Hoja Parroquial

Domingo 28 – C | Agredecer a Dios

Domingo, 9 de octubre del 2022

Recordar y agradecer para amar

ser agradecidos

El Evangelio pudiéramos llamarlo “el relato de las sorpresas de Jesús”. Es que leyendo el Evangelio cada día tiene sus novedades, cada día tiene sus sorpresas. Todo parece repetirse, pero todo se repite de una manera diferente y nueva.

Hoy la sorpresa son diez leprosos que descubren en Jesús el único al que pueden acercarse, el único que no huye de ellos el único que no tiene miedo a contaminarse de su lepra. Todos se acercan para ser curados, pero sólo uno se acerca a dar gracias. Entonces, Jesús es sensible incluso a los sentimientos humanos, como si estuviese esperando el agradecimiento, dice: “Pero ¿no son diez los curados? ¿Y sólo uno tiene el corazón agradecido?” ¿Sólo el 10 % sabe dar gracias?

El agradecimiento suele ser el comienzo de algo más, el principio del amor. Cuando sentimos esa actitud de “gracias”, en el corazón se despiertan los sentimientos de benevolencia y de amor. Hay entre la acción de gracias y el odio como una misma fuente, el recuerdo. Cuando recordamos algo malo, el corazón se llena de resentimientos. Cuando recordamos algo bueno que nos han hecho, el corazón se nos llena de bondad y de amor.

Es importante cultivar y saber seleccionar bien nuestros recuerdos. Si llenamos el corazón de malos recuerdos, el corazón se nos va a llenar de amargura. Si llenamos nuestro corazón de gratos recuerdos, el corazón se nos llenará de alegría y de gozo.

Si queremos odiar, basta con llenar el corazón de recuerdos dolorosos. Pero si queremos amar, tendremos que llenar nuestro corazón de recuerdos bonitos y placenteros.

Cuanto más recordemos las bondades de Dios, tanto más nos sentiremos impulsados a amarle. Cuanto más olvidemos lo que Dios ha hecho por nosotros, menos interés amoroso sentiremos hacia Él. Esto fue precisamente lo que movió a San Pablo de la Cruz, fundador de los Pasionistas, a instaurar en la Iglesia el “recuerdo de la Pasión de Cristo”, lo que en la Congregación llamamos “hacer memoria”. Una memoria como principio de reconocimiento, de agradecimiento y de amor. El mismo Dios le dice a su Pueblo en el Deuteronomio: “Cuidado, guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos”.

Meditar es agradecer para amar

amar

Santa Teresa decía de sí misma: “Con ser yo de condición agradecida…”. Cuando era Cardenal, Benedicto XVI escribió: “el que pierde el sentido del agradecimiento tiene taponado su corazón”. Como decíamos antes, el agradecimiento implica necesariamente el “recuerdo”. Y que sobre todo, la Iglesia y el cristiano están llamados a vivir de la “memoria”, del “recuerdo”. El gran pecado de la Iglesia y de cada creyente es “el olvido”. El olvido de las maravillas que cada día Dios hace en su vida. El olvido borra el pasado de Dios en nuestras vidas. El recuerdo rescribe cada día esa historia de gracia. De ahí que, el olvido apaga el agradecimiento. El recuerdo nos hace agradecidos.

¿Cómo recordar esta historia de Dios en nosotros? El mejor camino será siempre la proclamación de esa historia en nuestra en nuestras comunidades y el ejercicio de la meditación a nivel personal. El ejercicio de la meditación es la manera más práctica y personal de actualizar el pasado de Dios en nuestras mentes y en el corazón.

Unos minutos de meditación diaria son otros tantos minutos de recuerdo, de memoria y, por tanto, otros tantos minutos para despertar en nosotros sentimientos de agradecimiento y sentimientos de amor para con Dios.

Esos momentos de meditación son como nuestro propio “Magnificat”: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador. Por hizo en mí cosas grandes…”.

Meditamos para recordar. Recordamos para agradecer. Y agradecemos amando.

Hijos agradecidos

ser agradecidos

Hay frases hoy por ahí que ya parecen tener carta de ciudadanía. ¿Usted nunca las ha escuchado? “Soy tu hijo, tengo derecho a que me des… yo no he pedido nacer”. Es decir, los hijos como que están perdiendo el sentido del reconocimiento de lo que los padres han hecho por ellos y más que “deudores”, se sienten “acreedores”.

Como si el hecho de ser hijos les diese derecho a todo y ninguna obligación. Lo que se hace por ellos es “un deber de los padres” Por lo que no tienen por qué ser agradecidos por los deberes y obligaciones de los demás.

Sabemos dar gracias a cualquiera por una tontería que nos dio. ¿Y cuántas veces hemos agradecido a nuestros padres todo lo que han hecho por nosotros?

El gran peligro de los hijos es sufrir de amnesia de olvido, de lo que se ha hecho por ellos. Del tiempo dedicado a ellos. De las lágrimas derramadas por ellos. De los pedazos de corazón sacrificados por ellos. De lo invertido en ellos.

Cuanto más olvido hay en nuestro corazón, menos agradecidos seremos. Cuanto menos agradecidos seamos, menos amaremos. A los hijos debiéramos recordarles aquella frase de Santa Teresa de Jesús: “Si no conocemos que recibimos, no despertamos a amar”. Quien se duerme en el olvido, nunca amanecerá amando.

No basta el “Día de la madre” o el “Día del padre”, se trata del recuerdo de todos los días, como del agradecimiento de todos los días. Porque el amor, no es para las grandes fiestas, sino el consumo diario.

La oración de acción de gracias

orar

“Se volvió”. Regresó. Desanduvo el camino. No para anunciarle su curación, sino para “darle gracias” por la curación. La curación ya no era noticia. Ahora la noticia eran los sentimientos del corazón. “La memoria del corazón”. “Para dar gloria a Dios”.

Nuestra oración está llena de “peticiones”. ¿Cuándo la llenaremos de agradecimientos?
Nuestra oración está llena de “exigencias”. ¿Cuándo la llenaremos de acción de gracias?
Nuestra oración está llena de “súplicas”. ¿Cuándo la llenaremos de alabanza y gloria a Dios?

Oramos pidiendo demasiado, pero alabando demasiado poco.
Oramos exigiendo demasiado, pero glorificando poco.

¿No será que nuestra oración carece de recuerdos, carece de memoria y mira demasiado poco a lo que Dios ha hecho en y por nosotros y sólo pensamos en lo que tendrá que hacer en adelante?

La oración es memoria del pasado y memoria del futuro, es recuerdo de una historia y es petición de una historia nueva.

La Misa es la celebración de la acción de gracias porque es celebración de la memoria. La Misa es recuerdo de la historia de Dios. ¿Vivimos la Misa como petición o vivimos la Misa como acción de gracias?

¡No estaría mal que cada vez que participamos en la Misa tomásemos nota de las veces que damos gracias a Dios!

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