Hoja Parroquial

Domingo 17 – B | Compasión y Eucaristía

Domingo, 28 de julio del 2024

¿Qué hago con tan poco?

Cuando uno quiere tomar en serio el Evangelio de los pobres, de los que tienen hambre porque no tienen pan, francamente comienza a sentirse mal. No es posible mirar con corazón indiferente esos espectáculos de cuerpos desnutridos, de cuerpos de niños que parecen un montón de huesos forrados con un pellejito de piel.

Uno quisiera solucionar esos problemas para que todos pudiesen disponer en sus mesas de pan abundante y de agua. Pero luego, se mira a sí mismo, contempla sus manos, y la angustia se le acentúa: “¿Y con esto poco que yo tengo, qué se puede hacer frente a tanta necesidad?”.

En el fondo fue la misma experiencia de los Discípulos cuando Jesús les ordena dar de comer a tanta gente hambrienta que le seguía. “Si no tenemos más que cinco panes y dos peces, con esto ¿qué se puede hacer?”.

La respuesta de Jesús fue clara. Con eso poco, nosotros podemos hacer lo que los que tienen mucho son incapaces. Lo cual es lo mismo que decirles que para que los demás coman no es preciso tener mucho, basta compartir lo poco que disponemos. El problema no está en cuánto tenemos, sino en cuánto estamos dispuestos a compartir. El verdadero milagro de suprimir el hambre del mundo no está tanto en las manos, ni en las chequeras, ni el fondo de reserva, sino en el corazón.

Algunos, con poco, hacen mucho. Otros, con mucho, no hacen nada.

Recuerdo una anécdota que publicó El Comercio hace algunos años. Algo muy simple. Una niña no tenía nada que regalar a su papi el Día de Navidad. Pero, como el corazón saca de dónde no hay, la niña llenó de besos una caja, la forró con papel regalo y se la entregó a su papi.

Otros hubiéramos pensado: “Como no tengo nada, no le regalo nada”. La niña, como no tenía nada su corazón inventó algo, inventó una caja llena de besos.

No podemos quedarnos contemplando pasivamente la realidad que hoy nos rodea a todos porque todos somos responsables de lo que sucede y todos somos responsables de que en un mundo rico, haya tanto pobre. Es cuestión del corazón. Si todos diésemos algo de lo poco que tenemos, muchos tendrían mucho más de lo que tienen.

La Eucaristía es bien poca cosa; sin embargo, con ella alimenta Dios a su Iglesia en todo el mundo.

¿Y nuestra Eucaristía?

El relato de la multiplicación de los panes está hecho en un esquema de celebración eucarística, hasta se diría que es la expresión de una celebración de la Eucaristía de las primeras comunidades.

Multitud de gente escuchando a Jesús: las distintas comunidades reunidas hoy en torno al altar cada domingo: Proclamación de la Palabra.

Ver las necesidades de los demás: una comunidad que siente la realidad de todos los hermanos. Momento de discernimiento de la Palabra dicha para hoy.

Compartir con los que no tienen: una comunidad se hace solidaria con todos los necesitados de la comunidad. Momento de la colecta.

Y como modelo: Jesús el pan-cuerpo partido y el vino-sangre derramada.

Sólo podemos celebrar la Eucaristía, en la medida en que:
Comulgamos el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Comulgamos el cuerpo dolorido de nuestros hermanos.

Sólo celebramos la Eucaristía en la medida en que:
Siento a los demás como hermanos.
Me siento solidario con todos ellos.
Conozco la realidad de sus vidas.
Y los hago partícipes de algo de lo mío.

¿Son así nuestras Eucaristías dominicales?
¿Es realmente una celebración familiar de los hermanos en la fe?
¿No será la celebración de los que entran sin conocerse y salen sin aceptarse los unos a los otros?

La religión no soluciona el hambre

Es cierto. La religión no soluciona los problemas del hambre, ni del vestido, ni de la salud.  Es que Dios:

No es “panadero” que reparte pan gratis cada día, pero nos sensibiliza para que lo repartamos nosotros.

No es “sastre” que vista a todos los desnudos, pero nos hace tomar conciencia de que nosotros sí lo podemos hacer.

No es “médico” que cure a los enfermos que no pueden pagar la consulta, pero sensibiliza nuestra conciencia para que a nadie le falte la asistencia médica.

No es “una agencia de empleos”, pero sí nos hace ver que nosotros sí podemos dar algo más de trabajo a los que no lo tienen.

El Evangelio de hoy resulta interesante. Resulta que es Jesús quien descubre que la gente tiene hambre, no los discípulos. Jesús comienza por abrirle los ojos al más tímido del grupo, a Felipe. Este todo lo ve negro e imposible, pero Jesús le hace ver que sí es posible, que Dios hace posible lo imposible, cuando nosotros los hombres hayamos hecho todo lo posible. “Vengan acá esos cinco panes y dos peces”. Hasta ahí sí es posible para vosotros, el resto ya lo haré yo. Pero no le pidamos que Él haga el milagro, mientras nosotros nos guardamos bien lo nuestro.

La religión, la fe no están para solucionar nuestros problemas. Tal vez aquí esté el engaño de muchos de nosotros. Pero sí nos hace capaces de darles solución nosotros. El mundo tiene suficiente riqueza para matar a los que no nos gustan. ¿Y no tiene suficiente riqueza para evitar el hambre de los pobres? ¿Cuántos pobres podrían tener el estómago lleno en el mundo, sólo con lo que se ha gastado y se tiene que gastar con la guerra entre Rusia y Ucrania?

¿A qué hora debo llegar a misa?

Son muchos los que preguntan: “He llegado cuando ya empezaban a leer el Evangelio. ¿He oído Misa?”.

Respuesta, en primer lugar, yo no sé qué sentido pueda tener la Misa cuando nos cuestionamos si ha de ser una misa maxifalda o una misa minifalda.

Yo lo único que tengo claro es que la “Misa comienza al principio de la Misa”. Igual que una comida comienza por los aperitivos y no con el segundo plato. Todo lo demás ¿no crees que es discutirle a Dios rebajitas o descuentos por liquidación o fin de temporada?

Si la Misa es la celebración de la máxima expresión del amor de Dios, ¿podremos nosotros celebrarla con rebajas según las exigencias de nuestra pereza o de nuestra indiferencia?

Alguna vez leí un chiste en El Comercio: “Soldados, hay que abrir unas profundas trincheras”. “¿Para qué, mi General?”, pregunta un soldado.

“Para que si nos atacan, podamos defendernos mejor”. “Mi General, ¿y por qué entonces no atacamos nosotros primero y así tendrán que ser ellos los que se defiendan?”.

¿Me vale la Misa comiéndole un pedazo, mejor dicho, privándole de los aperitivos y del primer plato? ¿Y por qué no llegas a tiempo antes de que los demás coman ese pedazo? ¿Por qué andar siempre a la defensiva y no comenzamos a ir a la ofensiva? En vez de hacer trincheras, ataquemos. En vez de descuentos, lleguemos a tiempo.

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