Domingo, 18 de diciembre del 2022
Creer en la Palabra
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El Evangelio de hoy nos presenta a un José en apuros y a una María que guarda en silencio el secreto de Dios en ella. Hay silencios dolorosos, en los que el hablar dice poco, pero el callar causa sufrimiento. ¿No le habrá dicho algo María a José de todo lo que estaba sucediendo? Pero, ¿cómo explicarle lo que ni ella misma comprendía? Y José, ¿tampoco le habría preguntado nada? Hay preguntas que también pueden ser dolorosas.
La Navidad comienza por una Palabra y por dos silencios. Comienza por una Palabra creída y escuchada, porque el Ángel le habló a María y María escuchó y creyó; y porque el Ángel también le habló a José y José escuchó y creyó.
Los dos escucharon a Dios por medio del Ángel y los dos no entendieron nada y los dos creyeron en la Palabra. Hay palabras que solo se escuchan en silencio. Hay palabras que solo se pronuncian en el silencio. Hay silencios que dicen más que las mismas palabras.
En Belén, Dios se hace Palabra. Es Palabra encarnada. “Y la Palabra se hizo carne…”. “Y la Palabra habitó entre nosotros…”. Pero antes, la Palabra se hizo silencio de fe en María y en José.
Mientras ella calla, José se ve envuelto en la nube de sus dudas. Mientras María vive en silencio el misterio de Dios en ella, José, contra lo que ven sus ojos y contra su experiencia de cómo se hacen los hijos, cree también en el misterio. “Y la recibió en su casa…”.
La Navidad es misterio de fe. Sólo con la fe se puede vivir el misterio navideño porque si fue necesaria la fe del comienzo, también la fe se hace necesaria para entender lo que ahora contemplan sus ojos. Les hablan del “Hijo de Dios” y sus ojos sólo ven un niño como los demás niños del mundo.
Hay cosas en la vida que nunca lograremos entender y que, sin embargo, podemos creer. Hay cosas en la vida donde los ojos ven una cosa y el corazón tiene que creer otra.
Hay cosas en la vida difíciles de entender y tan difíciles de explicar a los demás, porque cada uno vive su propio misterio. La Navidad dice poco si la vemos solo por fuera. Para que la Navidad pueda decir algo a nuestro corazón es preciso vivirla desde la fe. Los adornos navideños pueden ser una expresión de nuestra alegría, pero la verdad está escondida y hay que descubrirla.
Esposos viviendo la Navidad
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Tenemos la idea de que la Navidad es para los niños y la Navidad es para todos, chicos y grandes. Pero creo que tiene una significación especial para los esposos. El Evangelio de hoy nos presenta una pareja en problemas. Problemas que humanamente parecieran no tener solución ni respuesta. La respuesta viene de más allá, viene de escuchar los dos la Palabra de Dios y de creer ambos en ella.
Pensar en un matrimonio sin problemas es un idealismo. Todo matrimonio vive con sus propios problemas, si queremos ser realistas. Pero los problemas no significan el final de un camino, sino la renovación en el camino.
Ni todos los problemas se solucionan con un sicólogo o con un asesor. A veces se necesita que los dos se pongan a escuchar a Dios en sus vidas. De ahí la importancia de que la pareja lea y escuche unida la Palabra de Dios. Lo que humanamente no entienden, el Señor les hará entender. Lo que humanamente pareciera un imposible, desde la Palabra de Dios puede ser una oportunidad.
Sé que faltan pocos días ya para la Navidad, pero Navidad tiene que ser cada día del año porque cada día Dios se hace palabra en nuestras vidas. En estas Navidades, ¿sería posible el compromiso de los dos de leer cada día juntos un trozo de la Palabra de Dios y comentarla juntos aplicándola a sus vidas? No hay soluciones para quienes no las buscan, aunque todo es posible para quien lo intenta. Un matrimonio unido y feliz es una riqueza en la familia y en la Iglesia. Un matrimonio feliz es lo que ambos queréis. La felicidad no viene sola, hay que buscarla. La felicidad de la pareja depende de los dos y no de uno solo, mejor si los dos os unís en la Palabra y creéis en la Palabra.
