5 de abril del 2020
La Fe de los sencillos
Pasión del Señor
El Domingo de Ramos es la fiesta de los sencillos, de quienes necesitan expresar sus sentimientos en manifestaciones populares, simples como su propia fe y su propio corazón. Cuando el corazón no está manchado de falsos intereses se expresa en cosas simples, pero auténticas. Cristo dijo: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. La gente del pueblo rindió en este día su homenaje público a la divinidad de Jesús, el Mesías, “el que viene en nombre del Señor”. Tal vez no fue una fe muy ilustrada, pero era fe. Lo aceptaban y se entregaban a Él.
Fue el pueblo sencillo el que abrió la Semana Santa, poniendo luz y calor en la figura de Jesús. Serán luego los grandes quienes la oscurezcan en estos días. Pero el pueblo ya ha dicho su palabra. Volverá a callar el Viernes Santo, ya que su propia sencillez se dejará manipular por sus propios jefes espirituales, pero en su corazón seguirá creyendo en Jesús de Nazaret el “Bendito de Dios”.
El Domingo de Ramos es la confesión pública de la fe de un pueblo. No basta creer en privado, hay que expresar también esa fe en la vida social, en la vida pública. Suele existir una falta de coherencia entre pensamiento y vida, entre lo privado y lo público, entre nuestro ser y nuestro obrar.
Ramos es la reacción espontánea del pueblo y la rabia de los jefes al sentirse desbordados y no secundados por las masas. A las masas se las pretende atar siempre a nuestros gustos y caprichos y egoísmos. Las gentes sencillas no siempre conectan con nuestras ideas abstractas. Prefieren la sencillez y espontaneidad de un Mesías montado en un borrico. Prefieren todo aquello que sabe a vida, que sabe a sinceridad.
Por eso es preciso ahondar nuestra fe para no ser tan fácilmente manipulados por ideologías interesadas. Necesitamos profundizar aquello que creemos, conocerlo mejor saber dar razón de nuestra esperanza. Por primera vez Jesús decide dejarse llevar del entusiasmo de la gente. Es la primera vez que mezclado entre la gente, decide hacer su ingreso en Jerusalén provocando la ira y la rabia de los jefes. No lo hace con signos de solemnidad sino con signos de pobreza. No entra en carro blindado, tampoco en brioso caballo, a Él le basta un borrico.
Centralidad del Viernes Santo
Pasión del Señor
El Viernes Santo litúrgicamente es un día frío, helado. El centro lo ocupa la Cruz pero, a la vez, si queremos vivirlo es un día lleno de vida, aunque esté lleno de muerte.
Día en el que Dios carece de derechos. Los hombres nos hacemos dueños de Dios y dueños de su suerte. Dueños de su vida. Los hombres jueces de Dios. La religión condena a Dios. La política condena a Dios. ¿Dónde están los derechos de Jesús, el día del Viernes Santo? ¿Dónde está la honestidad de los jueces humanos que juzgan, condenan bajo la presión de los demás, y condenan bajo el miedo a la pérdida de los propios poderes e intereses propios? Dios sentado en el banquillo del juicio religioso, de los hombres religiosos y Dios sentado en el banquillo del poder político.
Día de los creyentes que no dan la cara. ¿Dónde están los suyos? ¿Dónde están quienes lo acompañaron durante tres años como seguidores y discípulos? Siempre es mejor mirar desde la ventana que no meterse en el camino de los demás. Siempre es más fácil derramar unas lágrimas sin que nadie nos vea, que no dar la cara y gritar nuestra protesta. Siempre es más fácil jugar con el criterio de lo que “nos conviene a nosotros” que desde la verdad de la inocencia.
Día del Vía Crucis. El camino de la Cruz está lleno de gente. Los curiosos, los indiferentes, los que se sienten triunfadores porque han defendido su pellejo. Alguno que otro que se atreve a mirar por las rendijas. Unas mujeres que lloran y un Cireneo obligado. Es más fácil ser espectadores que actores. Siempre es mejor ver de lejos que no complicarse la vida.
Día de la Muerte. Día en el que Dios muere, pero también del Dios que no muere inútilmente, sino muere “dando y entregando su vida por los demás”. Demasiadas cosas para que nosotros las pasemos por agua tibia y las olvidemos. Sabemos que también hay olvidos interesados. Olvidar para no sentirnos comprometidos.
Un día para la reflexión, para tomar conciencia de Dios y también conciencia de nosotros mismos. ¿Alguien se siente inocente en este día?
Cómo vivir la Semana Santa
Semana Santa
Unos la aprovecharán para irse de turismo.
Otros la vivirán como una semana cualquiera.
¿Y tú cómo quieres vivirla?
Silencio: procura hacer momentos de silencio para interiorizar lo que recordamos.
Silencio: para que puedas interiorizar lo que los ojos ven desde afuera.
Silencio: para meterte en lo que celebramos.
Meditación: no dejes que todo quede en tu cabeza o en tus ojos.
Meditación: contempla con el corazón lo que celebramos.
Meditación: asimila en tu corazón lo que los ojos ven.
Busca espacios de silencio y meditación, ya sea en la Iglesia ya sea en tu casa, ya sea en el monte o la playa.
¿Sentirte culpable? Pues sí.
Todos somos culpables de la muerte de Jesús.
Pero que no sea esa culpabilidad que te angustia,
sino la culpabilidad del hijo que se reconoce en el amor.
Es la semana de amar y sentirse amados.
Los que podemos regalar es un poquito de ese amor que nos sobra en el corazón.
Los que podemos regalar es un poquito de nuestro amor a los que no son amados.
Los que sentimos que nadie nos ama, estos días hemos de sentirnos inundados del amor de Dios que entrega a su Hijo por nosotros.
El Sábado de la Espera
Semana Santa
El Sábado Santo es un día aparentemente vacío. Vacío de Dios, al que hemos enterrado como a cualquier hijo de vecino. La gente vuelve a sus casas, unos felices del éxito, otros con el remordimiento en el alma, otros con el dolor de haber perdido al hijo o al maestro. Es día de silencio delante de un sepulcro.
Pero es el gran día de la gran espera. Espera de la Vida, espera de la Resurrección. Una Resurrección en la que nadie cree. Es el día en que la esperanza choca con una realidad que no podemos negar. Sólo el corazón de la madre, sabe que aquello no puede terminar así. Él no se pudo engañar ni nos pudo engañar al decir “y al tercer día resucitaré”. Tampoco María lo entendió, pero tampoco perdió la esperanza de que algo tenía que suceder esa noche.
Nosotros celebramos la Gran Vigilia Pascual. Aún no hemos tomado conciencia plena de ella; sin embargo, es la noche de la esperanza, de que la noche se hace día y la esperanza realidad. Es la noche de la luz. Por eso todos hemos de traer nuestra vela. Una vela buena, bonita que luego podamos encender en nuestros hogares como signo de la presencia del resucitado en nuestra casa.
Vivamos la Vigilia Pascual como el momento de la razón de todas nuestras esperanzas muertas y que vuelven a revivir. Trae tu vela y enciende tu luz, símbolo de que también tu vida se hace luz en la luz del Resucitado.