Hoja Parroquial

Domingo 2 – C | Transfiguración

Domingo, 16 de marzo del 2025

¿Y dónde escucharlo?

En el Bautismo se escuchó la voz del Padre reconociendo a Jesús como el “Hijo amado”. Ahora en el Tabor habla de nuevo: “Este es mi Hijo, el elegido, escuchadle”. La voz de Moisés y de Elías ha pasado a un segundo plano, ahora la voz de Dios es Jesús. Dios sigue repitiendo hoy “escuchadlo”. ¿Y dónde escuchar hoy a Jesús?

Somos tantos los que hablamos en su Nombre que uno termina preguntándose si realmente somos la voz del Padre que hoy habla a través de nosotros. ¿Dónde escuchar a Dios hoy? Es muy fácil decir en la Iglesia o decir en la voz de los sacerdotes y obispos. Pero la pregunta sigue inquietando. ¿Seremos de verdad la voz de Dios? ¿Reconocerán los demás la voz de Dios en nuestra voz? Es un privilegio pensar que somos la voz a través de la cual se pueda escuchar a Dios hoy en el mundo, pero también es una grave responsabilidad porque la gente tiene una sensibilidad especial y un afinado sentido para saber dónde habla el hombre y dónde habla Dios a través de los hombres.

¿Es realmente nuestra voz, nuestra predicación como padres, como sacerdotes portadora de la buena noticia de salvación y de gracia? Para poder decir que hablamos en nombre de Dios o que Dios habla a través de nosotros son necesarias muchas cosas.

En primer lugar, sólo siendo coherentes y fieles al Evangelio con nuestras vidas podremos arrogarnos el título de “decir que somos la voz de Jesús” hoy en el mundo. Porque hablar hablamos mucho, pero lo importante hoy no es tanto la palabra, sino el hacer creíble nuestra palabra. Sólo la verdad evangélica de nuestra vida, y el testimonio de nuestras vidas podrán hacer creíble la Palabra de Dios. Jesús era creíble porque su vida y su palabra eran una sola cosa, pero en nosotros vida y palabra no siempre coinciden.

En segundo lugar, es preciso testimoniar con nuestras vidas que el Evangelio es Buena Noticia para nosotros porque ¿cómo anunciar a los demás, aquello que nosotros mismos no creemos? Si el Evangelio no es la Buena Noticia diaria para nosotros, ¿cómo ofrecerla como Buena Noticia para los demás? Sólo será posible decir que el Evangelio es Buena Noticia para nosotros cuando podamos presentarnos como esos “hombres nuevos” renovados y transformados por el Evangelio. Aún más, sólo haremos creíble la Palabra de Dios cuando podamos presentarnos con ese gozo y esa alegría de quienes han descubierto la respuesta de sus vidas en él. Hombres firmes en la fe, seguros de nuestra esperanza y fervientes en nuestra caridad. ¿Seremos los cristianos de hoy esos “hijos amados a quienes el mundo debe escuchar”?

Experiencia de Jesús

La Cuaresma nos va presentando, domingo a domingo, la figura de Jesús, como camino hacia la Pascua. Es posible que para muchos la única idea que tengan de la Cuaresma es el ayuno y la abstinencia que, dicho sea de paso, entre nosotros, ha quedado reducida a dos días: Miércoles de Ceniza y Viernes Santo.

Sin embargo, el centro de la Cuaresma no es ni el ayuno ni la abstinencia, sino el descubrimiento de Jesús, el descubrimiento del rostro de Jesús como rostro de Dios Padre.

¿Cómo ver el verdadero rostro de Jesús? El Evangelio de hoy nos lo dice claramente: “Cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar”. Es en ese clima de oración donde Jesús se transfiguró delante de los tres y es en la oración donde también nosotros podemos ser testigos de sus transfiguraciones hoy en nuestro corazón.

En los libros encontramos ideas sobre Jesús. En la oración hacemos la experiencia de Jesús. Los libros se leen más con la cabeza que con el corazón. En la oración es el corazón el que contempla. Por eso, quienes quieran encontrar a Jesús saben que tienen un camino que sólo ellos pueden andar: un momento de oración cada día, que es un espacio donde encontrarnos con Él, donde Él se nos manifiesta y donde nosotros podemos encontrarnos con Él.

Cuando nos lamentamos de que no le vemos y no le encontramos, primero tendríamos que preguntarnos cuánto oramos, cuanto tiempo dedicamos cada día a estar en silencio con Él. Son los grandes contemplativos, los grandes orantes, quienes mejor conocen el rostro de Jesús. Es en la oración constante donde Jesús se nos transfigura y donde nosotros recuperamos esa alegría y ese gozo de “sentirnos bien aquí”.

