Hoja Parroquial

Adviento 4 – A | José acepta a María

Domingo 22, de diciembre.

Los caminos de Dios no son fáciles

Iglesia que Camina

Nosotros tratamos de que los caminos sean cada día más fáciles. Si hay baches nos quejamos a la Municipalidad. También quisiéramos que los caminos de Dios fueran igualmente fáciles, sin tropiezos, con buena iluminación, que sean puras autopistas.

Dios no camina por caminos fáciles. La Navidad no es la fiesta de lo fácil, sino de lo difícil. Difícil concebir a Jesús en pura fe. Difícil vivir con un hijo al que con frecuencia no entendemos.

La Encarnación no fue nada fácil para María. Todo se hizo sin entender nada y simplemente arrojándose en manos de Dios sin comprender nada. Un sí que fue en pura fe sin saber cómo sería todo aquello.

La Encarnación no fue nada fácil para José que todavía entendió menos. Debió pasar por la crisis de creer contra lo que sus ojos estaban viendo. Debió pasar por la crisis de creer a lo que se le decía sin comprender nada del misterio. “No tengas miedo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.” Cuentan que lo primero que hizo José fue tomar la escopeta y matar todas las palomas a la redonda.

¿Alguien puede entender un embarazo sin la participación del hombre? ¿Alguien puede entender que un hijo está en camino sin haber participado en ello?

El misterio de la Encarnación y de la Navidad es todo un misterio de fe, pero de una fe dolorosa. Una fe sin entender nada. Una fe que sólo consistió en fiarse de “la palabra”. Se fió de la Palabra María: “Hágase en mí según tu Palabra.” Además, se fió de la Palabra José: “Acepta a María como tu mujer.”

Los caminos de Dios no suelen tener nuestra lógica. Por eso nos resulta tan difícil entenderlos. Los caminos de Dios sólo tienen la lógica de la fe yeste suele ser nuestro problema. Oramos y no se nos escucha. Al menos, no salen las cosas como queríamos.  Pedimos y no vemos los resultados.

La Navidad es una invitación a vivir plenamente en la fe y de la fe. Nace el Niño que anuncian como Dios y es un niño como el resto de niños. ¿Dónde están los signos de su divinidad? ¿El pesebre? ¿La pobreza? Llora como todos los niños. Pide la mamadera como todos los niños. Hay que limpiarle los pañales como a todos los niños. ¡Y a pesar de todo aceptar que es Dios! ¿Tú lo harías?

Menú de Nochebuena

Iglesia que Camina

Sé que los especialistas en cocina te ofrecerán muchos tipos de menús. Unos más caros, otros más económicos. También yo te ofrezco el mío, aunque no soy cocinero pero algo me sé de las Navidades.

De entrada: Mucha armonía entre todos en la familia. Recomendamos no condimentar nuestra cena con palabras hirientes, con gestos que molestan o con caras de enfado y menos con silencios que revelan tu fastidio.

Primer plato: Una buena dosis de amor, de comprensión y de armonía entre todos.

Segundo plato: Una buena dosis de fe. Que no celebramos un cumpleaños sino el Nacimiento del Hijo de Dios entre nosotros. Si falta Él en casa no tenemos nada que celebrar.

Como vino: La alegría de saber que Dios está en medio de nosotros y escuchar sus lloriqueos en el pesebre. Para ello, no hagáis un pesebre demasiado bonito. Hacedlo real. Unas pajas y un crío desnudo, aunque con una sonrisa en los labios al contemplar vuestro rostro.

Como postre: Unos corazones llenos de paz, de armonía y de solidaridad. El mejor postre pudiera ser regalar a alguien algo para que esa noche pueda también celebrarla con algo especial.

Como ambiente: Alegría sí, pero que sea la alegría de vuestra fe. La alegría de saber que Dios se ha encarnado y se ha rebajado a ser uno como nosotros. Además, la alegría de unos esposos que se aman, de unos hijos que se sienten amados y que saben amar a sus padres.

Como condimento: Un gesto de solidaridad con los que la Nochebuena no pasa de ser una noche como las demás porque en casa no hay nada con qué celebrar. Mejor todavía si esa noche invitas a alguien necesitado a compartir la mesa con tu familia.

José, el esposo de la Navidad

José suele ser un hombre del silencio. El hombre que está ahí, pero siempre en silencio. Si María habla poco, menos habla José.

José es el hombre de la fe. No el hombre de los sentidos. No el hombre que exige razones para amar. Es el hombre que “cree”. Y cree por más que todo le hable en contra.

Por eso, José es el hombre también de la Palabra. Por la fe en la Palabra, María engendró a su Hijo Jesús. Por la fe en la Palabra, José cree al Espíritu y se fía y cree en su mujer.

José es el hombre que tiene que atravesar las oscuridades de la duda. Pero es el hombre que no se queda en la nube, sino que se abre a la luz que le alumbra el camino.

José es el hombre que “cree contra lo que ve”, es el hombre que “la recibe en su casa” por encima de sus dudas, es el hombre que convierte la duda en fe y en respeto a la dignidad secreta de su esposa.

José es el hombre que cree sin ver pero escuchando a Dios en su corazón.
José es el hombre que luego no martiriza con sus dudas no adecuadamente sanadas en su corazón.
José es el hombre que no angustia a la esposa con la pregunta indiscreta. Respeta el silencio y calla.
José es el esposo de la Navidad, modelo de maridos en la historia. Respetar la intimidad del otro.

Respetar el silencio del otro. Fiarse y creer por encima de las dudas. Aceptar al otro sin condiciones y sin esos resentimientos subterráneos que afloran de cuando en vez. Respetar respetando la dignidad del otro. Maridos,, ¿no será José una llamada a vuestra conciencia de esposos?

Y la Palabra se hizo carne

Iglesia que Camina

“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.”
Los relojes daban la medianoche.
Todas las demás palabras enmudecieron.

Las palabras enmudecen todas ante el misterio.
Y las palabras se convirtieron en miradas.
Y las miras se hicieron contemplación.
Y la contemplación se hizo fe del corazón.

Callaba María. Callaba José.
Mudos y en silencio
de rodillas delante de la Palabra,
que se hizo carne.

No abras tus ojitos, hijo, que no es este el cielo.
No abras tus ojitos, hijo, que estás ya en la tierra.
No abras tu ojitos, hijo, que estás en un pesebre.
Y no abras tus labios, no, no digas nada.
Porque Tú ya lo has dicho todo.
Que tú eres el amor.

Y la Navidad llenó las cielos.
Y la Navidad llenó la tierra.
Y en los aires puros de la noche,
los ángeles se despertaron y comenzó la gran fiesta de Dios.

GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS.

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