“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que cree en Él, sino que tengan vida eterna”.
1.- Fiesta de la Santísimo Trinidad, fiesta del misterio. ¿No cree que mejor nos vamos?
RESPUESTA: ¿Y por qué hemos de irnos? Si no sabemos explicar el misterio, pongámonos de rodillas y simplemente lo adoramos.
2.- Padre Clemente, ¿no cree usted que siendo Dios el fundamento de toda nuestra vida, debiera ser algo sencillo de entender y de comprender por todos?
RESPUESTA: Un momento, ¿y crees que te conoces mejor a ti mismo que lo que conoces de Dios? Al fin y al cabo, no sólo Dios es un misterio, también nosotros lo somos. Sin embargo, aún sin entendernos demasiado nos sentimos a gusto con nosotros mismos.
3.- ¿De qué nos sirve un Dios que es un misterio que nunca lograremos entenderlo?
RESPUESTA: Mira, Dios no es un problema que tengamos que resolver. Dios es un misterio ante el cual nos ponemos de rodillas. Lo que no entienda la cabeza, lo van a entender las rodillas. Hay muchos modos de conocer a Dios: el asombro, la contemplación, la adoración, la admiración…
4.- ¿Por qué dice usted que Dios no es un problema que tengamos que resolver?
RESPUESTA: Porque dejaría de ser Dios. Las cosas siguen interesándonos en tanto captan nuestra atención, pero cuando ya las desvelamos, pierden interés. El niño goza mientras destroza el juguete, quiere saber qué lleva dentro, pero cuando ya lo ha visto todo, el juguete queda tirado en una esquina.
5.- Un problema es problema mientras no lo resolvemos, cuando lo resolvemos ya pierde el interés.
RESPUESTA: Exacto. Y esto nos sucede incluso con las personas. Mientras las conocemos de lejos nos resultan interesantes, pero cuando nos acostumbramos a ellas y creemos conocerlas, ahí mismo como que nos desilusionamos de ellas.
6.- Padre, ¿cuál es el mejor camino para conocer la verdad de Dios?
RESPUESTA: Dios no tiene más caminos que uno. Conocemos de Dios aquello que Dios quiere decirnos de sí mismo y a eso llamamos la revelación. Por parte nuestra, también hay un camino.
7.- ¿El camino de Dios a nosotros es la revelación, lo que Él nos dice y comunica de sí mismo? ¿Cuál es nuestro camino hacia Él?
RESPUESTA: No me lo vas a creer. Nuestro camino hacia Dios es: “Escucharle”. Leyendo la Biblia, a mí siempre me ha impresionado una cosa de Dios…
8.- ¿Se puede saber cuál es?
RESPUESTA: Dios comienza por manifestarse como “alguien que habla” y “alguien que nos llama”. Por eso mismo, el mejor camino para conocer a Dios es “escuchar su Palabra”. Pero escucharla no sólo con los oídos, sino escucharla con el corazón.
9.- Un Dios que habla, es un Dios que se comunica fuera de sí mismo.
RESPUESTA: Es un Dios que se dice. Un Dios que se comunica. Un Dios que se expresa a sí mismo. No es un Dios encerrado sobre sí. No es un Dios para sí. El Dios de nuestra fe es un Dios para los demás. Un Dios, ¿te imaginas? Para ti, y para mí.
10.- Ya no falta más que decir que es un Dios que no tiene secretos para nosotros.
RESPUESTA: Oye, viejo, ¿cuántos años llevamos juntos tú y yo en este programa?
11.- Demasiados para contarlos…
RESPUESTA: Creo que nos hemos hecho buenos amigos, ¿no crees? ¿Quieres que te diga una cosa? Te apuesto a que existen más secretos entre tú y yo, que entre Dios y nosotros.
12.- ¿Significa que ya lo conocemos todo de Dios?
RESPUESTA: Cuidado. Yo no te he dicho que lo conocemos todo de Dios. Te he dicho que Dios se ha dicho entero y no guarda secreto alguno de sí mismo. El problema está en nosotros que necesitamos toda la vida y toda la eternidad para poder descubrir todo ese misterio que Él nos ha revelado.
13.- Yo sé que le estoy pidiendo algo difícil, pero ¿sería usted capaz de hacernos una síntesis de los rasgos que Dios nos ha dicho y manifestado de sí mismo?
