Domingo, 17 de noviembre del 2024
Leer el lenguaje de la historia
La historia es mucho más que el relato de los acontecimientos, detrás de cada acontecimiento se esconde una llamada. Aún diríamos que detrás de cada acontecimiento se esconde la voz del hombre y también la voz de Dios.
Jesús en la parábola de la higuera es claro. Cuando vemos que la higuera echa yemas, todos decimos, ya pasó el invierno y estamos camino del verano. Nosotros vemos en esas yemas mucho más que unos simples brotes, vemos que hay en ellos una voz, un significado que hay que leer e interpretar.
Si tuviésemos que definir el Antiguo Testamento diríamos que es la historia de la lectura que el Pueblo de Dios hace de cada acontecimiento de su historia, que en los grandes momentos de fracaso toma conciencia de que le “ha fallado al Señor” y hasta se atreve a pensar que “Dios los está castigando”. En los momentos de liberación, el Pueblo entiende que “Dios les está devolviendo a la libertad como pueblo”.
Lo curioso es que Dios no suele hablar de modo directo, sino casi siempre, salvo la Palabra misma de Jesús, a través de mediaciones. Incluso a Jesús hay que saber interpretarlo. “¿Quién dice la gente y quién decís vosotros que soy yo?” Y vemos que cada uno viendo lo mismo interpreta cosas distintas.
Dios nos habla a través de los acontecimientos. ¿Acaso con la nueva geografía de las últimas elecciones no hemos entendido todos que las cosas tienen que cambiar y que nada puede seguir igual que antes? Hay una geografía humana de protesta que reclama sus legítimos derechos. Y no es que tengamos que acusar a un hombre concreto es un pueblo el que ha hablado.
Si no escuchamos la voz de ese pueblo, es posible que nuestra historia comience a agrietarse de verdad. Un simple voto secreto en las urnas se hace “voz del pueblo” que habla en voz alta. A través de la voz de ese pueblo, como creyentes, también nosotros tenemos que escuchar la voz de Dios a favor de los humildes y olvidados.
¿Qué nos dice Dios a través de los fenómenos de la actual juventud? ¿Qué nos dice Dios a través de tanta inestabilidad matrimonial? ¿Qué nos dice Dios a través del fenómeno de la globalización? Son preguntas, preguntas que esperan respuesta. ¡Dios también habla hoy! Y hay que escucharle. Los lamentos sirven de poco.
Lenguaje de los signos
La vida es comunicación, pero la comunicación se hace por dos caminos: el de las palabras y el de los signos. Un marido tenía graves problemas en su matrimonio y acudió a un sabio a consultar qué hacer. El sabio, muy prudente, le dijo: “Durante un mes escuche todas las palabras que le dice su esposa”. Pasado el mes regresó: “He escuchado todas las palabras que me dijo mi esposa”. Pues ahora, vete, y “escucha todas las palabras que no te ha dicho”.
Es que en nuestra vida no solo hablamos por la palabra, también hablamos a través de infinidad de signos: el tono, los gestos, las manos, los ojos, las actitudes. Con frecuencia, decimos: “¿Qué te pasa?” “¡Nada!” Algo sí, porque con esa cara…
Los esposos deben estar atentos a las palabras del otro, pero también a los silencios, a los gestos y actitudes, porque con frecuencia no nos atrevemos a hablar, pero lo exteriorizamos en nuestros gestos. Una mirada puede decir demasiado. Una actitud puede decir más que muchas palabras. Una mirada puede decir más que un largo diálogo.
Necesitamos interpretar las palabras del otro. Con frecuencia, hay que traducirlas no tanto lo que dice, sino lo que quiso decir. El verdadero amor de esposos debiera traducir cada día esos silencios, y esos signos que cada uno emite porque es a través de ellos que cada uno puede entrar al fondo del otro.
Estabilidad, signo de madurez
La estabilidad sicológica es un signo de madurez de la persona.
La estabilidad jurídica y política es un signo de madurez de los pueblos.
La estabilidad del carro que conduces es signo de seguridad.
La estabilidad del amor conyugal es un signo del verdadero amor de los esposos.
La estabilidad engendra seguridad y nos evita vivir en constante miedo.
Uno de los que mejor ha estudiado nuestros miedos es Eric Fromm, que ha hablado del “miedo a la libertad”, “miedo a la esperanza”, miedo a todo.
Con frecuencia, se trata de miedos ocultos que no nos atrevemos a manifestar, para que no tengan mala impresión de nosotros. Y él lo expresa muy bien hablando de la esperanza diciendo cómo, con frecuencia, disfrazamos de esperanza, nuestra pasividad, nuestra indolencia y nuestra falta de vitalidad.
Los árboles necesitan de raíces profundas para poder crecer y mantenerse firmes a pesar del viento.
Las casas necesitan de cimientos firmes, para no venirse abajo.
Las vocaciones necesitan de motivaciones firmes, para no volver atrás ante las primeras pruebas.
Los hombres necesitamos de raíces familiares y sociales firmes para no caminar siempre al ritmo de la primera moda su viene, para afrontar los problemas sin derrumbarnos ante ellos.
La Salvación pasa por el mundo
El mundo no es malo. Dios no hace basuras.
El mundo es bueno y Dios lo ama.
El mundo es el espacio donde pueda realizarse el hombre.
El mundo es el espacio donde se realiza el Reino de Dios.
No podemos hablar del Reino de Dios en un mundo destruido.
Cuanto mejor es el mundo mejor revela el Reino.
Construyendo el Reino estamos construyendo el mundo.
Construyendo el mundo estamos construyendo el Reino.
Dios nos pedirá cuentas de “qué hemos hecho con el mundo”.
Dios nos pedirá cuentas del “mundo que no construimos”.
Dios mismo quiso venir al mundo “para salvar al mundo”.
Dios no “huyó del mundo”, se encarnó en él.
Dios no quiere creyentes “que huyan del mundo”.
Dios quiere creyentes que “vivan en el mundo”.
Dios quiere creyentes que “amen y salven al mundo”. Dios quiere creyentes “encarnados en el mundo”.