“Yo soy la vid, ustedes las ramas”.
Proclamamos el Evangelio de Jesucristo según San Juan en el Capítulo 15 versículos del 1 al 8:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el viñador.
Si alguna de mis ramas no da fruto, él la arranca; y poda las que dan fruto, para que den más fruto.
Ustedes ya están limpios por las palabras que les he hablado; permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes.
Como la rama no puede producir frutos por sí misma, si no permanece en la vid, así tampoco pueden ustedes producir fruto si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes las ramas; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no pueden hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como ramas secas; luego las recogen y las echan al fuego, y arden.
Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les dará. Con esto recibe gloria mi Padre, en que ustedes den fruto abundante; así serán discípulos míos”.
PALABRA DE DIOS.
1.- Bueno, Padre Clemente, aquí ya no falta, sino el vino. Tenemos la vid, tenemos los sarmientos, tenemos los racimos. Ya no falta sino el vino.
RESPUESTA: Claro que tenemos vino. ¿Cuál es el fruto de los racimos sino el vino? Aquí Jesús nos dice que el sarmiento unido a la vid, dará mucho fruto. Yo diría dará buen vino.
2.- Voy a pedirle un favor. ¿Nos podría resumir lo más breve posible el sentido de este Evangelio de la vida y los sarmientos?
RESPUESTA: Voy a tratar de hacerlo lo más claro posible. Jesús establece dos principios y dos consecuencias. Primer principio: La Resurrección marca un cambio de centro de relación: de la Ley como centro, a Jesús como centro. Segundo principio: La nueva vida pascual es vivir unidos a Jesús y permanecer en esa unión y comunión. De estos dos principios Jesús saca dos conclusiones. Primera conclusión, sin Él no podemos nada, pero con Él lo podemos todo. Segunda conclusión, el permanecer en esa unión es garantía infalible de nuestra oración. Además, una tercera conclusión general, así damos gloria al Padre y somos discípulos suyos.
3.- Pues sí nos lo ha puesto bien clarito. Pero ahora va a tener que explicárnoslo, porque creo que hay aquí cosas bien interesantes. Comencemos por el primer principio, la Resurrección como cambio de relación. ¿Nos lo podría traducir al castellano?
RESPUESTA: Lo vas a entender enseguida. Dime, ¿cuál era en todo el Antiguo Testamento el centro de cohesión y pertenencia como Pueblo de Dios?
4.- Hasta donde yo sé era la Ley de Moisés. El libro de la Ley era básico y fundamental para ellos.
RESPUESTA: Has hablado como un maestro de la ley. La experiencia religiosa del Antiguo Testamento se centraba en el conocimiento de la ley. El cumplimiento de la ley era la garantía de fidelidad a Dios. El quebrantar la ley era alejarse de Dios.
5.- Digamos que el punto de referencia para conocer a alguien como miembro del Pueblo de Dios era el cumplimiento de la Ley…
RESPUESTA: Bueno, estaba también la experiencia de la alianza y estaba la enseñanza de los profetas, pero el nervio era la ley. El cumplimiento de la ley.
6.- Una ley que, con frecuencia, Jesús quebrantó durante su vida: el problema del sábado, del descanso, de tocar a los leprosos…
RESPUESTA: No. Jesús no quebrantó la ley. La interpretó. Y la interpretó poniendo como referencia el servicio al hombre. La ley debía ser para el hombre y no el hombre para la ley.
7.- ¿Qué tiene que ver todo esto de la ley con el nuevo punto de referencia pascual que usted decía?
RESPUESTA: A partir de la Pascua, Jesús les quiere dejar muy en claro que ya no es la relación con la ley lo que nos hace hijos de Dios, sino la relación con Él mismo. Hay aquí cambio de eje. Ya no somos de verdad hijos de Dios, no tenemos vida por cumplir con la ley. El nuevo eje, el nuevo centro es Él mismo, y tendremos vida en la medida en que vivamos unidos a Él, no a la ley.
8.- ¿Este es el simbolismo de la “vid y los sarmientos”?
RESPUESTA: La viña era el símbolo de Israel como pueblo de Dios; pero ahora Jesús dice que la verdadera viña ya no es Israel. La verdadera viña ya no son los seguidores de la ley. La verdadera viña es cuantos viven unidos a Él que es el verdadero tronco o cepa. Fíjate lo que dice: “Yo soy la verdadera vid”.
9.- Oiga, Padre, Jesús ha dado como una especie de golpe de estado.
RESPUESTA: Lo que Jesús ha hecho es un cambio radical en la vida de los hombres. Ya no es la ley la que da la verdadera vida. La verdadera vida es la que brota de Él. El verdadero miembro del nuevo Pueblo de Dios es aquel que vive y permanece unido a Él.
10.- Es decir, que ahora la vida no corre por las venas de la ley, sino por las venas de Jesús.