RESPUESTA: El primero, Dios me ha regalado el don de la vida. El segundo, es un Dios que habla. Tercero, es un Dios que “llama y me llama”. Cuarto, es un Dios que me pregunta por la suerte de mi hermano. Quinto, es un Dios que tiene oídos, y escucha el dolor humano. Sexto, es un Dios que nos quiere libres y nos saca de nuestras esclavitudes. Sétimo, es un Dios que quiere compartir nuestra condición humana. Octavo, es un Dios que nos ama y porque nos ama es un Dios que nos envía a su propio Hijo.
14.- Oiga, ya está bien, ya está bien…
RESPUESTA: Que conste que no estoy inventando nada. Todo eso es la manera que Él tiene de describirsee a sí mismo.
15.- Lo extraño, Padre, es que Dios pareciera no decirnos nada de sí mismo, sino manifestarse en su relación con nosotros.
RESPUESTA: Todo lo que Dios es en sí mismo, lo es para nosotros. Desde que Dios creó al hombre pareciera que no es capaz de pensarse a sí mismo sin esta pasión por el hombre, y esto lo expresa maravillosamente Jesús.
16.- ¿En qué sentido?
RESPUESTA: Desde que Jesús se hizo hombre quedó contagiado con la enfermedad del hombre. Volverá al Padre, pero seguirá estando en medio de nosotros. Volverá a la condición de Dios, pero sin olvidar su condición de hombre. Las llagas de sus manos y de su costado, seguirán vivas delante del Padre. Jesús, el Hijo, ha quedado marcado por las señales de su pasión y muerte.
17.- Padre, ¿qué relación tiene el Evangelio de hoy con todo esto?
RESPUESTA: Pues yo diría que es una manifestación de todo lo que estamos diciendo. ¿Lo quieres ver?
18.- Pues la verdad que siento curiosidad.
RESPUESTA: ¿Cuál es el primer rasgo que aparece aquí en Dios?
19.- Siento que el primer rasgo es el del amor.
RESPUESTA: “Tanto amó Dios al mundo”. Y ese tanto lo expresa en algo sorpresivo: “Que entregó a su Hijo único”. La medida del amor de Dios a nosotros, si es que se puede hablar de medida, es nada menos que “le entrega del Hijo”, que es lo mismo que la entrega de sí mismo.
20.- Pero creo que ofrece otros rasgos…
RESPUESTA: Claro, Dios nos ama tanto que nos entrega a su Hijo único y nos ama con una finalidad concreta: para que no “perezcamos” ni uno solo de los que creemos en Él, sino “que tengamos vida eterna”. Dios no quiere la muerte, Dios ama la vida, no nos quiere muertos. Dios nos quiere llenos de vida, hasta el punto de que ya en esta vida participemos de alguna manera de la vida eterna, que ya no vivamos sólo de nuestra vida, sino que vivamos la suya en la nuestra.
21.- Lo que a mí me sorprende de todo esto, es qué importancia podemos tener nosotros para que Dios nos considere, perdóneme la expresión, como la razón de su vida.
RESPUESTA: En las religiones paganas o racionalistas, religiones filosóficas, Dios vive para sí mismo, el hombre está al servicio de Dios. Mientras que el Dios que se nos revela, más que un Dios para sí, es un Dios para el hombre. Como si la razón de Dios fuese el hombre. Tú preguntas por la importancia del hombre para Dios, yo creo que no hay más que una sola razón…
22.- ¿Cuál?
RESPUESTA: El hombre es la máxima obra de Dios, lo hace a su imagen y semejanza y, luego, lo declara nada menos que su hijo. ¿Hay alguien más importante para un padre que su hijo? Fuera de Dios nada hay más importante que el hombre. Tan importante, que Dios no tiene dificultad alguna en entregar a su propio hijo por la salvación del hombre.
23.- No entiendo por qué, entonces, todas las filosofías modernas ven a Dios como el mayor enemigo del hombre. Dios es el que aplasta al hombre. Dios es el que priva de su libertad al hombre. ¿Acaso la gran tesis del ateísmo moderno no es negar a Dios para salvar al hombre?
RESPUESTA: El Dios del ateísmo es el Dios de la razón, no el Dios de la fe. Es el Dios que nosotros nos hemos construido, no el Dios que se ha revelado a sí mismo. Un Dios cuyo atributo esencial es “la omnipotencia”. Mientras que el Dios de la revelación es el Dios del amor, el Dios de la debilidad.
