Hoja Parroquial

Domingo 32 – B | Dar limosna

Domingo, 10 de noviembre del 2024

Dos maneras de dar

El relato de Marcos nos propone tres cosas muy claras. La primera, las cosas se ven desde la perspectiva o ángulo en que nos pongamos. La segunda, hay quienes dan lo que ellos mismos necesitan. Y, la tercera, hay quienes dan de lo que les sobra.

Angulo de perspectiva. Jesús está sentado frente al arca de las ofrendas al templo desde allí puede ver todo lo que sucede, puede ver lo que echan los ricos y lo que echan los pobres. La realidad de la vida la podemos ver también desde ángulos diferentes. Hay quienes miran a la vida con mirada de Evangelio y hay quienes miran la vida con la mirada puesta en los propios intereses personales o grupales. No es lo mismo ver las cosas con los ojos del Evangelio, que verlas con los ojos de “todo el mundo lo hace”. Una es la valoración del Evangelio y otra muy distinta es “hacer como todos”, “ser como todos”, “pensar como todos”.

Dar lo que uno necesita. Hay quienes tienen poco que dar. Mejor dicho, no tienen nada porque lo poco que tienen no les llega para vivir y, aun así, son capaces de dar “todo lo que se tiene para vivir”. Jesús mismo lo dio todo, incluso la vida que tenía para seguir viviendo. Aún esa vida la entregó como expresión de que el amor a los demás bien se merece el sacrificio de la nuestra. La viuda que se acerca al Templo echó “todo lo que tenía para vivir”, fue capaz de desprenderse aún de lo necesario. Hay que reconocer que esto implica un heroísmo de desprendimiento y de abandono en las manos del Señor.

La primera lectura nos ofrece el caso de Elías que pedía a aquella viuda de Sarepta le hiciese un pan, cuando era lo único que le quedaba para ella y su hijo, y luego morir de hambre. Sin embargo, pudo seguir viviendo porque ni la harina disminuyó ni se vació la alcuza de aceite.

Dar de lo que sobra. Es posible que no todos tengan la capacidad de desprendimiento de dar de lo que necesitan, pero bastaría que pudiésemos dar de lo que nos sobra. En el mundo de hoy, sobran demasiados panes, sobra demasiado trigo, sobra demasiado aceite, hay sobrante de todo y, en vez de compartirlos con quienes lo necesitan, no para vivir sino para supervivir, preferimos limitar la cosecha para que no bajen los precios. En la Unión Europea se castiga a las naciones si producen más de lo que se les asigna, para evitar el desequilibrio del mercado. Sólo se valora de verdad el pan, cuando no se tiene. Sólo se valora lo superfluo cuando se carece de lo necesario.

Distintas maneras de mirar

Se puede mirar la vida de muchas maneras. Hay quienes miran y no ven nada, sólo se ven a sí mismos y su propia sombra. Hay quienes miran y ven cosas, pero son incapaces de ver personas y menos aún hermanos. Hay quienes miran y sólo ven lo grande, lo espectacular. Y hay quienes miran y se fijan en los pequeños detalles que son los mejor revelan el corazón de la gente.

Jesús está sentado frente al Cepillo de las limosnas del Templo, unos se fijan en las grandes cantidades que echan muchos adinerados, mientras Jesús se queda sorprendido de los centavitos que echó la pobre viuda y les llama a los Discípulos para que también ellos aprendan a mirar. “Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.

Con frecuencia, damos poca importancia a las cosas pequeñas y sólo nos fijamos en las grandes. ¡Que el regalo sea valioso! Este sí que me ama. Pero si solo me regala una flor, ¡qué tacaño! Y la vida, sobre todo la vida de relación entre nosotros y Dios, e incluso entre nosotros mismos, está hecha no grandes milagros, sino de milagritos chiquitos. Las fiestas grandes se celebran pocas veces al año, pero el resto de días está hecho de pequeños detalles, de pequeñas manifestaciones.

