Hoja Parroquial

Domingo 13 – B | Milagros y curaciones | IQC2021

Domingo, 27 de junio del 2021

Cuando los milagros los hacemos nosotros

los milagros

Jesús tiene gestos que desconciertan. Cuando la pobre mujer queda curada, la busca. Siente curiosidad quién ha sido la beneficiada y, cuando la descubre, la regala con una alabanza. Una alabanza que a la vez es un reconocimiento. “Hija, no he sido yo quien te ha curado. Ha sido tu fe”. Con frecuencia pedimos que Dios nos haga milagros. Dios no puede porque en realidad no tenemos una fe suficiente para él pueda hacer el milagro.

El milagro comienza por tener fe y seguridad. Igualito que los milagros de la vida. Todo es posible para el que cree en sí mismo. Todo es posible para el que tiene confianza en sus posibilidades.

Dicen que un zorro fue atrapado por un tigre. En medio de sus debilidades, el zorro, sorprende al tigre diciéndole: “Ten cuidado. Yo soy el animal a quién todos los animales de bosque tienen miedo”. El tigre se sorprendió. “¡Demuéstramelo!”, le dice. El zorro le dice: “Acompáñame al bosque y lo verás”.

Salieron al bosque, y al pasar, todos los animales se escondían, más por miedo al tigre que al zorro. Pero el tigre quedó sorprendido y comenzó a dudar de si realmente el zorro sería el animal más poderoso de la selva. Mientras el zorro mantuvo la fe en sí mismo, el tigre comenzó a dudar y desconfiar de sí mismo. Así el débil zorro pudo escaparse de sus garras.

Uno de nuestros problemas en la falta de fe en nosotros. “Tu fe te ha salvado”. Si tuviésemos más fe en nosotros muchos problemas no existirían. Si tuviésemos más fe en nosotros, muchas de nuestras enfermedades su curarían. Si tuviésemos más fe en nosotros muchos obstáculos desaparecerían. Y decimos “fe en nosotros”, porque la fe en Jesús, es a la vez fe en nosotros mismos. Creer en él termina siendo también “un creer en nosotros”.

Hasta es posible que muchas crisis de nuestra fe en Dios, tengan como raíz la falta de fe en nosotros. Si no creemos en nosotros, es posible que tampoco creamos en él. Si no somos capaces de creernos a nosotros mismos, tampoco podremos creer en los demás. Y tampoco en Él.

Los milagros de la vida no siempre dependen de Dios. Cuando Dios no nos ha hecho el milagro, no le culpemos, pensemos si creíamos de verdad que nos lo haría. Jesús le hace ver a esta mujer que “no ha sido Él quien le ha curado”, que ella ha quedado curada por su propia fe: “Tu fe te ha curado”.

Sanar a las mujeres

Jesús cura mujeres

La mujer siempre ha estado en condición de enferma en la sociedad porque siempre ha tenido que vivir en condición de dependencia, siempre en relación al varón, como si ella no tuviese propia identidad. En la misma Biblia entre las condiciones de pobreza y debilidad figuraba la “viuda”. Algo así como si la viuda fuese una manca e indefensa que no puede valerse por sí misma. Resultaba extraño una mujer soltera. La veíamos como la eterna protegida de sus padres.

Hoy sentimos la las mujeres “se están curando” de esa enfermedad que se llama “inferioridad”, “dependencia” y han comenzado a ocupar su verdadero lugar en la sociedad. Pero ¿cuál ha sido el camino? Nos atreveríamos a decir que aquí “también su fe las ha sanado”.

La mujer ha comenzado a creer en ella misma, ha comenzado a demostrarse a sí mismo que también ella es capaz, y que también ella puede afrontar las situaciones de la vida. Además, que también ella se basta a sí misma. Es decir, ha recuperado su “fe en sí misma”.  Es esta la fe, la que las hace luchar por recuperar su debido lugar, en condiciones de igualdad.

No son privilegios que la sociedad les está regalando, son derechos que ella está haciendo reconocer. No son favores de regalo de cumpleaños, son derechos que ella misma ha logrado sean reconocidos, son conquistas propias y personales, por más que todavía los hombres se muestren renuentes a reconocerlos. A los hombres nos cuesta bajarnos del pedestal, son ellas las que nos lo han apolillado.

La verdad de la curación de la hemorroísa

Jesús cura a la hemorroísa

En este relato de la curación de esta mujer con flujos de sangre durante doce años, hay mucho más que una sanación física del cuerpo. Esto flujos de sangre, según el Libro del Levítico, la hacían impura para el esposo, y para la sociedad. Eran un impedimento para la intimidad de esposa y eran un obstáculo para su integración en la comunidad.

De ahí que se convierta en un verdadero símbolo de la integración de la mujer en la sociedad.  No como un privilegio que la sociedad le concede sino como una conquista personal.

La mujer ha vivido demasiadas marginaciones. Ha vivido, y aún sigue viviendo, demasiados aislamientos. Jesús, al sanar a esta mujer, no solo le devuelve la salud. Es que, con ello, lo mismo que con el leproso, la integra de nuevo plenamente a la vida conyugal y a la vida social. Jesús en ningún momento marginó a la mujer. Comenzando por escoger a una mujer para ser su madre. Contó con mujeres en su grupo. Además, siempre que fue necesario salió en defensa de la mujer, pensemos en la “mujer adúltera”.

Somos nosotros quienes, víctima de los cánones culturales, la hemos marginado. No olvidemos las famosas tres “K” que decía el Emperador Guillermo II, hablando de las mujeres: “Kirche, Kinder, Küche”. Que traducidas dicen: La mujer es para la “Iglesia, Niños, Cocina”.

Al curarla, Jesús la está reintegrando a sus derechos de intimidad de esposa, y a sus derechos sociales en la vida de la comunidad.

No basta gastar lo que se tiene

cuando el dinero no basta

Esta mujer del Evangelio había gastado todo lo que tenía para poder curarse. Hizo todo tipo de tratamientos durante doce años. Y todo fue inútil.

Nuestros problemas no siempre se solucionan con dinero.
Nuestros problemas no siempre pueden comprar una solución.
Tampoco son siempre los demás quienes nos los tienen que solucionar.

No podemos esperar a que sean los otros quienes nos devuelvan nuestros derechos.
El verdadero camino puede que sea:
La fe en Dios.
La fe en sí mismo.
La confianza en Dios.
Y la confianza en sí mismo.

Tendremos que contar con los demás, pero primero hemos de contar con nosotros mismos. Con nuestras energías. Con nuestras posibilidades. Con nuestras certezas y seguridades. “Todo es posible para el que cree”. Todo es posible para el que cree en Dios y para el que cree en sí mismo.

Para el que cree en sí mismo no existen imposibles.
Para el que cree en sí mismo no existen obstáculos insuperables.
Para el que cree en sí mismo, hasta las dificultades se hacen posibilidades.

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