias. El suicidio es consecuencia de que la vida ya no nos dice nada, hemos perdido el gusto por la vida y, por tanto, ya no se tiene interés en seguir viviendo.

16.- Pero usted hacía alusión no solo al compromiso con la vida, sino también el compromiso con el Evangelio. Lo primero lo entiendo, pero no logro entender lo de compromiso con el Evangelio.
RESPUESTA: Pues muy fácil. Así como tenemos que darle gusto y sabor a la vida, también tenemos que darle sabor al Evangelio.

17.- ¿Qué es eso de darle sabor al Evangelio?
RESPUESTA: No es suficiente anunciar el Evangelio. El Evangelio se puede anunciar de muchas maneras. Se puede anunciar de tal modo que el Evangelio deje de ser buena noticia y se convierta en algo pesado, en una carga que no resulta fácil sobrellevar.

18.- Explíquese un poco. ¿Cómo se anuncia el Evangelio convirtiéndolo en carga pesada?
RESPUESTA: Cuando anunciamos el Evangelio como una doctrina no siempre fácil de entender. Cuando lo anunciamos como algo que tenemos que saber, que aprender de memoria. Aún algo peor, cuando anunciamos el Evangelio como una ley, como un listado de mandatos, de prohibiciones, de condenaciones. Eso que llamaría “el Evangelio del palo”.

19.- Oiga, Padre, ¿qué es eso de Evangelio del palo?
RESPUESTA: El Evangelio como amenaza, el evangelio como condenación. Es decir el Evangelio del “si no lo haces, ya sabes lo que te espera”. Pero aún cuando nos escudamos en el Evangelio para imponer nuestras ideas, nuestros criterios, nuestras propias mentalidades, como si fueran la expresión auténtica y pura del Evangelio.

20.- Con frecuencia, cuando escuchamos a alguien solemos decir qué soso y pesado que es. O, por el contrario, decimos qué salero que tiene, es un tipo que tiene una sal…
RESPUESTA: Exacto. Hay anuncios del Evangelio que parecen cargados de plomo y hay anuncios del Evangelio que levantan el espíritu.

21.- Yendo a lo concreto, ¿cómo ser sal anunciando el Evangelio?
RESPUESTA: Anunciándolo como Evangelio, como lo anunció el mismo Jesús. Como buena noticia para los débiles, los pobres, los enfermos. Como una buena noticia capaz de levantarnos de nuestras depresiones, de nuestras tristezas, de nuestras decepciones.

22.- ¿Y cómo anunciarlo así como Buena Noticia?
RESPUESTA: El Evangelio sólo lo anunciamos debidamente si lo anunciamos como Evangelio. Toda otra presentación es una negación y una traición del mismo. ¿Acaso en la radio dais las buenas noticias con lágrimas o con amenazas?

23.- En concreto, ¿cómo tiene que ser ese anuncio?
RESPUESTA: Lo primero, el Evangelio no es una doctrina. Implica una doctrina, pero antes que una doctrina es una persona. Es la noticia del amor de Dios al hombre. Es el mismo Dios encarnado que vive con nosotros. El Evangelio es el “Dios-Enmanuel”. El Evangelio es anuncio de la novedad de Dios en medio de nosotros, por tanto, es preciso anunciarlo como una esperanza en nuestras vidas, una palabra de aliento, de ilusión, y hasta diría de “cierto idealismo”.

24.- ¿Cuál sería para usted el criterio para descubrir si anunciamos debidamente el Evangelio?
RESPUESTA: Es muy fácil descubrirlo. ¿Qué efectos produce en los que nos escuchan? ¿Sienten alegría de escucharnos o aburrimiento? ¿Siente ilusión por escucharnos o más bien están esperando a terminemos? Las buenas noticias ¿qué efecto producen en nosotros?

25.- Las buenas noticias causan alegría.
RESPUESTA: Perfecto. Y dime ahora. ¿Crees que la gente siente, escucha el Evangelio como buena noticia? ¿Será culpa del Evangelio o de cómo lo presentamos los que hablamos de él? Mira, nuestra misión de ser sal que dé gusto a las cosas tendríamos que tenerla presente: para presentar la fe como una novedad del don de Dios en nosotros. Presentar el bautismo como la gran noticia en la vida del niño. Presentar el matrimonio como la gran noticia de Dios en nuestro amor. Presentar la misa dominical no como la obligación que si no lo hacemos pecamos, sino la gran noticia del encuentro con Jesús resucitado en medio de nosotros.