Es posible que no tengamos la posibilidad de entregar nuestras vidas en confesión de nuestra fe y ser mártires, pero todos los días tenemos la posibilidad de pequeños detalles de fe, de caridad, de esperanza. Puede que no siempre tengamos tiempo para dedicarle una hora de lectura de la Palabra de Dios, pero todos los días tenemos tiempo suficiente para leer unos versículos de la Biblia. Puede que no todos los días dispongamos de tiempo para cerrar el rosario entero, pero todos los días y todo el día tenemos tiempo para recordar a Dios en nuestro corazón, para hacerle una invocación de alabanza o de acción de gracias.

Dios no se fija tanto en lo grande, sino que sus ojos son especialistas en ver lo pequeño, lo insignificante. Es posible que no podamos regalar una casa a un necesitado de ella, pero siempre podremos darle una sonrisa o un pedazo de pan o una fruta. Todos tenemos la oportunidad de dar algo, los ricos y también los pobres. Todos podemos dar algo no solo de lo que nos sobra, sino también de lo que necesitamos para nosotros.

Dar “pasando necesidad”

Dudo que yo tenga la generosidad de la viuda del Templo porque eso de dar “todo lo que tengo”, a pesar de “pasar yo mismo necesidad”, me parece un milagro del corazón.

Cuando uno mira al mundo y descubre el hambre que existe, los que viven, no ya en la pobreza, sino en la miseria que hace inhumana la vida, yo me daría por satisfecho si diésemos “no lo que nosotros necesitamos para vivir”, sino de lo que nos sobra.

Y digo “lo que nos sobra” y no “lo que nos estorba”, porque muchos se imaginan que son generosos porque regalan aquello que les estorba en casa y no saben qué hacer con ello o dónde tirarlo.

Dar desde nuestras necesidades implica haber reconocido a fondo el misterio de Jesús que “siendo rico, nos dice san Pablo, se hizo pobre por nosotros”.

Es el argumento que el mismo Pablo utiliza cuando hace la colecta en las Iglesias a favor de la Iglesia de Jerusalén que pasaba grandes apuros de subsistencia.

La grandeza de la viuda no estuvo en dar mucho o poco, sino en dar lo que ella “necesitaba para vivir”. Es ahí donde estuvo la verdad de la mujer: Sencilla, pero con un corazón grande al estilo de Jesús. Por eso Jesús mismo se siente admirado y alaba su gesto y se lo hace entender a sus mismos discípulos.

Los pequeños detalles de la pareja

La vida de los esposos tampoco está hecha de grandes acontecimientos, sino de los pequeños detalles de cada día.

Puede que no le pueda regalar a mi esposa un carro del año, pero siempre le podré regalar una sonrisa.

Puede que no le pueda regalar a mi esposo un terno nuevo, pero siempre le podré regalar una palabra de admiración y aliento.

Puede que no os podáis regalar grandes discursos el uno al otro, pero siempre podréis regalaros con una llamada de teléfono diciéndole que le amas.

Puede que no tengas millones para regalarle, pero siempre le podrás regalar tu confianza y una palabra que le haga sentirse importante.

Es que la fiesta del día de la boda dura solo eso, un día, pero el resto de los días de vuestra vida pueden ser la fiesta sin invitados, de las cosas pequeñas, de los pequeños detalles, de las palabras de ternura. La fiesta de la boda puede terminar en borrachera, mientras que la fiesta de cada día termina siempre en una vida mucho más feliz y gozosa.

Son precisamente esos pequeños detalles los que mejor hablan de la verdad y de la bondad del corazón. Son esos pequeños detalles los que mejor manifiestan la finura, la ternura, el amor de nuestro corazón.

Con frecuencia son esos pequeños detalles los que menos solemos cultivar. Siempre recordaré a aquel cholito de Iquitos que el Día de la Madre no tenía nada que regalarle a su esposa porque no había vendido nada y no tuvo mejor solución que ir a escuchar Misa por ella. Ese fue su regalo.

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