Con la Familia

“En la riqueza y en la pobreza”

Sí, eso dice la fórmula del compromiso matrimonial y eso os decís el día de vuestra boda. Mutuamente os prometisteis amaros y respetaros en todas las situaciones y condiciones de vuestra vida.

Y la experiencia pronto toca a vuestra puerta. Los dos teníais un trabajo cuando os casasteis, pero a los meses, uno de los dos es despedido del trabajo por reorganización de la empresa y del personal. Y claro, la economía comienza a resquebrajarse. Cuando la economía chirría, comienzan a chirriar también vuestras vidas.  El dinero ya no llega, ya no podemos darnos aquellas satisfacciones de antes, ya hay que comenzar a pensar cómo gastar, comienzan las privaciones y, por tanto, los malestares.

¿Por qué no os decís ahora “en la riqueza y en la pobreza”? Aquella expresión de la boda no era una frase bonita, era el aviso y preanuncio de posibles realidades. Los nervios comienzan a ponerse tensos, los estados ánimos comienzan  avinagrarse, el fastidio comienza a poner demasiado ají en vuestras vidas. ¿Qué sucede en estos casos?

La experiencia en el trato con las parejas me dice que, de ordinario, la crisis económica, en vez de ayudarnos a unirnos más profundamente, termina por crearnos situaciones tensas, de amargura y de mutuas acusaciones. La vida de la pareja comienza a resentirse a consecuencia de ese malestar. Uno de vosotros, el que perdió el trabajo, se convierte en un objeto de queja, de lamento, y de desfogue de nuestros malos humores.

Es decir, en vez de convertir las situaciones de crisis en un momento donde más necesitamos el uno de la ayuda del otro, se convierten en un espacio de agresividad mutua. Es precisamente entonces cuando más necesitamos la palabra de aliento del otro, es entonces cuando más necesitamos que alguien nos tienda su mano para levantar nuestro espíritu decaído.

Pero, de ordinario, sucede todo lo contrario. “¿Qué haces que no buscas trabajo?” “¿Qué haces ahí tirado mientras yo me rompo el alma trabajando?” Como si el otro se sintiese a gusto sin trabajo. ¿No será preferible que en esos momentos nos demos una palabra de aliento, una palabra de comprensión o una palabra que nos levante el ánimo? De esa manera los problemas en vez de desunir a la pareja la pudieran unir más. No solamente tenemos que sentirnos bien cuando todo nos sale bien, sino también cuando las cosas nos salen cuadradas.

No olvidéis lo que un día os dijisteis: “en la riqueza y en la pobreza… para amarte y servirte todos los días de mi vida.” Con frecuencia las pruebas no son signos de muerte, sino señales de nueva vida. ¿Lo podíais pensar un poquito? ¿Podíais sentaros y charlar sobre esto un momento, pero sin acusaros mutuamente, sino tomados los dos de la mano? No olvidéis que las dificultades son estorbos en el camino, pero no el final del camino. Las dificultades pueden convertirse en señales de renovación y fortalecimiento de vuestro amor.

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