No sé si hemos valorado suficientemente eso que llamamos “el amor de la piel”. El contacto con el otro. Esto parece fundamental en la experiencia y desarrollo emocional del niño. El niño necesita tocar, necesita que le acaricien. El niño comienza a sentir el calor de la vida primero con sus labios mientras mama y luego con las manos. Todo lo quiere tocar. Conoce por el tacto.
Esta misma experiencia la sentimos luego a lo largo de la vida. La prueba la tenemos con los enamorados. Sus manos no pueden estarse quietas, es preciso experimentarlo todo. Tocarlo todo.
Es que el contacto establece una especie de comunión entre las personas. Siempre me ha sorprendido el Evangelio por las veces que insiste en que Jesús “le tocó”. Le tocó con sus manos. Le tocó con la saliva. El tacto tiene un resorte de vida, de confianza, de cercanía y de comunión.
Los ancianos también necesitan un poco más del contacto de la piel.
Un ponerle la mano sobre la cabeza.
Un acariciarle la mejilla.
Un cogerle sus manos entre las nuestras, incluso si no le decimos nada.
Con frecuencia ese gesto de tocarle, acariciarle, tomarle entre nuestras manos puede ser el mejor gesto de nuestro amor y de hacerle sentir nuestro cariño y la bondad de nuestro corazón.
Tengo una señora ya muy mayor, siendo sinceros tenemos que decir que ya se entera muy poco donde está, pero eso sí, no falta ni un solo día a Misa, acompañada siempre de su enfermera, cuando le doy la comunión no se va hasta que le hago una pequeña caricia en la barbilla. Entonces se sonríe y se va feliz, pero si no le regalo esa caricia se resiste a moverse por más que la quieran llevar.
Personalmente siempre me ha encantado hablar con la gente que me busca tomándoles de las manos. Parece un gesto insignificante, in embargo, percibo que inmediatamente se me abren y se sienten sueltas y como entregadas. Siempre me ha encantado una frase que escuché y que se debía a San Juan de Dios cuando decía a sus religiosos: “Más corazón en esas manos, hermanos”. Más corazón en las manos. Más corazón en esa caricia. Más corazón en esa palmadita. Un corazón sin manos dice muy poco, pero cuando las manos expresan los sentimientos del corazón lo dicen todo.