“El Reino de Dios es como un grano de mostaza”.
Proclamamos el Evangelio de Jesucristo según San Marcos en el Capítulo 4, versículos del 26 al 34:
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la cosecha”.
Dijo también: “¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Es como un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden cobijarse y anidar en ella”.
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
PALABRA DE DIOS
Palabras de Clemente:
Hola amigos: ¿Os ha gustado esta parábola de Jesús? Personalmente a mí me ha encantado. Por fin hay alguien que me dice que hay cosas que no dependen de nuestro esfuerzo y trabajo. Por fin alguien me dice lo contrario a J. P. Sartre, “que el hombre no es más que lo que hace”.
Estoy convencido de que esta parábola a muchos les va a chocar, porque, acostumbrados a que todo lo tenemos que hacer nosotros, a que todo depende de nuestro esfuerzo y sudores, alguien como Jesús me dice hoy que hay cosas que brotan y crecen sin que sepamos cómo, que lo hacen sin que nosotros hagamos nada, mejor dicho, mientras nosotros dormimos.
No es que los carros se hagan por sí solos mientras dormimos, ni que las casas se construyan mientras nosotros roncamos y dormimos. Lo que sí se nos dice que la vida tiene una fuerza en sí misma que no depende de nosotros.
Sí se nos dice que las semillas que sembramos crecen por su misma fuerza interna, aunque nosotros estemos dormidos; y que Dios mismo va creciendo dentro de nosotros, por más que nosotros no sepamos cómo.
Esa es la diferencia entre hacer cosas y sembrar semillas de vida. Esa es la diferencia entre depender del fruto de nuestro esfuerzo o depender del dinamismo de la vida.
Ustedes mismo tienen la experiencia. ¿Cuántos granos o semillas habéis sembrado en vuestro jardín? Ahora, ¿qué hacéis? A esperar sencillamente a que crezcan por sí mismas, broten, echen el tallo y terminen dando bellas flores.
El Evangelio es una fuerza que crece interiormente. Dios es una fuerza que crece desde dentro. La vida de cada día es una fuerza que se va desarrollando cada día sin nosotros enterarnos. ¿No se han dado cuenta de cómo vuestro hijo crece sin que lo notéis? Lo notáis al año, cuando ya la ropa le queda corta y los zapatos ya no le sirven. No, amigos, no todo depende del trabajo. Hay que trabajar, claro que sí, pero hay muchas cosas que no dependen de nuestro trabajo.
1.- No sabe cuánto le agradezco este comentario. Toda la vida rompiéndome el alma trabajando y, por fin, alguien me dice que no tengo que trabajar. Esto sí lo que tengo que anunciar por la radio.
RESPUESTA: Oye, majo, tampoco ahora tomes el rábano por las hojas. Yo no te he dicho que no trabajes. Si quieres comer tendrás que trabajar y si quieres que en la radio te paguen, tendrás que trabajar.
2.- ¿Acaso no acaba usted de decir que no hay que trabajar porque las cosas vienen solas de por sí?
RESPUESTA: Yo no te redicho eso. Te he dicho que “no todo es trabajo”, que el Evangelio no dice lo que afirma el filósofo Sastre de que “el hombre no es más que lo que hace”.
3.- Es decir, que tengo que seguir trabajando hasta jubilarme, hasta que sea viejo.
RESPUESTA: Te he dicho que no todo es trabajo, que hay muchas cosas más, a veces las más esenciales, las que no dependen de nuestros esfuerzos, tienen fuerza y vitalidad en sí mismas. Te he dicho que hay cosas que para que existan necesitan de nuestro trabajo, pero hay otras muchas que nacen y crecen, incluso mientras tú duermes y sueñas con los angelitos.
4.- O sea, que tengo que seguir madrugando cada mañana para venir a la radio como siempre…
RESPUESTA: Pues, siento desilusionarte, pero tendrás que seguir madrugando y venir a la radio, porque de lo contrario no te van a pagar a fin de mes. Pero, quiero también decirte, que no todo se reduce a trabajar, que hay muchas, muchísimas cosas que crecen sin que tú hagas nada, mejor dicho, algo tendrás que hacer, pero luego son ellas mismas las que crecen, se desarrollan y maduran.
5.- ¿Y cuáles son esas cosas?
RESPUESTA: Las semillas, algo que nosotros olvidamos con frecuencia. Todo lo queremos hacer nosotros y nos olvidamos de algo esencial, a lo que no damos importancia: sembrar semillas. Recuerdas aquello que dice San Pablo: “Pablo plantó, Apolo regó, pero es Dios quien da el incremento”, es decir el crecimiento.
6.- Pero todo esto a qué viene si, al fin y al cabo, yo tengo que seguir trabajando y no puedo jubilarme.
RESPUESTA: Jesús nos está hablando del reino de Dios, nos está hablando de la gracia de Dios, nos está hablando de Dios en nosotros. A nosotros nos toca sembrar. Sembrar semillas de verdad, de vida, de honestidad, de sinceridad, de santidad. Luego el Evangelio mismo tiene su fuerza interna que va creciendo en nosotros, aún sin que sepamos nosotros cómo.
7.- Lo cual vendría a decirnos que lo importante en la vida es no hacer cosas sino sembrar semillas.
RESPUESTA: Es el oficio más maravilloso de todos. Eso yo lo he entendido a lo largo de mi sacerdocio. Si de mí dependiera, yo convertiría a todos hoy mismo, pero a lo largo de mi vida me he ido convenciendo de que a mí sólo me toca ser chacarero del Evangelio, sembrar las semillas del Evangelio. El resto ya no depende de mí.
8.- ¿Y de qué depende?
