Hoja Parroquial

Adviento 2 – A | San Juan Bautista y la Inmaculada Concepción

Domingo, 8 de diciembre del 2019.

Juan es necesario también hoy

Iglesia que Camina

Estamos ya demasiado habituados a los “paños calientes”. Querer quedar bien con todos. Pero, eso sí, nada de arriesgarnos. Juan es de los que se arriesga y pone toda su carne en el asador.

En primer lugar, Juan no es de los que camina por los caminos andados por todos, es de los que tienen el coraje de abrir caminos nuevos, por más que esto duela a muchos. Lo más fácil es callar y aguantar aunque todos estemos descontentos.

Juan tiene el coraje de romper con todo lo pasado sabiendo que esto caerá muy mal a los jefes religiosos de aquel entonces, es capaz de romper con el templo y predicar en el desierto, es capaz de llamar “raza de víboras a los que ocupaban los primeros puestos en la religión de la ley. Me gustas Juan porque no te casas con nadie más que con la verdad. Y eso sabiendo que vas a caer mal, vas a ser criticado y te van a tratar de traidor a la religión de la ley y del templo.

Tú eres el hombre que no caminas por donde todos han caminado. Tú tienes la misión de abrir caminos nuevos. Eso no es nada fácil. Es mucho más fácil y cómodo vivir del pasado que abrir caminos de futuro. Quedarte en el pasado es recibir el aplauso de los que no quieren cambiar. Abrirte al futuro es estar condenado como infiel, como incómodo.

Por eso necesitamos de más “Juanes” capaces de dejarse llevar por el Espíritu y anunciar y proclamar lo nuevo. Capaces de gritar que el Reino de Dios no está en el pasado sino gritar a todo el mundo, comenzando por los jefes, los de arriba, los bien instalados en la religiosidad de la ley: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.”

No resulta fácil pedirles a los jefes del templo y de la religión que “tienen que convertirse”. Si son precisamente ellos quienes se sienten los auténticos, los verdaderos, los fieles de Dios.

Por eso, también hoy son más los que buscan la “franela” que la acusación de que se están resistiendo al Espíritu. A todos nos toca mucho de esto. Nos cuesta ser como Juan. Preferimos adular, callar, silenciar y no crearnos problemas. Ciertamente es más cómodo, pero no sé si eso será lo que Dios espera de nosotros.

Todos preferimos los viejos caminos, aunque tengan demasiados baches, que arriesgarnos a abrir caminos nuevos al Evangelio, a Dios que quiere llegar también a los hombres y mujeres de hoy. Anunciar el Evangelio con miedo al riesgo es una manera de negar el Evangelio que anunciamos. Negar el templo y abrir nuevas presencias de Dios es toda una aventura que puede resultar cara, porque el poder tiene demasiados resortes. Y todavía peor cuando el poder se ejerce en nombre de Dios.

La Inmaculada Concepción de María

Iglesia que Camina

Leamos parte de la meditación del Papa Francisco sobre la Inmaculada Concepción de María durante el Ángelus el 8 de diciembre del 2018.

La Palabra de Dios nos presenta hoy una alternativa. En la primera lectura está el hombre que en los orígenes dice no a Dios y en el Evangelio está María que en la Anunciación dice sí a Dios. En ambas lecturas es Dios quien busca al hombre. Pero en el primer caso se dirige a Adán, después del pecado, y le pregunta: «¿Dónde estás?», y él responde: «Me he escondido.» En el segundo caso, en cambio, se dirige a María, sin pecado, que le responde: «He aquí la esclava del Señor.» Heme aquí es lo opuesto de me he escondido. El heme aquí abre a Dios, mientras el pecado cierra, aísla, hace permanecer solos con uno mismo.

Heme aquí, es la palabra clave de la vida. Marca el pasaje de una vida horizontal, centrada en uno mismo y en las propias necesidades, a una vida vertical, elevada hacia Dios. Heme aquí, es estar disponible para el Señor, es la cura para el egoísmo, el antídoto de una vida insatisfecha, a la que siempre le falta algo. Heme aquí es el remedio contra el envejecimiento del pecado, es la terapia para permanecer jóvenes dentro. Heme aquí, es creer que Dios cuenta más que mi yo. Es elegir apostar por el Señor, dócil a sus sorpresas. Por eso decirle heme aquí es la mayor alabanza que podemos ofrecerle. ¿Por qué no empezar los días así? Sería bueno decir todas las mañanas: ‘Heme aquí, Señor, hágase hoy en mí tu voluntad. Lo diremos en la oración del Ángelus, pero podemos repetirlo ya ahora, juntos: ¡Heme aquí, Señor, hágase hoy en mí tu voluntad!

