Hoja Parroquial

Domingo de Ramos – C | Semana Santa

Domingo, 13 de abril del 2025

“Cuando la divinidad de Cristo se esconde”

La Semana Santa que hoy comenzamos puede ser definida como el máximo ocultamiento de la divinidad de Jesús y su máxima manifestación. Ocultamiento y Revelación. Esa tiene que ser la experiencia de cada uno de nosotros. Contemplar cómo lo divino de Jesús se oculta hasta desaparecer a nuestros ojos y contemplar luego cómo, en la Pascua, vuelve un nuevo amanecer donde la noche se hace claridad y se hace día.

Jueves Santo: El ocultamiento de Dios en el Sacramento de la Eucaristía. Por la Encarnación, Jesús había ocultado y escondido su divinidad en la condición de la naturaleza humana. Ahora, el Jueves Santo, da un paso más y se esconde en el sacramento del pan y del vino. Hasta entonces Jesús vivía bajo la forma de lo humano; a partir de entonces, Jesús vivirá entre nosotros bajo la forma del pan y del vino sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.

La Oración del Huerto: Esa misma noche sufrirá el ocultamiento de su divinidad en el misterio de una oración donde siente la debilidad humana: la tristeza, el pavor, el tedio, el miedo y la angustia. Una oración donde el Padre también se esconde en el silencio y calla ante los gritos del Hijo. En la oración del Huerto, Jesús asume la condición humana de la fe que cree sin ver y siente el abandono de lo humano y lo divino porque, mientras el Padre se calla, los amigos se duermen y Él se queda a solas con su propia tristeza.

Viernes Santo: El ocultamiento de Dios juzgado, condenado y muerto en la Cruz. Ese día, el mundo se queda sin señales de Dios, sin noticias de Dios, sólo hay señales de los hombres. Los hombres capaces de destruir a Dios ante la conciencia del pueblo.

Un ocultamiento humano. Los poderes humanos deciden su propia suerte, lo juzgan y condenan. Los poderes humanos se han hecho dueños de Dios y lo muestran sin signo alguno de la divinidad.

Un ocultamiento religioso. Los poderes religiosos borran también el rostro divino de Jesús. Será el “maldito de Dios”, el negado por Dios, aquel por el que Dios no dará cara. Jesús llega hasta el fondo de la destrucción de sí mismo.

Una semana para que cada uno reviva su fe en sus propios oscurecimientos divinos. “Dios no me escucha”. “Dios no me hace caso”. “Dios no me tiene en cuenta”.

La Semana del amor

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. El sufrimiento de la Pasión oculta humanamente el misterio de Dios. Pero, a su vez, ese mismo sufrimiento tiene que revelar y manifestar la verdad de Dios. La gran experiencia de la Semana Santa no debiera ser: “¡Cuánto sufre!”. Algo que es cierto, pero que no es toda la verdad de estos días. La verdad de los días de Semana Santa es: “¡Así ama Dios!”.

Los Evangelios son bien discretos en resaltar los sufrimientos y dolores de Jesús en su Pasión. No hay morbosidad en ellos, no hay dolorismo. Son las películas y una falsa espiritualidad los que se regodean en describir los tormentos de Jesús. Los Evangelios prefieren la discreción y dejar que resalte el amor de Dios y la fidelidad de Jesús a Dios y a los hombres.

Como decía el Principito “lo esencial no se ve con los ojos”. Lo esencial solo lo percibe el corazón. Lo esencial de la Pasión es “cuánto ama Dios al hombre”. Nos ama hasta “la entrega de su vida por nosotros”. Esa es la verdadera revelación de Dios.

Ver los sufrimientos de Cristo puede tener un peligro: “Quedarnos con el dolor en el corazón y en los ojos”. Si es así, no habremos descubierto la verdad de la muerte de Jesús. La verdad de la muerte de Jesús solo la percibiremos cuando nuestro corazón pueda gritar: “¡Cuánto me ama Dios!”.

Semana Santa y purificación de la memoria

Uno de nuestros problemas para perdonar es nuestra viva memoria de lo que nos han hecho. Lo recordamos y nuestras vísceras se revuelven y nuestros resentimientos se avivan.

Es cierto que los hechos no se pueden olvidar. Están grabados en el disco duro de nuestra memoria, pero lo que sí podemos hacer es “purificar esta memoria”. ¿Cómo lo hacemos? Jesús en la Cruz nos abre un camino de purificación de la memoria. Se trata de recordar sí, pero buscar la manera de clarificar lo que nos han hecho.

Jesús lo hace: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.” Es decir, Jesús es consciente del daño que le están haciendo, pero trata de entender y clarificar lo que hacen. No lo hacen por ser malos, no lo hacen por maldad, lo hacen por “ignorancia”. Eso claro que desminuye la responsabilidad. Los hechos siguen siendo los mismos, pero la lectura que Jesús hace los suaviza, los hace comprensibles y, por tanto, les quita mordiente.

¿No es también esto lo que nosotros debiéramos hacer al recordar lo que nos hecho? Los hechos son irreversibles, pero la interpretación que nosotros hacemos de esos hechos los puede suavizar, así como también suavizar nuestra reacción y nuestro resentimiento. “Tal vez estaba en un mal momento”. “Tal vez dijo lo que no quería”. “Tal vez lo dijo sin medir las consecuencias”. “Tal vez él mismo está ahora sufriendo por lo que me hizo”. Tu perdón no solo levantará al que te ha fallado, sino que también librará tu corazón de la esclavitud de tus sentimientos.

Vigilia Pascual

La noche del Sábado al Domingo:
Una Noche de esperanza.
Una noche de gozosa espera de la Resurrección.

No dejemos de participar.
Es la Noche de la Luz.
Las tinieblas del Viernes Santo se hacen ahora Luz Pascual.

Procura traer una vela bonita, que sea un poco gruesita.
Para que luego la conserves en tu casa,
lo mismo que en la Iglesia queda el Cirio Pascual.

Ese cirio será en cada familia el símbolo de Cristo Resucitado y Vivo,
encendido al lado de tu Biblia.

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