RESPUESTA: De la fuerza misma del Evangelio y de la respuesta de los demás. El Evangelio tiene una fuerza interna que, aún sin darnos cuenta, va brotando en el mundo, va creciendo y va dando frutos. El Señor nos regala su amor y este amor va haciendo su obra en nosotros y nos va cambiando casi sin darnos cuenta.
9.- ¿Esto ha sido lo que usted ha hecho en mí a lo largo de esto casi veintiocho años de trabajar juntos?
RESPUESTA: Yo nunca, y tú lo sabes, he tratado de cambiarte. Ni te conocía cuando comenzamos, pero caminando los días, meses y años, algo ha ido aconteciendo ahí dentro de ti sin que ni tú ni yo nos enteremos. No me dirás que hoy eres el mismo del comienzo. Ahí tienes las semillas.
10.- Es decir, el Evangelio no se impone, se siembra.
RESPUESTA: Yo no puedo imponer a Dios a nadie. Yo no puedo imponer el Evangelio a nadie. Yo no puedo imponer la santidad a nadie. Sí puedo sembrar semillitas y tu experiencia te lo dice, las semillas crecen de por si mismas.
11.- Creo que desde hoy voy a cambiar de profesión. Voy a dejar de ser periodista y me hago agricultor o chacarero.
RESPUESTA: Pero si no hace falta que cambies de profesión. ¿Acaso como periodista no puedes sembrar semillas de bondad, semillas de justicia, semillas de verdad, semillas de esperanza, semillas de ilusión? Más que vocación de agricultor, creo que necesitamos tener la vocación de Jesús.
12.- ¿Cuál fue esa vocación de Jesús?
RESPUESTA: Una muy clara y muy definida: sembrar. Sembró vida, sembró salud, sembró el reino de Dios, sembró la Iglesia. Pasó por la vida sembrando semillas de Dios y de Evangelio y los frutos ya los estamos viendo.
13.- Pensándolo bien uno se da cuenta que no tuvo ninguna profesión, ningún oficio.
RESPUESTA: Jesús no fue de los que impuso sus ideas, las sembró. Jesús no fue de los que impuso su Evangelio, lo sembró. Jesús no fue de los que impuso nada por la fuerza. La única fuerza de Jesús fue la fuerza de las semillas de vida y de Evangelio que sembró.
14.- Nosotros empeñados en cambiar el mundo con leyes e imposiciones y obligaciones y condenas y hasta excomuniones.
RESPUESTA: Así nos luce el pelo. El mundo no cambia. Las personas no cambian porque las leyes sean más duras. El corazón humano cambiará cuando seamos capaces de sembrar en él: respeto a los demás, honestidad, sinceridad, verdad, ilusión, esperanza y bondad. ¡Cuántos cambiarían por una simple palabra de amor! ¡Cuántos cambiarían por unas simples semillas de bondad en sus corazones!
15.- Hablamos mucho contra la injusticia y la injusticia sigue campeando.
RESPUESTA: ¿No será preferible dedicarnos a sembrar semillas de valoración de las personas, semillas de fraternidad entre las personas, semillas de generosidad entre todos, semillas de gratuidad de los unos con los otros? ¿Te cuento una historieta, que no por ser un cuento deja de tener su fuerza y sentido?
16.- Pues, a decir verdad, me gustaría.
RESPUESTA: Dicen que, en una feria de exposiciones, también Dios compró su estante y le puso un título: “Aquí se vende la felicidad”. Corrió la voz y todo el mundo se fue al estante de Dios y Dios a cada uno le regalaba unas semillitas. La gente comenzó a quejarse nos prometieron la felicidad.
17.- ¿Y qué respondió Dios?
RESPUESTA: Lo único que tenía que responder. Sí, aquí se vende la felicidad, pero en semillas. Cada uno tendrá que dejarlas crecer en su corazón.
18.- ¿No cree que esto debiera servirnos como modelo de evangelización? Evangelizamos moralizando demasiado, pero creamos pocas ilusiones.
RESPUESTA: Yo estoy en total acuerdo contigo. Jesús no anunció el Evangelio con condenas ni con ideas que metiesen miedo a la gente de condenarse. Él se dedicó a sembrar semillas de lo nuevo. Sembró esperanzas. Sembró ilusiones. Evangelizar desde el miedo a condenarse es sencillamente meter miedo a la gente. Lo que importa es sembrar semillas de vida. No sabemos si todas brotarán. Yo me daría por satisfecho el día en que vea el mundo como un sembrío de semillas.
19.- ¿Y quién cuida luego esas semillas?
RESPUESTA: Habrá que cuidarlas claro que sí, pero la semilla de Dios sembrada en el corazón humano tiene ya fuerza por sí misma para crecer. ¿Sabes cómo me imagino yo el mundo?
20.- Ni idea.
RESPUESTA: Sembrado de semillas de gracia, semillas de Dios y nosotros contemplando cómo y cuando amanece la primavera florida, una primavera de santidad. Yo reconozco que es preciso la norma moral, pero creo que avanzaríamos mucho más si en vez de tantas prohibiciones, fuésemos capaces de sembrar ideales de gracia, ideales de Evangelio, ideales de santidad.
21.- Sin embargo, también he escuchado comentarios de que tanto hablar del “amor de Dios” y que “Dios siempre perdona”, estamos facilitando el camino del pecado.
RESPUESTA: Yo nunca he logrado entender que los grandes ideales debiliten nuestras fuerzas. Nunca entenderé que si logro descubrir la verdad del amor, luego sea capaz de ofenderte. Nunca entenderé que si logro sentir dentro de mí la llamada a la santidad, luego sea tan condescendiente con mis debilidades.
DESPEDIDA: Sí, amigos, todos somos tierra sembrada por Dios. Dios está creciendo cada día dentro de nosotros.