Hoja Parroquial

Domingo 6 – A | No seas como los demás

16 de febrero del 2020

“Si no sois mejores que…”

adulterio y divorcio

Nadie es el modelo de lo que tenemos que ser. La vida de los demás puede despertar alicientes como también puede despertar apatías. Jesús es bien claro en esto: “Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.

En aquel entonces, los modelos de religiosidad eran tanto los escribas como los fariseos. Digamos que eran los buenos, los santos según la Ley. Pero sus vidas no eran suficientes para ser modelos de santidad en el nuevo Reino que predicaba Jesús. Jesús era de los que caminaba contra corriente, contra la costumbre, contra la tradición, contra lo que consideraban el camino y la voluntad de Dios. Su misión fue marcar un camino diferente, un camino contracorriente.

El gran peligro que todos corremos es querer ser como los demás, como los otros.

El qué dirán los demás tiene una tremenda fuerza dentro de nosotros. El qué dirán o pensarán los demás tiene el poder de marcar y señalar nuestras vidas. Los demás tienen una enorme fuerza en nuestras vidas. ¿Quién de nosotros no ha experimentado esa fuerza en su vida?

¿Qué pensarán de nosotros? Porque nuestro prestigio está no en lo que pensamos nosotros ni, muchas veces en lo que pueda pensar Dios, sino en lo que “piensan los otros”.

Hablamos como hablan y de lo que hablan los demás. No podemos llamar la atención. Tenemos miedo a lo que dirán de nosotros.
Vestimos como visten los demás. No podemos sentirnos marginados. Hay que ser como todos.
Compramos lo que compran todos. Hay que estar al día y a tono con los demás.
Nos divertimos como se divierten todos. Nadie quiere pasar por un aburrido.

Hoy Jesús nos dice otra cosa: “Si no sois distintos y mejores que los demás, no podéis entrar en el Reino, no podéis declararos cristianos de verdad.

Para ello, es preciso que tengamos muy en cuenta la fuerza que tienen los otros sobre nosotros, la fuerza que tiene el ambiente sobre nosotros, la fuerza que tiene la moda sobre nosotros. No somos de verdad imitando a los otros sino siendo nosotros mismos. Pero esto no es fácil. Ahí la fuerza de la publicidad.

El Adulterio del Corazón

adulterio y divorcio

No siempre el adulterio se comete con el cuerpo. El cuerpo no es adúltero, adúltero es siempre el corazón. Adultera puede ser nuestra mente.

Conviene precisar y aclarar nuestras dudas de conciencia. El hecho de que te guste otra u otro, y hasta te pase por la cabeza cualquier aventura, mientras no la consientas con tu voluntad sigues siendo fiel. Incluso pudiéramos decir que es de virtuosos superar nuestros deseos o luchas interiores por un sentido de fidelidad y de coherencia con nuestra vida. Como también tenemos que reconocer que somos infieles si aceptamos  esa tentación, por más que no logremos realizarla físicamente. Por eso decimos “que hemos pecado de pensamiento, de palabra y de acción”.

El pecado no es el sentir sino el consentir. Las moscas en verano suelen ser siempre bien impertinentes y parece les encanta nuestra nariz. Y ahí las tenemos, pero con la mano la espantamos. Trabajo inútil porque regresan y las vuelves a espantar. Las has sentido en tu nariz, pero no la has consentido.

Lo mismo sucede con nuestros pensamientos, imaginaciones. Son moscas de verano en nuestras mentes y en el corazón, pero ahí está nuestra voluntad diciendo no. Como sentimos las moscas en la punta de la nariz también sentimos esos pensamientos, pero no hay consentimiento. Por tanto, pensamientos, imaginaciones o deseos no consentidos con la libre voluntad en modo alguno son pecado. Sentir tentaciones es normal, hasta Jesús fue tentado, pero nos dio el ejemplo de su fidelidad rechazando la tentación. Ser fieles a Dios y a la gracia es la misión de todo cristiano, también de los santos.

No te compares con nadie

reconcíliate con tu hermano

Tenemos la manía de compararnos con los demás. Los demás nunca pueden ser nuestra medida. Además, compararte con alguien puede despertar en ti o bien el orgullo de sentirte más o la tristeza de sentirte menos.

Dios no nos ha dicho que “seamos como los demás”. Dios nos ha dicho “que seamos lo que somos”, “que seamos nosotros mismos”.

No soy mejor por sentirme más que tú, ni soy peor por sentirme menos que tú. Cada uno tiene que buscar su felicidad “siendo él mismo”.

Jesús nos dice “si no sois mejores que los escribas y fariseos…” En primer lugar, porque tanto unos como otros vivían demasiado de las apariencias, su rigorismo no era precisamente una virtud sino una manera de exhibicionismo religioso.

Cada uno conoce la gracia que ha recibido de Dios. Cada uno es bueno en la medida en que responde a esa gracia. Si yo he recibido más gracia que tú, no puedo contentarme con lo que tú eres. Si tú has recibido más gracia que yo, no puedes contentarte con ser como yo.

Es Dios quien nos marca nuestra propia estatura espiritual. Es Dios quien nos propone nuestra meta y medida. Somos buenos o malos en la medida en que llegamos a esa estatura y a esa meta.

Lo que son los demás puede ayudarnos a superarnos a nosotros mismos, pero también puede ayudarnos a quedarnos más achatados porque nos ayudan a quedarnos en la mediocridad. Nuestras vidas no pueden ser indiferentes ante los demás. pero no para ser como ellos sino para aprender de ellos.

El Gran Fracaso

reconcíliate con tu hermano

Que pudiendo ser más, soy menos.
Porque así son los demás.

Que pudiendo aspirar a más, me contento con menos.
Porque así actúan los demás.

Que pudiendo hacer más, hago menos.
Porque así hacen todos.

Que pudiendo subir más alto, me quede más abajo.
Porque es lo que veo hacen otros.

Que pudiendo amar más, me contento con amar menos.
Porque así aman los demás.

Que pudiendo servir más, sirvo lo menos posible.
Porque pudiendo ayudar más, ayudo lo menos posible.
Porque así es como ayudan los demás.

Que pudiendo sonreír más, vendo caras mis sonrisas.
Es que todos hacen lo mismo.

Que pudiendo ser bueno, me contento con ser vulgar.
Porque es lo que hace todo el mundo.

Porque pudiendo ser santo, me contento con ser bueno.
¿No hacen eso mismo los demás?

No hay peor fracaso que renunciar a ser uno mismo, para ser como el resto.
No hay peor fracaso que pudiendo pensar por mí mismo, viva de lo que piensan los demás.

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