RESPUESTA: Igual que el tronco de la vid es el que hace pasar la vida de las raíces a los sarmientos o ramas, así es también ahora Jesús. La vida de Dios, la gracia de Dios, corre por las venas de este tronco o vid y de esa vida tienen que alimentarse los sarmientos que somos nosotros.
11.- Yo quiero sacar una conclusión. Según esto la verdadera vida de la Iglesia no está en el cumplimiento de las leyes, sino en estar unidos a Jesús.
RESPUESTA: Sin esta vida de Jesús, la Iglesia está muerta. Sin esta comunión de vida con Él, también nosotros estamos muertos. La ley no da vida. Las leyes ayudan o debieran ayudar a que nosotros podamos vivir lo más íntimamente unidos a Jesús.
12.- La Iglesia no es entonces una comunidad en torno al Derecho Canónico.
RESPUESTA: La Iglesia es una comunidad de vida con Jesús. El Derecho Canónico tendrá la finalidad de organizar esta comunidad para que viva más en profundidad esta comunión de vida. El Derecho Canónico sin vida sería una simple estructura externa.
13.- Ahora entiendo porqué en este texto Jesús repite una y otra vez el verbo “permanecer en Él”.
RESPUESTA: ¿Has contado las veces que repite eso de “permanecer”?
14.- Ahora sí me ha cogido usted en fuera de juego. He visto que son muchas, pero de verdad que no las he contado.
RESPUESTA: Ahí tienes el texto. ¿Por qué no las cuentas?
15.- Veamos… Una… Dos… Tres… Cuatro… Cinco… Seis… Siete…
RESPUESTA: Y se te ha pasado una que está implícita. En ocho versículos, ocho veces se nos pide “permanecer en Él”. Ya está bien. ¿No te parece? Y esto por si alguno lo pone en duda…
16.- De todo esto, usted sacaba tres consecuencias. Mejor dicho, dos conclusiones y una general que las ensambla a todas. La primera conclusión, si mal no recuerdo, decía que sin Él no podemos hacer nada, pero que con Él todo es posible para nosotros.
RESPUESTA: Las consecuencias no las saco yo, las saca el mismo Jesús. Yo sólo las he explicitado.
17.- De acuerdo, son conclusiones de Él mismo, pero ¿qué se entiende por “nada podéis y todo lo podéis”?
RESPUESTA: Esta ha sido una de las ideas que más le impresionó a San Pablo y qué más nos debiera impresionar a nosotros. Un sarmiento seco, que no tiene la vida de la cepa de la vid, ¿para que sirve?
18.- Si está seco no sirve para nada, está seco.
RESPUESTA: Y no sirve para nada, porque, aunque esté unido materialmente a la cepa de la vid, no participa de su vida. El que no vive de la vida de la vid es un sarmiento que estorba y hay que cortarlo. Incluso es una leña muy pobre para el fuego…
19.- Mientras que el que participa de la vida de la cepa está verde y produce lindos racimos.
RESPUESTA. Hay una frase que a mí me fastidia escuchar. No digo que me ponga de mal humor, pero sí me deja una gran pena y sensación de vacío…
20.- ¿A qué frase se refiere? ¿Está aquí en el texto?
RESPUESTA: Me refiero a cuando alguien viene y te dice: “Padre, yo no puedo”. Quisiera, pero no puedo. Lo he intentado y no puedo. Tengo la sensación de estar ante un derrotado que no ha descubierto sus verdaderas posibilidades.
21.- Pero esa creo que es la experiencia de la gran mayoría de la gente. Uno quisiera, pero nota que la debilidad termina siendo más fuerte que uno mismo.
RESPUESTA: Oye, ¿me quieres poner de mal humor? Primero tendríamos que cambiar el verbo porque eso de “quisiera” es el verbo de la mentira. Quisiera, pero realmente no quiero. Quisiera triunfar, pero claro que no me cueste. En segundo lugar, es posible que tú solo no puedas. ¿Has contado acaso con el poder y la fuerza de esa vida que te viene de Él?
22.- Entendámonos. Olvidemos el “quisiera”. Vamos al “yo sí quiero”. ¿Es suficiente?
RESPUESTA: No. La vida de la gracia, la santidad, el triunfo del Evangelio, no se deben a un simple voluntarismo. Se debe a estar unidos a Jesús, dejar que su vida circule por las venas de nuestro espíritu. Entonces, escucharemos su voz que nos dice: “Sin mí no podéis hacer nada”. Pero el que permanece en mí y yo en él, “ese da fruto abundante”.
23.- Veamos si lo he entendido. Yo solo no. Pero yo y Él en mí, sí.
RESPUESTA: San Pablo, igualito que nosotros, sentía que quería muchas cosas. Pero su debilidad le frustraba. Hasta que se dio cuenta: “Yo sólo no, pero con él en mí todo lo puedo”. Y consagró aquella frase: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”.