En medio de tantas voces

No es fácil reconocer hoy la voz de Dios en medio de tantas voces. La verdad que ya no sé si alguien escucha algo. De lo que sí estoy seguro es que todos hablamos y que, además, todos nos creemos dueños de la verdad. Cuando todos hablamos, ¿quién queda para escuchar? Todos andamos a la búsqueda del raiting. Todos andamos a la caza de escuchas que nos sigan. Por eso mismo, no es fácil ya deslindar donde está la paja y donde está el trigo.

La voz de la Iglesia termina siendo una voz más en medio de tantas voces, con la desventaja de que basta que sea voz de la Iglesia para inmediatamente sentir que es una voz parcializada con Dios. Y debe serlo. ¿Es que hay alguna voz que no se parcialice? Unas abiertamente, otras más disimuladamente. Muchos piensan que, por ser la voz de la Iglesia, ya carece de interés porque todo lo hace religión y es curioso. Luego llega cualquier extraño por ahí hablando de no sé que cosas y ahí pareciera que todos encuentran la verdad.

En realidad, ésta ha sido la historia de la Iglesia a través de los siglos. Ser como Jesús, “un signo de contradicción”, y peor hoy que todos hablamos de libertad de expresión y libertad de pensamiento. Por eso, es preciso insistir en que lo único que hace creíble nuestra palabra es el testimonio integral de la vida. En esto todos somos responsables porque cada uno es responsable de hacer creíble la palabra de la Iglesia con nuestra vida. Podemos decir muchas cosas y verdaderas, pero si nuestras vidas dicen otra cosa borramos con el codo lo que escribe nuestra mano.

Por eso es tan importante hoy el testimonio y la coherencia de los creyentes. No es que la verdad dependa de nuestras vidas. Es la palabra misma de Dios la que nos dice la verdad, aunque su credibilidad depende en gran parte de nuestro propio testimonio. De ahí que cada uno debiéramos cuestionarnos y preguntarnos con seriedad: ¿Mi vida hace creíble el Evangelio de Jesús anunciado por la Iglesia? Es preciso escuchar a Jesús. Hoy, la voz de Jesús llega a los hombres a través de nuestra voz. “Id al mundo entero y predicad el Evangelio.”

Atrévete a la esperanza

  1. Te atreves a ser un hombre y una mujer que apuestan por la esperanza? Aunque todo lo veas negro, piensa que al otro lado la vida es blanca. Aunque todo te parezca imposible, piensa que al otro lado aún quedan las posibilidades de Dios en ti. Aunque todo te parezca  absurdo, piensa que al otro lado está la lógica de Dios.
  2. ¿Te atreves a ser un hombre y una mujer que apuestan por la esperanza? Donde todos vean lágrimas, tú descubre sonrisas. Donde otros vean noche, tú descubre el amanecer. Donde todos vean muerte, tú puedes descubrir vida. Donde otros no vean nada, tú puedes ver la mano invisible de Dios. Para el que espera, lo imposible es posibilidad.
  3. ¿Te atreves a ser un hombre o una mujer que apuestan por la esperanza? Donde los demás descubran miseria, tú aún puedes descubrir la riqueza de los corazones. El otro día veía a una pobrecita mujer dando de mamar a su hijito, con unos trapos cubriendo su cuerpecillo, pero el niño se sentía caliente colgado del pecho de su mami al calor del corazón mismo.
  4. ¿Te atreves a ser un hombre o una mujer que apuestan por la esperanza? Cuando los demás te digan que ya no hay nada que hacer, entonces harás más esfuerzo y pondrás mayor empeño en hacer las cosas. No creas a los pesimistas que esconden su pereza detrás de los imposibles. Para el que no quiere, todo es imposible. Para el que quiere, todo es posible. Por ejemplo, tú mismo.
  5. ¿Te atreves a ser un hombre o una mujer que apuestan por la esperanza? Donde todos lloren su desgracia, tú pon una mirada esperanzadora de que mañana será todo mucho mejor. Porque los fracasos de hoy son semillas de los triunfos del mañana. Mañana siempre puede ser mejor, a pesar de los profetas de las desgracias. A esos no les creas.
  6. ¿Te atreves a ser un hombre o una mujer que apuestan por la esperanza? Donde unos sólo apuestan por el pasado, tú apuesta por el futuro. Donde otros apuestan por tener más, tú apuesta por ser más. Donde otros apuestan por no hacer nada, tú apuesta por multiplicar tus esfuerzos. La esperanza te hace nadar contra corriente, sobre todo contra todos los pesimismos.
  7. ¿Te atreves a ser un hombre o una mujer  que apuestan por la esperanza? Pues entonces, apuesta por la fe donde otros sólo apuestan por la razón. Apuesta por el amor, donde otros apuestan por el odio. Apuesta por la vida, donde otros apuestan por la muerte. Apuesta por el hombre, donde otros apuestan por las cosas. La esperanza es la apuesta de Dios por el hombre y la apuesta del hombre por Dios.

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