26.- Lo cual, a mi modo de ver, también nos cambiaría de rostro. En vez de cristianos tristes y resignados nos haría cristianos alegres, felices.
RESPUESTA: La tristeza debiera estar prohibida entre los que creemos en Jesús. Entre cristianos sólo se debiera permitir la alegría. Alguien escribió en alguna ocasión: “En esta comunidad se prohíben los tristes, los amargados, los que no quieren vivir la alegría de la Pascua.”

27.- Presumo que todo esto implica un cambio radical en nuestra formación y educación religiosa.
RESPUESTA: Por supuesto. Comenzando por ustedes los padres que, con frecuencia, se protegen en Dios en contra de los hijos: “mira que Dios te va a castigar”, “mira que Dios se pondrá triste”. ¿Por qué no presentar a Dios como la buena noticia a los niños? Dios te quiere mucho, Dios te ama mucho más que nosotros, mira que Dios te ama incluso si alguna vez le fallas…

28.- Pero también ustedes en su predicación son más testigos de la doctrina cristiana que de la bondad y la sonrisa de Dios…
RESPUESTA: De esto estoy convencido, comenzando por mí mismo. Hasta estamos mucho más preocupados por la ortodoxia de nuestras ideas, nuestras teologías, que por la calidad de nuestro amor, la calidad de nuestra alegría y nuestro gozo en la fe. Estoy pensando que debiéramos hacer una campaña de “la cultura cristiana de la alegría”, la “cultura del Bautismo como la gran fiesta de la vida de Dios”, la “cultura de la Confesión como sacramento de la fiesta de Dios en nosotros”.

29.- Lo curioso es lo que usted dijo al comienzo, que Jesús no nos dice que “tenéis que ser sal y luz”, sino que “vosotros sois ya sal y luz”.
RESPUESTA: Es que para Jesús el que cree en Él, el que le ha aceptado en su corazón, ése ya está siendo sal y luz. Ser sal y luz no es tanto hacer cosas, sino una manera de ser, un estilo de ser. Tampoco es un mandato, sino una exigencia de nuestro ser mismo.

30.- Padre, sáqueme de una duda. Siempre nos han insistido en la humildad. Para ello, nos han insistido en ocultar el bien que hacemos. Le confieso que cada vez que escucho esto siento como una especie de rebeldía.
RESPUESTA: ¡Qué bueno! ¿Rebeldía a qué?

31.- Uno siente como si pretendiesen que nos avergoncemos de lo bueno que hacemos, como si el bien tuviésemos que hacer a escondidas.
RESPUESTA: Oye, hermano, cuenta conmigo en tu rebelión. Estoy totalmente contigo, porque Jesús también lo está con nosotros…

32.- Precisamente por lo que dice aquí Jesús, que nos dice todo lo contrario: “Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a Dios vuestro Padre.”
RESPUESTA: Fíjate cuántas cosas: “Alumbre así vuestra luz.” Y nuestra luz son nuestras obras, y todo ello para qué, para dar gloria a vuestro Padre, para manifestar y revelar el rostro y el corazón del Padre.

33.- ¿Y donde queda aquí la humildad?
RESPUESTA: La humildad no es apagar la luz. Humildad no es estropear la sal para que nos den una comida sosa. La humildad no es esconder la gloria de Dios, los efectos de la gracia y la fe. La humildad no es para convertirnos en oscuridad.

34.- ¿Qué es entonces ser humilde?
RESPUESTA: ¿Hay alguien más humilde que Jesús? Sin embargo. Él alumbraba a Dios en su vida, no tenía reparo en curar, sanar, perdonar en público ante la gente. La verdadera humildad es vivir en la verdad.

35.- Personalmente nunca he entendido eso de “que no vean”, porque si no ven tampoco damos testimonio.
RESPUESTA: Los dones de Dios no son para esconderlos. La gracia de Dios que actúa en nosotros no es para esconderla. Dios no es para que lo escondamos. No tengamos miedo a que vean la verdad y la bondad de nuestras vidas. Al contrario, ojalá pudiéramos todos decir: “Quien nos ve a nosotros ve al Padre.”

DESPEDIDA: Amigos, tenemos una gran misión: hacer gustosa y apetitosa la vida. Además, tenemos la misión de hacer de la fe, de Dios, de la Iglesia, la buena noticia de todos los días.

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