24.- Ya he comprendido. No vivir en comunión de vida con Él, es como pedirle al sarmiento seco que dé buenos racimos.
RESPUESTA: Esa es la idea de Jesús. El sarmiento seco sólo sirve para tirarlo, no tiene vida, imposible que dé racimos. Pero el que esta irrigado por dentro de la vida del tronco es un sarmiento precioso y de él cuelgan maravillosos racimos.
25.- Dicho de otra manera: el que diga que no puede, primero tendrá que preguntarse si es sarmiento verde o es un sarmiento seco.
RESPUESTA: Cuando uno vive en comunión de vida con Jesús, nunca podrá decir “yo no puedo” porque siempre podrá. O, mejor dicho, siempre podrá Jesús en él. Porque, en el fondo, Jesús nos viene a decir que quien vive de Él, forma una comunión de vida donde ya no somos nosotros, sino que es Cristo quien vive y actúa en mí.
26.- Bueno, Padre Clemente, quedemos entonces en “sí podemos”. Pero estaba la segunda conclusión que también me parece importante. Creo que usted decía que. de esta unión también dependía la eficacia infalible de la oración. ¿Nos dice cómo es esto?
RESPUESTA: Vayamos al texto. Lo que yo diga vale poco. Aquí lo importante es lo que dice el mismo Jesús: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará”. Permanecer unidos por la comunión de vida de la gracia y que sus palabras permanezcan en nuestro corazón, es la garantía de que nuestra oración será escuchada.
27.- Con frecuencia, Padre, la gente se queja y lamenta de que Dios no la escucha. De que Dios no le hace caso y hasta lo interpreta como si Dios no la quisiera y amase.
RESPUESTA: Volvamos al texto que es nuestra garantía. Cuando oramos ¿“permanecemos unidos a Jesús”? ¿Permanecen vivas sus palabras en nuestro corazón? Esta comunión es como el hilo telefónico que nos une al Padre. ¿Qué sucede cuando cortamos el hilo del teléfono?
28.- Si el hilo está cortado no puede haber comunicación. La llamada que hacemos queda en nuestro propio teléfono, pero no puede llegar al teléfono del otro.
RESPUESTA: Muy significativa tu imagen. Pues cuando oramos, lo primero que tenemos que tener presente es si la línea telefónica está unida. Lo primero que necesitamos es si “Jesús permanece en nosotros”. Este permanecer en nosotros es le hilo conductor de la voz de nuestra oración.
29.- Según esto, Padre, los pecadores no podrían orar…
RESPUESTA: El pecador siempre podrá orar al Padre pidiendo su conversión. Como cuando tú llamas a la telefónica para que repongan el cable. Además, cuando uno siente necesidad de llamar a Dios, de alguna manera ya comienza a reanudarse la comunión espiritual.
30.- Padre, usted hablaba de una conclusión general final que se expresaba en dos realidades. ¿Nos podía explicar cuál esa conclusión general?
RESPUESTA: ¿Volvemos de nuevo al texto? Casi prefiero que lo leas tú mismo, que ya eres experto. Lee el último versículo, el ocho.
31.- El versículo 8… Aquí lo tengo: “Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos”.
RESPUESTA: ¿Has visto que bella conclusión? La mejor manera de dar gloria a Dios, de manifestar su poder y su amor, es que vivamos en comunión todos nosotros sarmientos de su Pueblo con Jesús y que así, “demos fruto abundante”. Ojo que no nos dice que seamos buena gente.
32.- Otra vez vuelve usted a que Dios no nos pide ser simplemente gente buena…
RESPUESTA: Claro que no. Dios quiere que demos frutos de vida. Frutos de gracia. Frutos de santidad. No nos pide que tengamos grandes éxitos ni que tengamos grandes títulos, nos pide frutos de Evangelio. Los éxitos humanos y los títulos humanos no glorifican a Dios. Lo que da gloria a Dios son los frutos de vida del Evangelio en nosotros.
33.- ¿Hasta el punto de que Jesús condicione el ser sus discípulos a este dar frutos abundantes?
RESPUESTA: La respuesta es clara. “Así seréis mis discípulos”. No seremos discípulos de Jesús por ser simplemente buena gente. Yo no robo, yo no mato, sino porque damos frutos de santidad en la Iglesia.
34.- Como ven, queridos amigos, un Evangelio lleno de esperanza. Una esperanza sobre todo de que podemos más que lo que creemos poder. Una esperanza de que no somos nosotros solos, sino que es Él quien actúa y obra en nosotros.
DESPEDIDA: Sí, amigos, Jesús no nos quiere como amigos que están lejos. Nos quiere como miembros suyos que participamos de su propia vida, que es la vida misma de Dios.