24.- ¿El Dios de la debilidad? ¿Un elemento más en la manifestación de Dios?
RESPUESTA: El poder es incompatible con el amor. La esencia de Dios es amar y la plenitud del amor sólo puede expresarse en la debilidad.
25.- Algunos tratan de salvar omnipotencia y amor diciendo que se trata de la “omnipotencia amorosa”.
RESPUESTA: Respeto a quien quiera ver la omnipotencia del amor, pero personalmente, prefiero la expresión que de sí mismo hace Dios: es tan débil que hasta los hombres pueden juzgarle, atarle, condenarle y hacerle morir en la Cruz. La Cruz será siempre el signo de la plenitud de la debilidad, por eso es también el signo de la plenitud del amor.
26.- Espero disculpe mi atrevimiento, pero me siento un tanto inquieto. ¿El Dios en quien decimos creer, será de verdad el Dios de la revelación o el Dios de la filosofía?
RESPUESTA: Una pregunta nada fácil. Y sospecho por dónde apuntas…
27.- Es que, si miro en torno mío, siento la impresión de que vivimos más la experiencia de un Dios poderoso, de quien depende la salvación o la condenación, que un Dios amor.
RESPUESTA: Me imaginaba que tu inquietud iba por ese camino. El problema está en que, con frecuencia, nuestra experiencia de Dios es medio racionalista, medio revelación. Para quienes ven la vida del cristiano como un moralismo y no como la libertad en el Espíritu, es mejor hablar de un Dios que juzga y condena. ¿Recuerdas el Juicio Final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina?
28.- ¿No le gusta?
RESPUESTA: Admiro la pintura, pero no me gusta nada. Un Cristo que si te da un puñetazo te envía al otro barrio… Yo prefiero el Evangelio de hoy, y prefiero escuchar las palabras de Jesús.
29.- ¿A qué palabras se está refiriendo?
RESPUESTA: Prefiero las leas tú, ahí las tienes…
30.- Veamos: “Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”.
RESPUESTA: ¿Quieres algo más bello? Dios no envió a su Hijo para juzgar y condenar al mundo, sino para salvar al mundo. Yo lo pondría así: Dios no envió a su Hijo al mundo para revelar el poder de condenación de Dios, sino que lo envió para revelar el amor de Dios al mundo.
31.- Padre, ¿no estará usted negando el juicio de Dios?
RESPUESTA: No, de ninguna manera. Pero prefiero ver las cosas como San Pablo en la Carta a los Romanos. Prefiero seas tú mismo quien leas el texto, para que nadie diga que lo he cambiado. Lee ahí…
32.- “¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió por nosotros, más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y te intercede por nosotros?”. (Romanos 8,33-34)
RESPUESTA: ¿Has visto? ¿Quién nos acusará? ¿Acaso el mismo que nos justifica? ¿Y quién nos condenará? ¿Acaso aquel que murió por nosotros? Es decir, seremos acusados y seremos juzgados por el amor.
33.- Escuchando esto uno siente como si el alma le volviese al cuerpo porque sobre esto hemos escuchado cada cosa…
RESPUESTA: ¿Sabes a qué tengo miedo de verdad? Al juicio de los hombres.
34.- ¿Y no tiene miedo al juicio de Dios?
RESPUESTA: ¿No te escandalizas de lo que voy a decirte?
35.- Espero no escandalizarme.
RESPUESTA: Dios ya me ha juzgado al darme el don de la fe. “El que cree en Él no será juzgado”. El resto de juicios de Dios, serán juicios de amor. El amor de Dios es mayor que todas mis debilidades y flaquezas. Mi confianza no se basa en mi ni en mi inocencia. Mi confianza se la debo a que Él “me amó tanto que entregó a su Hijo único a la muerte y una muerte de Cruz” por mí.
36.- Este nuevo rostro de Dios sí que me gusta. Y no lo digo porque quiera justificar mis infidelidades, sino porque a donde no llega la santidad de mi vida, estoy seguro de que llegará el amor del que murió por mí.
RESPUESTA: Por eso, el Dios de nuestra fe, no es el Dios al que hemos de tener miedo, sino el Dios al que tenemos que amar. Por eso me gusta esa canción que dice: “Sólo el amor nos salvará”.
DESPEDIDA: Bueno, amigos no os pregunto cómo es el Dios en el que creéis. Sólo os diré: Dios es amor.