Domingo 25 de octubre
Dios simplifica las cosas
amar a Dios y al prójimo
Nosotros todo lo solucionamos con leyes, con prohibiciones. Necesitamos del Código Civil, del Código Penal. Un Código para cada cosa. Dios simplifica las cosas reduciéndolo todo a dos: amar a Dios y amar al prójimo.
Nosotros con tantas leyes no solucionamos nuestros problemas, Dios los soluciona todos con dos que al fin y al cabo no son sino una: el amor. El amor para con Él y el amor para con el prójimo. Las únicas dos leyes que no suelen figurar precisamente en nuestros Códigos. La misma Iglesia necesita del Código de Derecho Canónico con 1.752 artículos y una serie de apéndices.
Hasta es posible que estos 1752 artículos son más importantes que el único artículo que nos dejó Jesús: amar. Por eso hemos convertido nuestro cristianismo en cumplir leyes y más leyes y nos estamos olvidando de lo verdaderamente esencial: amar.
Jesús lo dijo muy claramente: “Estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas”.
Cuando menos amamos más leyes necesitamos, tanto en el plano de lo civil como en el religioso. Cuanto menos nos amamos más multiplicamos las leyes, los mandatos, las prohibiciones. ¡Con lo fácil que sería la vida si lográsemos amar y amarnos! El mismo San Pablo hablando del hombre del Espíritu, luego de enumerar los frutos del Espíritu termina diciendo: “Contra tales cosas no hay ley”. (Gal 5,23)
Lo interesante en la respuesta de Jesús es que equipara el segundo mandamiento, el del amor al prójimo, al primero, que es “amar a Dios”. Los equipara y los une. No hay verdadero amor al prójimo si no hay amor a Dios, pero tampoco habrá verdadero amor a Dios sin el amor al prójimo. Dios y prójimo caminan tan unidos que parecieran una cosa, aunque no la son, porque uno es Dios y otro es el hombre. Pero es tal la relación de Dios con el hombre, que asume como hecho a Él todo lo que hacemos al hombre. De qué vale prohibir robar, matar, ser infiel, mentir, desear los bienes de los demás, si no tenemos amor en nuestro corazón. No nos engañemos, sólo cumpliremos con la ley de Dios si le amamos y si nos amamos.
Está bien ser especialistas en Derecho Canónico, pero el cristiano tiene que ser especialista en amar a Dios y al prójimo. Dios no nos va a examinar del Derecho Canónico sino si hemos amado porque quien ama de verdad ya cumplió con la ley. Por eso, el único examen que le hizo a Pedro fue éste: “Pedro, ¿me amas? Pastorea a mis hermanos”. “¿Me amas más que estos?”. No nos examinará si sabemos más o menos, sino cuánto amamos.
Amar es reconocer al otro
amar a Dios y al prójimo
Amar es reconocer la dignidad del otro.
Amar es reconocer la importancia del otro.
Amar es reconocer al otro como merecedor de lo nuestro.
Amar es preocuparse de la felicidad del otro.
Amar es buscar la alegría del otro.
Amar es hacer que el otro se sienta mejor.
Amar es hacer que el otro sea importante para mí.
Amar es revelar la bondad de nuestro corazón.
Amar es revelar la gratuidad de nuestro corazón.
Amar es revelar que el otro no me es indiferente.
Amar es revelar que mi corazón está lleno.
Amar es saciar la sed de quien necesita del amor.
Amar es abrir nuestro corazón al otro.
Amar es invitar al otro a vivir dentro de nosotros.
Amar es querer vivir dentro del corazón del otro.
Amar es encender una luz en la vida de los demás.
Amar es despertar una esperanza en la vida de los otros.
Amar es despertar la confianza en el corazón de los otros.
Amar es dar seguridad a los demás.
Amar es abrir una fuente de vida en el corazón de los otros.
Amar es parecernos a Dios.
Amar es revelar el amor que Dios tiene a los demás.
La alegría de dar
dar a los demás
Khalil Gibran escribe:
“Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto daña los regalos.
Y hay quienes tienen poco y lo dan todo.
Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca estará vacío.
Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su fortuna.
Y hay quienes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.
Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan la alegría de dar, ni dan conscientes de la virtud de dar.
Dan como el mirto, que en el hondo valle ofrece su fragancia a los aires.
A través de las manos de los que como esos son, Dios habla y, desde el fondo de sus ojos, El sonríe sobre el mundo.
Decís a menudo: “Daría, pero solo a quien lo mereciera”.
Los árboles en vuestro huerto no hablan de ese modo, ni los rebaños en vuestra pradera. Ellos dan para vivir, ya que guardar es perecer.”
Es que todos tenemos la idea de que eso de dar es privarnos de algo, quedarnos con menos. Hasta es posible que si doy un billete tenga uno menos en la billetera, pero nos olvidamos de que el vacío que deja en la billetera es un vacío que llena el corazón. Dar revela la bondad del que da y la necesidad del que recibe. Pero cuando damos, hemos de hacerlo de tal manera que el que recibe no se sienta mal, ni disminuido, ni humillado. El dar que humilla es un gesto de poder y no de bondad. El dar que humilla puede saciar el hambre del estómago, pero es vaciar el corazón de alegría.
Pensamientos
amor a Dios
Los paisajes nos pertenecen a todos.
La verdad también.
Entonces, ¿por qué muchos viven en la mentira?
El sol es para todos.
La luz también.
Entonces, ¿por qué algunos viven a oscuras?
El aire es para todos.
El espíritu también.
Entonces, ¿por qué muchos viven sólo de la materia?
La vida es para todos.
La gracia también.
Entonces, ¿por qué muchos viven en pecado?
La Eucaristía es para todos.
El pan también.
Entonces, ¿por qué algunos no tienen pan?
El Evangelio es para todos.
La Palabra también.
Entonces, ¿por qué algunos no lo conocen?
Dios es para todos.
También para los malos.
Entonces, ¿por qué algunos no creen en Él?
La Iglesia es para todos.
También para los que están fuera.
Entonces, ¿por qué algunos no entran en ella?
El amor es para todos.
No excluye a ninguno.
Entonces, ¿por qué amamos sólo a algunos?