Hoja Parroquial

Pascua 4 – A | Buen pastor

Domingo, 30 de abril del 2023

Hay algo que preocupa

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La Parábola del Buen Pastor, que leemos todos los cuartos domingos de Pascua, tiene toda una serie de indicaciones que termina dejándonos a todos intranquilos y preocupados. Es que Jesús tiene una serie de configuraciones tanto del pastor como de las ovejas, que terminamos preguntándonos todos dónde estamos.

Pastores ladrones y bandidos. Estos entran en el redil, pero no por la puerta verdadera, sino por la otra, la puerta falsa. Lo cual nos está diciendo que no todos los que tienen el título de pastores lo han conseguido válida y legítimamente. Se ve que también aquí hay quienes han logrado el diploma universitario en Azángaro.

Pastores que entran por la puerta. La puerta que es Cristo. Pastores que son nombrados por Cristo y, por tanto, pastores que presentan a Cristo y no a sí mismos, ni a sus intereses, ni a sus modos de pensar, ni a sus intereses de grupo. No es suficiente tener el título de “pastor”, es necesario saber de dónde lo consiguió, cómo lo consiguió. Según Jesús no todos los pastores han entrado al pastoreo ni por la puerta de verdad ni con títulos verdaderos.

Pastores a “quienes las ovejas atienden a su voz”. Pudiera parecer doloroso, pero tenemos que ser honestos con nosotros mismos. Cuando uno ve la realidad de la Iglesia percibe una distancia entre el rebaño y los pastores. Hay algo que ya es llamativo, “ovejas que no quieren escuchar a sus pastores”, esto se presta a una reflexión seria y sincera. Jesús propone que las ovejas escuchan a los “verdaderos pastores”, no a “los falsos pastores”.  Es decir, uno de los criterios para valorar la verdad y autenticidad de los pastores es cómo son escuchados por las ovejas.

Sería muy cómodo aquí acusar a las ovejas de estar enfermas del oído. Como sería muy cómodo acusar a los pastores de ser infieles y de ser pastores por una especie de latrocinio. Pienso que las acusaciones suelen solucionar poco o nada los problemas. Al contrario, creo que es el momento de un encuentro entre rebaño y pastores y juntos, hacer una reflexión y un discernimiento espiritual guiados todos por el Espíritu Santo.

Quienes nos consideramos pastores hoy en la Iglesia, ¿sentimos que realmente nuestras ovejas “escuchan nuestra voz” y “nos siguen”, o más somos víctimas de las críticas y del silencio y el abandono? Personalmente confieso mi confusión y hasta, diría que, mi propia insatisfacción me crea serias dudas. También yo debo leer el Evangelio en primera persona y no siempre desde los demás.

El tema de los pastores

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No es un tema nuevo, es muy viejo. Los profetas lo trataron con frecuencia y, de ordinario, el profetismo estuvo bastante más a favor de las ovejas y el rebaño que a favor de los pastores. Esa es una realidad.

La Parábola de Jesús quiere marcar las líneas de identificación de los verdaderos y de los falsos o malos pastores. Digamos que es la parábola de cómo debiéramos leer nosotros hoy uno de los temas de mayor fricción en la Iglesia: la relación entre la cabeza y los miembros, la relación entre jefes y súbditos, la relación entre pastores o ovejas y el Pueblo de Dios.

Que hoy existen tensiones es evidente. No querer verlo es renunciar a solucionarlo. La actitud que pudiéramos asumir es o callar o ver el juicio crítico que busca la verdad. Aunque otros lo vean como un ataque de los unos con los otros, sabemos que en la Iglesia hay tensiones. No se puede tapar el sol con un dedo. Tensiones las hubo siempre desde los mismos comienzos. Y las hubo y las hay porque la fidelidad al Evangelio no siempre es fácil y porque todos somos humanos, además todos tenemos nuestras maneras de ver las cosas. En una Iglesia plural tiene que haber tensiones y hasta conviene que las haya porque es ahí donde se buscan y se abren nuevos caminos de gracia y verdad. Las hubo entre Pedro y Pablo y a nadie se le ocurrió pensar que no se amaba a la Iglesia o que se la quería destruir.

No olvidemos que esta parábola toma al mismo Jesús como centro de la misma y es desde su actitud como tenemos que leerla. Su figura de pastor se presenta como criterio de cómo juzgar a los pastores. Lo curioso es que Jesús lo hace desde las actitudes que asumen las ovejas.

Pastor, pero no dueño

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Es curioso. Hay pastores que a la vez son dueños del rebaño; sin embargo, no es tan normal. De ordinario, uno es el dueño y otro el pastor. El pastor suele ser un encargado, un empleado.

En la Iglesia tenemos que confesar que ningún pastor es dueño, menos el Buen Pastor.
El Obispo no es dueño del rebaño diocesano, Dios es el dueño.
El Párroco no es el dueño del rebaño parroquial, Dios es el dueño.
Los padres de familia, también ellos pastores, no son dueños de sus hijos, Dios es el dueño.

Por eso es a Dios a quien tenemos que darle cuenta del rebaño:
De si están todas las ovejas dentro o andan algunas fuera.
De si están todas sanas o hay también algunas enfermas.
De si están bien alimentadas o hay ovejas flacas y hambrientas.
De si los pastos son los adecuados o es preciso llevarlas a otros campos.
De si el clima es el apropiado o necesitamos cambiarlas de espacio.

El pastoreo es toda una técnica de vida, de salud, de ambiente. En realidad, el pastoreo es toda una técnica que brota sí del profesionalismo, pero sobre del amor. A Pedro se le encargó la misión del pastoreo: “Apacienta a mi ovejas”. Pero antes, se le examinó de su capacidad de amar. Porque quien no ama de verdad a las ovejas, no vale para pastor. Quien no ama de verdad, nunca dará ni gastará su vida por las ovejas.

La vocación de pastores

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El verdadero pastor en el Pueblo de Dios tiene unas marcadas características:
Pastor no es el que quiere serlo, sino aquel a quien Dios llama para que lo sea.
Pastor no es el que empuja al rebaño, sino el que va delante y al que sigue el rebaño.
Pastor no es el que utiliza al rebaño a favor suyo, sino el que da la vida por el rebaño.
Pastor no es el que encierra a las ovejas, sino el que las “saca fuera”.
Pastor no es el que grita a las ovejas, sino el que “las llama por su nombre”.
Pastor no es cualquiera que habla, sino aquel “cuya voz reconocen las ovejas”.

Tal vez lo más interesante del buen pastor sea que no se salta las paredes y se mete a pastor, sino que es aquel a quien el Señor le concede el don y el carisma de pastor.

Con frecuencia miramos al pastor desde su condición de jefe, de autoridad, de ser el que está más arriba. En realidad, el pastor es otra cosa, es el que considera a las ovejas como más importantes que él y por eso da la vida por ellas. El pastor no está lejos de las ovejas, sino cerca o en medio de ellas.

El pastor que no huele a oveja puede ser cualquier cosa, menos pastor. Las ovejas le conocen por la voz, pero también por el olor.  Oler a rebaño. Oler a oveja. Oler a lana. Oler a pueblo. Oler a gente sencilla. Oler a pobre. Oler a Dios, pero oliendo a rebaño. Oler a Dios pero oliendo a pueblo sencillo.

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