Hoja Parroquial

Domingo 34 – B | Rey del Universo

Domingo, 24 de noviembre del 2024

No ser del mundo estando en el mundo

La respuesta de Jesús a Pilato puede prestarse a distintas interpretaciones. Cuando dice que “su Reino de no es de este mundo”, no está negando que su “Reino no esté en el mundo”. En su oración sacerdotal Jesús le pide al Padre: “No te pido que los saques del mundo, pero sí que los preserves del mundo”.

Una cosa es el mundo como mentalidad de los hombres y otra el mundo como espacio de realización del hombre y realización del Reino de Dios.

“El Reino de Jesús” no se rige por los criterios del mundo: poder, autoridad, mando, sumisión de los demás. Su reino no se rige por los criterios mundanos del tener, del ser más que los demás, dominar a los demás, estar en la cima y los demás como pedestal.

Sin embargo, el Reino de Dios tiene que realizarse “en el mundo”, incluso en medio de ese mundo que es contrario al Reino.

La Iglesia no está llamada a huir del mundo, sino a insertarse en el mundo, pero sin ser como el mundo. No es huyendo que Jesús da comienzo a su Reino. Y no es huyendo que el cristiano podrá realizar los planes de Dios. El mundo no es malo, lo malo es lo “mundano de los criterios y la mentalidad de los hombres”. “Pensar como los hombres” y “no pensar como Dios”, esa es la diferencia.

Con frecuencia, hemos vivido una espiritualidad de fuga, de huida, de miedo al mundo. El creyente no puede ser como “El Fugitivo” que huye de todas partes. El cristiano es ciudadano del mundo, aunque sea un extraño en su propia casa. Ahí está nuestro problema. Si no estamos en el mundo, ¿dónde vamos a estar? Una cosa es estar “en el mundo” y otra muy distinta “ser como el mundo”. Jesús estuvo en el mundo: “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”. “Vino al mundo y el mundo no le conoció”.

El cristiano está llamado a ser “sal del Reino en el mundo”, está llamado a “ser luz del mundo”. Pero nunca alumbrará al mundo lejos del mundo. Es ahí donde vivimos donde estamos llamados a iluminar al mundo, anunciando “un mundo nuevo”.

Decir “hay que ser como todos” es renunciar a ser testigos del Reino de Dios. Decir que “hoy se piensa de otra manera” no es pensar como Dios, sino pensar como los hombres.

El cristiano no está llamado a distanciarse de ese “espacio que llamamos mundo”, sino a “distanciarse de lo que llamamos mentalidad del mundo”. Ese es nuestro verdadero reto y desafío: “Estar, pero no ser”.

Del anuncio al testimonio

El anuncio del Reino es obra de todos. La Iglesia entera es “sacramento” del Reino. Como Iglesia todos somos responsables del Reino de Dios en el mundo. Muchos seglares se refugian en que “ellos no están preparados para hablar” y puede que tengan razón. Pero el Reino no solo se instaura con palabras. Es más, hoy la gente cree muy poco en las palabras. Hoy se necesitan más que palabras, se necesitan “testimonios de vida”. Y aquí nadie tiene disculpas ni dispensas porque todos estamos llamados a testimoniarlo en nuestras vidas.

Hace un tiempo, en un comunicado de la Conferencia Española con motivo del Día del Apostolado Seglar, dijo: “Hemos de ser conscientes de que la evangelización debemos llevarla a cabo con la palabra, pero, sobre todo, con los hechos, con el testimonio de una vida santa. La santidad es la primera invitación que el Señor nos dirige a todos. Los hombres y mujeres de hoy viven saturados de palabras y esperan testigos. No solo necesitan que los evangelizadores les hablen de Cristo sino que se lo muestren con las obras”.

Y añade algo que consideramos importante: “Les anima a superar el miedo o el cansancio para presentar el evangelio con valentía, sin reducir las exigencias del mismo y sin concesiones a los convencionalismos del momento”.

Lindo mensaje muy actual para todos, pero de manera especial para los seglares creyentes que siguen a Jesús. No sabremos “hablar” mucho de Él, pero sí podemos ser su “testigos”.

La Iglesia y el diálogo con el mundo

La Iglesia está llamada a ser “fermento del mundo”, pero no puede despreciar el mundo, que es obra de Dios. Lo que la Iglesia no puede aceptar es que “el mundo sea fermento de la Iglesia”, como con frecuencia puede ocurrirnos.

San Juan Pablo II tenía una frase bien esclarecedora: “Donde esté el hombre padeciendo dolor, injusticia, pobreza o violencia, allí debe estar la voz de la Iglesia con su vigilante caridad y con la acción de los cristianos”.

Con frecuencia, se escucha decir: “Padre hoy es difícil seguir el Evangelio en el ambiente en el que tenemos que vivir”. Y esto es claro. Siempre es mucho más fácil nadar corriente abajo que no ser como los salmones que nada contra corriente. El cristiano no puede ser como esas hojas de otoño que son arrastradas por las aguas, sino salmón que sube contra corriente para desovar y hacer que nazcan nuevos salmones.

¿Acaso Jesús vivió en un clima favorable? Desde que comenzó siempre estuvo perseguido e incluso los criterios del mundo lo llevaron a la cruz. Esa es la misión del cristiano: estar allí donde no tiene ambiente, iluminar allí donde se rechaza su luz, anunciar donde nadie quiere enseñar.

Esa es la verdadera vocación del seglar, estar allí donde están los demás y allí ser él mismo, sin renunciar a su propia identidad, sin renunciar a sus criterios de Evangelio. Esto aunque le llamen “retrógrado”. Alguien tiene que cantar donde todos lloran, alguien tiene que gritar esperanza donde todos han renunciado a ella.

El cristiano, profeta en la plaza vacía

La Iglesia está llamada a ser “fermento del mundo”, pero no puede despreciar el mundo, que es obra de Dios. Lo que la Iglesia no puede aceptar es que “el mundo sea fermento de la Iglesia”, como con frecuencia puede ocurrirnos.

San Juan Pablo II tenía una frase bien esclarecedora: “Donde esté el hombre padeciendo dolor, injusticia, pobreza o violencia, allí debe estar la voz de la Iglesia con su vigilante caridad y con la acción de los cristianos”.

Con frecuencia, se escucha decir: “Padre hoy es difícil seguir el Evangelio en el ambiente en el que tenemos que vivir”. Y esto es claro. Siempre es mucho más fácil nadar corriente abajo que no ser como los salmones que nada contra corriente. El cristiano no puede ser como esas hojas de otoño que son arrastradas por las aguas, sino salmón que sube contra corriente para desovar y hacer que nazcan nuevos salmones.

¿Acaso Jesús vivió en un clima favorable? Desde que comenzó siempre estuvo perseguido e incluso los criterios del mundo lo llevaron a la cruz. Esa es la misión del cristiano: estar allí donde no tiene ambiente, iluminar allí donde se rechaza su luz, anunciar donde nadie quiere enseñar.

Esa es la verdadera vocación del seglar, estar allí donde están los demás y allí ser él mismo, sin renunciar a su propia identidad, sin renunciar a sus criterios de Evangelio. Esto aunque le llamen “retrógrado”. Alguien tiene que cantar donde todos lloran, alguien tiene que gritar esperanza donde todos han renunciado a ella.

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