La Navidad es don y donación
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La Navidad es el don de Dios a los hombres.
La Navidad es el regalo de sí mismo a los hombres.
La Navidad es la donación de Dios a los hombres.
La Navidad es el éxodo de sí mismo cuya meta somos nosotros los hombres.
Que el amor es un éxodo, un salirse de sí mismo, y ponerse en camino hacia los otros.
Que el amor es un éxodo, de quien se vacía de sí mismo y termina siendo uno como nosotros.
Que el amor es un éxodo, de quien deja su condición divina y toma nuestra condición humana.
Sólo se ama de verdad, cuando uno sale de sí para encontrarse con el otro.
Sólo se ama de verdad, cuando uno se vacía de sí mismo y se llena de los demás.
Sólo se ama de verdad, cuando uno se rebaja a sí mismo para que los otros sean más.
Sólo se ama de verdad, cuando pongo mi vida al servicio de los otros y no a los otros a mi servicio.
Sólo se ama de verdad, cuando siento que tú eres tan importante que bien merece la pena que yo te considere tan importante a ti, que te mereces mi vida.
El amor es siempre un éxodo porque el amor es siempre un abrir bien las puertas y salir de nosotros mismos hasta encontrarnos con los demás.
El amor es siempre un éxodo porque no mira hacia dentro sino siempre mira por la ventana.
El amor es siempre un éxodo porque es andar el camino que me separa de ti sin esperar a que tú llegues hasta mí.
Soy yo quien te busco, sin esperar a que tú me busques. Soy yo quien te hablo, sin esperar a tú me hables. Soy yo quien te perdono, sin esperar tu perdón. Soy yo quien te amo, sin esperar que tú me ames. Por eso mismo, la Navidad es el éxodo de Dios camino del hombre. Por eso la Navidad será siempre el “Enmanuel”: “el Dios-con-nosotros”.
Carta de los niños al Niño Jesús
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Querido Jesús:
Qué alegría siento, porque también tú he has hecho niño como nosotros.
No sabíamos que Dios era capaz de hacerse niño y parecerse a todos los niños.
¿Te podemos pedir algo?
¿Y nuestros papás no se podían hacer también un poco más niños con nosotros?
Porque a veces los vemos tan grandes que no nos atrevemos a jugar con ellos.
A nosotros nos encanta jugar con los niños, con los que son como nosotros.
Contigo es otra cosa. Contigo podemos jugar a la pelota en el jardín.
Tú sí nos comprendes y nos entiendes. Tú eres de los nuestros.
Siendo Dios y haciéndote niño, ¿no te sientes incómodo? ¿No te sientes inferior a los demás?
Tus papás, ¿algún día te dijeron que te retirases porque la reunión era para mayores y allí los niños estorban? A nosotros nos mandan a cama. ¿Tú sabes de qué hablan los grandes para que nosotros no podamos escuchar?
A ti tus papás, ¿te reñían porque dejabas tirados los juguetes? Bueno, no sabemos si en tu tiempo había juguetes, ahora los hay preciosos, muy bonitos, pero como cuestan tanto, ya no podemos jugar con ellos para no estropearlos. ¿Entonces para qué sirven los juguetes si no podemos jugar con ellos?
Nos han dicho que tú naciste muy pobre, que no tenías ni casa. Pues te contamos. Hoy también hay muchos niños muy pobres, que tampoco tienen casa y andan por la calle vendiendo caramelos. Es posible que el día de tu nacimiento, la Noche de Navidad, algunos de ellos se lo pasen en los parques, en las calles. ¿Podías hacer algo por ellos?
Bueno, Jesús, nosotros vamos a celebrar este año tu Navidad con mucha alegría. Hemos invitado a los abuelos a la cena de esta noche. Creo que también vendrán algunos primos. Nos lo vamos a pasar bonito. Tú también estás invitado. ¿Te dejarán venir tu papás? Bueno, si no quieren dejarte venir solo, los puedes traer también a ellos. De todos modos, si no puedes venir, nosotros te recordaremos mucho.
Te mandamos un besito y te pedimos bendigas a todos los niños del mundo, también a los que no cenarán en esta noche.