Domingo, 29 de setiembre del 2024
“Padre, hemos visto a uno…”
La actitud de los discípulos en el Evangelio de hoy, tiene muy poca originalidad porque, en el fondo, la mayoría de nosotros vivimos más “excluyendo” que “incluyendo”. Los que son distintos a mí. Los que son diferentes a nuestro grupo. Los que no son de nuestro Partido. Los que no son de nuestra clase social.
Dentro de nuestro corazón, muchos de nosotros llevamos ese grito de “no es de los nuestros”. Pienso que se trata de un Evangelio que hoy tiene infinitas versiones:
“Padre, hemos visto a una mujer y a un caballero, repartiendo la comunión en la Iglesia”. Yo me he cambiado de fila para que recibirla de manos del Sacerdote.
“Padre, qué escándalo, hemos visto por TV a unas niñas haciendo de monaguillos”. Nosotros no aceptamos eso porque no son “varones”.
“Padre, hemos visto a una pareja de divorciados, enseñando religión”. Esos no son de los nuestros, tendríamos que prohibirles.
“Padre, hemos visto a un homosexual haciendo las lecturas en la Iglesia”. Ese no es de los nuestros. ¿Cómo permiten ustedes esas cosas?
“Padre, hemos visto a un Obispo charlando con un pastor protestante, en una mesa de diálogo ecuménico”. Los pastores protestantes no son de los nuestros.
“Padre, hemos visto a uno que salió de la cárcel haciendo de monitor en la Misa”. Ese no es de los nuestros.
“Padre hemos visto a unos seglares llevando la comunión a los enfermos”. Esos no son de los nuestros, no son sacerdotes.
“Padre, hemos visto a un tipo que siempre llevó mala fama” participar en grupos de oración”. Ese no es de los nuestros.
“Hemos visto”. “No es de los nuestros”. Excluimos a tantos que los “nuestros” van a ser tan pocos que casi estamos a punto de desaparecer. Esto puede darse incluso en los movimientos de espiritualidad en la Iglesia: “No es de los nuestros”. No es de nuestra línea. No es de nuestra espiritualidad. No es de nuestra teología.
“No es de los nuestros”. Tenemos que prohibirles…
¿Qué diría hoy Jesús de estas nuestras exclusiones? ¿No nos respondería también hoy a nosotros: “No se lo impidáis… El que no está contra nosotros está a favor nuestro”?
El Evangelio que Jesús quiere
“Señor, hemos visto ahí a un pobre que huele que apesta, y lo hemos recogido, porque también él puede ser de los nuestros”.
“Señor, hemos visto a uno que dice que no cree en nada, nos hemos acercado a él, y le hemos hablado de ti, porque también él, algún día, puede ser de los nuestros”.
“Señor, hemos visto a uno que decía pestes de la Iglesia y nosotros le hemos hablado con cariño, pensando que sus prejuicios pueden obedecer a muchas cosas y que él mismo puede cambiar y ser algún día de los nuestros”.
“Señor, hemos visto a uno no es creyente, no tiene ninguna religión, pero es tipo que se desvive por la justicia en su barrio, y le hemos aplaudido. Este sí parece de los tuyos”.
“Señor, hemos visto a uno que tuvo un malísimo matrimonio, debió separarse y ahora está formando una linda familia, nosotros fuimos a su casa, almorzamos con él, y le hemos dado unas palabras de aliento. ¿Tú qué hubieses hecho? Nosotros lo hemos considerado de los nuestros”.
“Señor, nos hemos encontrado con uno que dicen que es de izquierdas, pero dicen que se desvive por los demás. Ayuda a todos sin importarle de qué signo son. Nosotros le hemos felicitado y hasta le hemos dicho “tú eres de los nuestros”.
¿Será esto lo que Jesús desearía? Yo no sé si tú estás de acuerdo, pero estoy seguro de que Jesús sí lo está.
Nos escandalizamos de Dios
Ni Dios se salva. Ni Dios se salva de nuestras críticas, de nuestras murmuraciones, de nuestras quejas e insatisfacciones.
Si Dios se nos manifiesta en su grandeza, le criticamos porque “nos aplasta”.
Si Dios se rebaja, se encarna, le criticamos “por hacerse tan poca cosa”.
Si Dios no nos regala el trigo para que comamos pan, decimos que no escucha nuestras oraciones.
Si Dios se hace Él mismo pan para que comamos todos, no le creemos.
Si nos sentimos pecadores, tenemos miedo a que Dios nos condene.
Si Dios nos ofrece la posibilidad de ser santos, pensamos que eso no es para nosotros.
Si Dios nos pide que nos convirtamos del pecado y seamos libres de verdad, lo vemos como un Dios enemigo de las satisfacciones humanas.
Si Dios nos ofrece el don de su gracia que nos hace santos, decimos que eso es un excesivo espiritualismo, que la vida tiene que ser más realista.
El caso es que con Dios nos sucede algo parecido a lo que acontece entre nosotros. Nadie murmura del otro en su presencia, lo hacemos siempre en su ausencia. Con Dios pasa algo parecido. No le contamos nuestros malestares. Delante de Él callamos. Pero cuando Él no está y nos sentimos a solas, entonces nos desahogamos con nuestras chismografías contra Él. Si no nos da pan, porque no nos lo da. Y si nos lo da, pues porque nos da un pan que no responde a nuestros gustos y paladar.
No es de los nuestros
¿Que es rico? No es de los nuestros.
¿Que es pobre? No es de los nuestros.
¿Que viven en barrios marginales? No es de los nuestros.
¿Que vive en barrios residenciales? No es de los nuestros.
¿Que es de izquierdas? No es de los nuestros.
¿Que es de derechas? No es de los nuestros.
¿Que es de centro izquierda? No es de los nuestros.
¿Que es de centro derecha? No es de los nuestros.
¿Que tiene sida? No es de los nuestros.
¿Que no va a misa? No es de los nuestros.
¿Que está casado sólo por lo civil? No es de los nuestros.
¿Que trabaja con los pobres? No es de los nuestros.
¿Que trabaja con los ricos? No es de los nuestros.
¿Que critica cosas de la Iglesia? No es de los nuestros.
¿Que es tradicionalista? No es de los nuestros.
¿Que es progresista? No es de los nuestros.
¿Que pide cambios a la Iglesia? No es de los nuestros.
¿Que habla de justicia social? No es de los nuestros.
¿Que no habla de justicia social? No es de los nuestros.
¿Que viste como los seglares? No es de los nuestros.
¿Que lleva sotana negra? No es de los nuestros.
La verdad es que ahora me queda una duda:
¿Y quiénes son entonces de los nuestros?
Ya no sé de quién soy.