Hoja Parroquial

Domingo 23 – B | Effetá, ábrete

Domingo, 8 de setiembre del 2024

Una lengua y dos orejas

Dicen que Dios nos ha dado una sola lengua y dos orejas para indicarnos que hay que escuchar doble de lo que se habla. Los comentaristas hacen una serie de disquisiciones sobre este texto de Marcos. Sobre todo, por los gestos de Jesús de “meterle los dedos en los oídos” y “con la saliva le tocó la lengua”. Gestos que no parecían estar demasiado de acuerdo ni con la higiene ni tampoco con las prescripciones rabínicas”. Ni faltan quienes hablen de “prácticas supersticiosas” o de la “psicoterapia de la época”. Algunos somos muy críticos cuando las cosas no nos afectan a nosotros. Lo cierto es que el sordo y que apenas hablaba, no anduvo con tantas finuras.

Ciertamente se trata de un texto que expresa un gran contenido de la historia de la revelación.

En primer lugar, la revelación y Dios mismo son “Palabra”. Estamos demasiado acostumbrados a ser una especie de “religión del libro”. Jesús no escribió nada. Jesús habló. Jesús no publicó ningún libro, no nos dejó ni un autógrafo suyo, ni una dedicatoria. Jesús sencillamente se dedicó a hablar. Los Evangelios que hoy leemos son escritos posteriores a la muerte de Jesús. Jesús nos enseñó la fe que viene de la palabra, por tanto, de “hablar y escuchar”.

Es que la fe ha de comenzar por ser un encuentro y una relación personal con Él. No con un libro que me habla de Él, sino “escucharle a Él”, “hablarle a Él”. Los libros ayudan, pero la verdadera fe está entre la palabra y la escucha de la palabra. Es una relación.

No es igual recibir una carta que escuchar la voz del hijo que está lejos. No es igual expresar nuestro amor por un papel escrito que decírselo al oído del corazón. Y esta es la gran novedad del cristianismo. Las demás religiones son todas “religiones del libro”, la nuestra es la “religión de la Palabra”. Es encuentro de personas. Es encuentro de vidas. El gran mandato religioso de Israel era: “Escucha, Israel”.

En el Monte Tabor se oyó la declaración del Padre: “Este es mi Hijo el amado: escuchadle”. Y Jesús mismo dijo: “El que tenga oídos que oiga”.

Por eso necesitamos todos ser sanados de nuestro oído para escuchar a Dios. Dios es siempre una llamada y las llamadas se escuchan. Así, cuando incluso leemos los Evangelios hemos de hacerlo no como quien lee, sino como quien escucha su voz.

Esposos: hablad

Entre esposos la palabra es esencial.
No son suficientes los gestos.
El corazón quiere escuchar.

Hablad entre vosotros.
La palabra engendra vida en vosotros.
¿Silencios? Solo para escucharos.
La palabra alimenta el amor entre vosotros.
La palabra levanta vuestro espíritu.
La palabra hace creíble vuestro amor.
Los silencios pueden ser signos de vida.
Y también signos de muerte.

No hay vida cuando el corazón calla.
No hay vida cuando sólo nos une el silencio.

¿Que te sientes mal? Habla.
¿Que estas alegre? Habla.
¿Que estás preocupado? Habla.
¿Que estás amargo? Habla.
¿Que tienes dudas? Habla.
¿Qué tienes ideas extrañas? Habla.
¿Qué le quieres mucho? Habla.
¿Qué te estás enfriando? Habla.

Mientras habléis tendréis vida.
Mientras habléis todo es posible.

Cuando todo sale mal…

Cuando todo sale mal nuestra mente se puebla de desilusiones y fracasos y pensamientos negativos.

Cuando todo sale mal,
Dios ya no me escucha.
Cuando todo sale mal,
Dios ya se olvidó de mí.
Cuando todo sale mal
Dios ya no me ama.
¿No te estarás olvidando de algo?
“Cuando todo sale mal,
algo bueno pasa al final”.

Comenzamos perdiendo el partido
y terminamos ganándolo.
Comenzamos desilusionados
y terminamos llenos de alegría.
Comenzamos cansados
y terminamos llenos de ánimo.

Que el presente no es toda tu vida.
El presente es “ahora”, “hoy”.
Pero el presente no es “mañana”.
Hoy amaneció nublado.
Puede que mañana amanezca claro y sin nubes.
Hoy amaneció con llovizna
Puede que mañana amanezca seco.
Tú mismo, hoy amaneciste triste.
Puede que mañana amanezcas cantando.

No te derrumbes por el hecho de que hoy las cosas te salgan mal.
Confía en que mañana pueden salirte bien.

Hablemos de Dios

Dios es palabra para nosotros.
Nosotros somos palabra para Dios.

Escuchemos primero a Dios.
Escuchemos su llamada.
Escuchemos su amor.

Luego hablemos de Dios.
Hablemos como quien ha escuchado.
Hablemos como quien ha oído.

Los hijos necesitan escuchar.
Los alumnos necesitan escuchar.
Yo necesito escuchar.
Tú necesitas escuchar.

No devaluemos la Palabra.
Dos orejas.
Una lengua.

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