Domingo, 22 de diciembre del 2024
Encuentros que dan vida
Encuentros que hacen saltar la vida escondida en el fondo del alma.
Encuentros que hacen saltar la alegría oculta bajo los problemas diarios.
Encuentros que hacen saltar el amor que parecía sacarse dentro.
Encuentros que hacen saltar la fe que ya parecía dormida en el corazón.
Encuentros que hacen saltar la esperanza que parecía muerta por el dolor.
Todos llevamos dentro demasiada vida que las cenizas del quehacer diario parecieran esconder.
Todos llevamos dentro una alegría que creíamos habíamos perdido y que lo único que necesitaba era una palabra que la despertase.
Todos llevamos dentro una generosidad en la que ni nosotros creíamos hasta que alguien la hizo brotar como semilla escondida en la tierra.
Todos llevamos una bondad que no se ve porque parece enterrada por lo malo de cada día. Todo es cuestión de alguien nos ayude a tomar conciencia de ella.
Hay encuentros que no dicen nada. Hay encuentros que pueden crear más desilusión.
Y hay encuentros que todo lo convierten en vida.
Es el encuentro de los esposos. Con frecuencia, encuentros anodinos y sin alma. Hasta que un día nos encontramos el uno con el otro, nuestras almas vuelven a encontrarse y todo vuelve a renacer.
Es el encuentro de los padres y los hijos. Nos sentíamos cercanos y lejanos a la vez, hasta que un día se encuentran sus almas y todo cambia.
Es el encuentro con las personas. Tantos encuentros puramente rituales y vulgares que no dicen nada, más que los buenos días. Hasta que un día afloran nuestros sentimientos y nuestros corazones vuelven a recobrar vida y el alma se llena de flores y de ilusiones. Ese fue el encuentro de María e Isabel. Ese fue el saludo de estas dos mujeres. Mutuamente se revelaron el misterio escondido. Cada una tenía mucho que decir a la otra. Cada una tenía un misterio escondido que afloró en el encuentro de un abrazo.
Las felicitaciones navideñas
Los correos no se dan abasto durante este tiempo de la Navidad. Las cartas se amontonan. Las tarjetas y postales se apilan. Todo un mundo de buenos deseos, de buenas intenciones, de buena voluntad. Al menos, una vez al año expresamos nuestros mejores sentimientos de felicidad para los demás.
José no recibió ninguna tarjeta de felicitación.
María tampoco recibió felicitación alguna.
¿A alguien se le ocurrirá escribir una postal de José y a María en estas Navidades? ¿No sería buena que la familia entera firmase una tarjeta postal a María y a José felicitándolos por la Navidad?
¿Y no pudiéramos también enviar alguna postal al olvidado de la Navidad, a Dios Padre? Porque, a decir verdad, el verdadero autor de la Navidad es el Padre. Él es quien nos ha regalado al Hijo suyo para que fuese hermano nuestro.
Nuestras postales navideñas suelen ser portadoras de infinidad de deseos, pero ¿serán realmente deseos auténticamente navideños?
¿Serán los deseos de que podamos reconocer a Jesús como nuestro salvador?
¿Serán los deseos de que nuestra fe se ilumine con la luz del Niño en el pesebre?
¿Serán los deseos de que nuestra esperanza que avive más con el cumplimiento de todas las promesas?
¿Serán los deseos de que nuestra caridad se encienda más y aprendamos no sólo a dar sino a darnos?
El nacimiento de Jesús, aún para aquellos cuya fe se ha debilitado, no deja de ser la ocasión de que se despierte lo mejor que llevamos dentro. Lo que con frecuencia no recordamos durante todo el año, aflora en estos días navideños. ¿No será también una manera que tiene Dios de hacernos más humanos y fraternos entre nosotros?
Y esta noche es Navidad
Cuando Dios nos visita con su Palabra y pide nuestro asentimiento para hacernos colaboradores de su obra, comienza la Navidad.
Cuando alguien cree de verdad en la Palabra que se nos dice, comienza la Navidad.
Cuando escuchamos la Palabra y le decimos a Dios: “Hágase en mí según tu Palabra”, comienza la Navidad.
Cuando escuchamos a Dios y nos dejamos transformar por la acción del Espíritu Santo, comienza la Navidad.
Cuando el Espíritu Santo nos fecunda con el amor y la gracia de Dios, comienza la Navidad.
Y cuando damos a luz a Dios regalándolo a los hombres: ya es Navidad.
Y cuando damos vida a Dios en el corazón de alguien: ya es Navidad.
Y cuando anunciamos a Dios a los hombres: ya es Navidad.
Y cuando los hombres descubren a Dios en nuestras vidas: ya es Navidad.
Y cuando llevamos la alegría de Dios a alguien: ya es Navidad.
Porque la Navidad comienza con la visita de Dios al hombre.
Porque la Navidad comienza con el saludo de Dios al hombre.
Porque la Navidad comienza con el sí del hombre a Dios.
Porque la Navidad comienza con un “hágase en mi tu voluntad”.
Porque Navidad es Dios con los hombres y los hombres con Dios.
Porque Navidad es concepción.
Porque Navidad es gestación.
Porque Navidad es parto.
Porque Navidad es un NIÑO.
Porque Navidad es Dios con nosotros.
Y esta Noche es Navidad.
Y mañana será Navidad.
Y todos los días pueden ser Navidad.
Belén, “casa del pan”
Belén, casa del pan que compartimos en la mesa.
Belén, casa del pan que comemos ricos y pobres.
Belén, casa donde el trigo se hace pan de todos.
Belén, casa donde Dios se hace pan para todos.
Belén, casa donde todos estamos llamados a hacernos pan.
Belén, casa donde Dios se hizo trigo humano.
Belén, casa donde Dios comenzó comiendo de nuestro pan humano.
Belén, casa donde Dios comenzó su historia de pan para la mesa de todos los hombres.
Belén, casa donde Dios se hace pan y el pan se hace sacramento de Dios. Belén, casa donde el pan se hace comida de todos.