Domingo, 18 de mayo del 2025
Sentido del camino

¡Con qué facilidad decimos que Jesús es “el camino”, “nuestro camino”, “mi camino”, “el camino de la Iglesia”! ¿Qué pasaría si Jesús nos dice “yo soy la hamaca para descansar”, “Yo soy el sillón para sentarnos cómodamente”, “Yo soy la banca del parque para pasar tranquilamente el tiempo”?
Sería una invitación a quedarnos, sentarnos, disfrutar de la vida. Pero Él se declara camino. Y los caminos no son para estar en ellos. No son para sentarnos en ellos. No son para quedarnos mirando atrás.
Los caminos son para andarlos. Los caminos son todo lo contrario a sentarnos. Los caminos no son para que quedarnos y mirar a los que pasan. Por tanto, los caminos son para movernos, para caminar, para avanzar. Los caminos son una invitación a caminar siempre sin detenernos y avanzar.
Alguien escribió: “Los caminos son para renovarnos constantemente, sacudirnos las perezas y seguridades, crecer como hombre, ahondar en la vida, construir siempre, hacer historia más evangélica”.
Jesús no es invitación a quedarnos tampoco a tener miedo a lo que viene después de la curva, no es invitación a no cambiar de geografía. Jesús es invitación a trasladarnos, a caminar para ver cosas nuevas, a descubrir lo desconocido. ¿De qué sirve que los caminos sean tan largos si nos quedamos sentados en ellos?
Reconocer a Jesús como “camino” es aceptar que solo se vive caminando, avanzando, cambiando de paisajes, cambiando de temperaturas. El camino es cambio, es vivir nuevas experiencias cada día. El que se queda, no avanza. No avanzar es morir.
Todo depende de adónde queremos ir

Con frecuencia escucho a la gente decir: “He ido a tal Iglesia, a tal movimiento, y he encontrado una paz para mi estrés”. O bien: “Allí he encontrado muchos amigos y una gran acogida”. “Allí se ayudan mucho unos a otros”. “Allí te aconsejan cómo relajarte y lograr una gran paz interior”.
Estupendo. Pero ¿qué es lo que realmente buscamos en la fe, en la Iglesia? ¿Amigos o hermanos? ¿La paz para tu estrés o la paz de la conciencia mediante la conversión del corazón? Si quiero adelgazarme y perder grasa y peso, ciertamente que no voy a Misa, sino a un gimnasio. Si quiero una terapia para el estrés, yo personalmente preferiría a un buen sicólogo que venir el domingo a la Iglesia.
Todo depende qué es lo que busco. Si busco a Dios, no creo que el mejor lugar sean los baños turcos. Si busco la paz de la conciencia tampoco escogeré un partido de fútbol. Si busco la gracia de Dios, y el celebrar y el vivir la experiencia pascual de Jesús no escogeré ciertamente al traumatólogo. Cada cosa para lo que es. Los zapatos para los pies y los guantes para las manos.
¿Buscamos a Dios o, simplemente, buscamos la paz y la serenidad que nos pueden dar ciertos métodos de relajación? ¿Buscamos a Dios o buscamos al terapeuta? ¿Buscamos a Dios o una sociedad benéfica que nos pague la luz y el teléfono?
Hay algo que necesitamos definir en nosotros: ¿Qué busco en la vida? ¿Qué busco en la fe? ¿Qué busco en la Iglesia? No sea que para construir tu casa busques al cardiólogo. Aunque tampoco te aconsejo a un arquitecto si lo que quieres es curarte de un infarto. ¡Saber discernir, amigos, saber discernir! Ahí está el problema.
¿Quieres ser carretera?

- ¿Te parece raro el título? Es maravilloso. Las carreteras unen los pueblos unos con otros, los intercomunican. ¿Por qué no te decides tú a ser ese puente de unión que une a la gente, une al grupo donde estás, une a los pueblos? Cuanto más unidos vivamos somos más humanos. ¿Te decides?
- Las carreteras son esas vías por las que todo el mundo pasa y nadie se detiene. ¿Qué importa que a ti no te hagan caso? Lo importante es si tú haces de carretera por donde los demás puedan caminar, pasar, transitar de aquí para allá. Hasta Jesús dijo de sí mismo que “Él era el camino”. Claro, entonces no había carreteras. ¿No diría hoy “yo soy carretera”? ¿Te decides?
- Por las carreteras se transportan los alimentos de un pueblo a otro para que la gente pueda comer. ¿No podías ser tú esa carretera por donde Dios hace llegar el pan de cada día a los hermanos que no tienen pan? ¡Qué sabor más agradable debe tener el pan que pasa por ti y no se detiene sólo en tu mesa, sino que llega hasta la mesa de los demás! ¿Te decides?
- Hay carreteras por las que da gusto caminar, están bien cuidadas, no tienen baches. ¿No crees que tú pudieras ser esa carretera donde los demás no tropiecen, no corran riesgo de herirse, y transiten a gusto? Qué bueno si los demás, al pasar por ti, no se han enterado de ti. Era tan suave el caminar que ni te notaban. Saber servir en silencio es hermoso. ¿Te decides?
- Hay carreteras con tremendos baches, es horrible transitar por ellas. Hay corazones por los que es imposible cruzar, tienen demasiados baches de egoísmo, demasiados baches de posesividad. Uno se queda atrapado en ellos. Rellena tus baches, los de tu corazón. Una buena confesión puede ayudarte. Así los demás no se herirán al pasar por ellos. ¿Te decides?
- Hay carreteras que son puras cuestas, por ellas se camina muy lento. Hay vidas que son pura cuesta arriba, son corazones duros. No es precisamente el tuyo, ¿verdad? Porque tu corazón prefiere ser cuesta abajo por donde uno pueda deslizarse con facilidad. ¿Te decides?
- Hay carreteras abandonadas que ya no llevan a ninguna parte. Hay vidas que realmente no llevan a ningún sitio. Son vidas sin trascendencia alguna. Por tanto, vidas que terminan en ellas mismas. Sólo hablan de ellas mismas y no apuntan a ninguna parte. Pero la tuya, estoy seguro de que lleva lejos. Quien se acerque a tu vida sentirá muy cerca la proximidad de Dios. ¿Te decides?
Caminante no hay camino

“Caminante,
son tus huellas
el camino,
y nada más;
caminante,
no hay camino;
Se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante,
no hay camino,
sino estelas en el mar”.
(A. Machado)