María añade: «Hágase en mí según tu palabra.» No dice “Hágase según yo”, dice “Hágase según Tú.” No pone límites a Dios. No piensa: “Me dedico un poco a Él, me doy prisa y luego hago lo que quiero.” No, María no ama al Señor cuando le apetece, a ratos. Vive fiándose de Dios en todo y para todo. Ese es el secreto de la vida. Todo lo puede quien se fía de Dios. El Señor, sin embargo, queridos hermanos y hermanas, sufre cuando le respondemos como Adán: “Tengo miedo y me he escondido.” Dios es Padre, el más tierno de los padres, y desea la confianza de sus hijos. ¡Cuántas veces sospechamos de Él!, ¡sospechamos de Dios! Pensamos que puede enviarnos alguna prueba, privarnos de la libertad, abandonarnos. Pero esto es un gran engaño, es la tentación de los orígenes, la tentación del diablo: insinuar la desconfianza en Dios. María vence esta primera tentación con su heme aquí. Y hoy miramos la belleza de la Virgen, nacida y vivida sin pecado, siempre dócil y transparente a Dios.

Preparar los caminos

Iglesia que Camina

No es fácil andar por donde no hay caminos. Pero hay caminos en todo y para todo. Hay caminos en el monte, hay caminos en los valles y hay caminos en el corazón. Tal vez los caminos más difíciles de allanar y preparar sean precisamente estos caminos del corazón. Por ejemplo:

Allanar los caminos de las ideas preconcebidas. Qué difícil es aceptar el Dios de la Navidad, o el Dios del Evangelio, cuando nosotros ya nos habíamos formado nuestra idea de Dios. Porque si ese Dios no responde a nuestras ideas preconcebidas sobre él, no nos interesa. Mientras nosotros sigamos teniendo la idea de un Dios omnipotente que todo lo puede hacer, no será nada fácil entender ni aceptar, la debilidad de un Dios que apenas puede hacer nada por respeto a nuestra libertad. La omnipotencia de Dios tiene bien poco que ver con la cuna de Belén o con un crucificado.

Allanar los caminos de la falsa fidelidad. Una fidelidad entendida como repetir siempre el pasado. Para quienes se encierran en la verdad del pasado, la novedad de Dios resulta escandalosa e inaceptable.  Para ellos Dios no tiene más que un solo tiempo o momento, “en aquel tiempo”, es decir en el pasado. Pero Dios no tiene ni presente ni futuro. Ser fieles es conservar el ayer, es vivir “en aquel tiempo” y no en el nuestro, hacer lo que siempre se ha hecho. Esta fidelidad cuánta infidelidad a Dios ha creado en nosotros.

Allanar los caminos de la libertad. Que no es hacer lo que a uno le viene en gana, sino el sentido de responsabilidad y de obediencia a Dios. Ni tampoco es verdadera libertad en tener miedo a tomar decisiones y asumir compromisos. Una libertad que no se ejerce es una libertad inútil. Somos realmente libres comprometiéndonos. No es libertad la que no se atreve a arriesgarse en la fe. No es libertad la de quien no es capaz de salir de su egoísmo.

El que viene

Iglesia que Camina

Sí, el que está en camino.
El que viene hacia nosotros.
El que viene a buscarnos.
El que viene a ser como nosotros.
El que viene a estar con nosotros.

Navidad es eso:
El que viene ya llegó.
El que viene ya está con nosotros.
El que viene es como nosotros.
El que viene es uno más de nosotros.

El Adviento es el camino del que viene.
El Adviento es el camino del que está ya cerca.
Es el camino de Dios hacia el hombre.
Es el camino del Dios que viene al hombre.
Es el camino del Dios que se hace hombre.
Es el camino del Dios que quiere ser como nosotros.

El Adviento es el camino del amor en camino.
El Adviento es el camino de Dios en camino.
Cuando nazca no se parecerá a Dios.
Cuando nazca se parecerá a cualquiera de nosotros.
Cuando nazca llorará como lloramos nosotros.
Cuando nazca tendrá frío como nosotros.
Cuando nazca tendrá hambre como nosotros.


Tomará el pecho como nosotros.
Y se sonreirá como nosotros.
Por eso el Adviento es su camino y también el nuestro.
Porque es el camino del encuentro
De Dios con los hombres.
De los hombres con Dios.
“Ven, Señor Jesús, que te esperamos.”

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