Domingo, 13 de diciembre del 2020
“Uno a quien vosotros no conocéis”.
anunciar a Jesús
Juan anuncia y proclama al “que vosotros no conocéis”. Anunciar lo desconocido tiene cierto encanto de novedad. Anunciar lo desconocido despierta, cuando menos, la curiosidad.
El problema es “anunciar al que todos creen conocer”. ¿Quién no cree que conoce a Dios? ¿Quién no cree que conoce a Jesús? ¿Quién no cree que conoce a la Iglesia? ¿Quién no cree que conoce al hombre, su hermano?
Y claro, como pensamos que le conocemos, ya no tiene interés su anuncio. Es como leer hoy las noticias de hace unos días. ¿Alguien se detiene a leer el periódico de la víspera o de hace unos días? ¿Hay algo más aburrido que escuchar el llamado “resumen del año” que hacen los medios de comunicación? Personalmente, ese resumen me aburre.
Pero vayamos despacio. Hemos dicho “creemos que le conocemos”. Ahí está el verdadero problema. ¿Es verdad que conocemos a Dios, a Jesús, a la Iglesia y al hombre? La mayoría de nosotros los conoce de segunda mano, por simples referencias, porque nos lo han dicho, y muchas veces nos lo han dicho mal.
El problema nuestro no es que “conozcamos de sobra a Dios”, sino que “no le conocemos”. Tenemos una idea muy vaga de Él. Para la mayoría de nosotros sigue siendo el “que vosotros no conocéis”.
Por eso mismo, cuando hablamos de Dios, terminamos hablando de alguien a quien no conocemos. Hasta nos permitimos el lujo de criticarlo, negarlo o, simplemente, prescindir de él. Criticar lo que no conocemos demuestra poca seriedad. Criticar lo que conocemos de segunda mano es una falta de honestidad.
Sería mucho más serio decir “yo no lo conozco, luego me abstengo de hablar de Él”. Sería mucho más honesto decir “yo conozco a la Iglesia desde afuera, desde la plaza, luego me reservo mi juicio sobre ella”.
Amado Nervo tiene una frase muy linda: “Quien sólo ha visto los sótanos del Castillo, ¿qué podrá decir del Castillo?” Quienes sólo conocen los sótanos de Dios, poco podrán decir de Él. Quienes sólo conocen los “sótanos de la Iglesia”, ¿qué derecho tienen a juzgarla y criticarla?
Anunciar hoy al Dios que no conocemos
papa Paulo VI
El problema es cómo podrá anunciar la Iglesia hoy a ese Dios a quien creemos conocer sin conocerle. No es fácil. Primero, porque ya no es novedad hablar de Dios, pareciera no tener originalidad. En segundo lugar, quien cree conocerlo carece de interés de escuchar sobre Él.
Desde San Pablo VI se viene hablando en la Iglesia de “Nueva Evangelización”. ¿Cuáles serían los rasgos de esa “Nueva Evangelización”?
Primero: Hablar de Dios, no desde lo que sabemos de Él, sino desde lo que “vivimos de Él”. Es decir, ofrecer experiencias de Dios más que ideas abstractas. El hombre de hoy escucha más a la vida que a las ideas.
Segundo: Hablar de Dios desde la realidad del hombre. El modelo lo tenemos en la pedagogía de Jesús con la Samaritana y con los dos de Emaús. Jesús no empezó a predicarles ideas, sino a interesarse “de qué vais hablando por el camino”, o cuestionando el agua del pozo que no logra apagar la sed.
Tercero: Hablar de Dios como capaz de abrir al hombre a la esperanza. Un Dios respuesta.
Cuarto: Hablar de Dios de una manera positiva, pero como quien cree en Él, no como quien sabe cosas de Él.
La religión del vacío
religión
Este tiempo del Adviento es una buena oportunidad para hablar de los nuevos movimientos espiritualistas orientales. Primero se dice que no son religión, sino tratamientos sicológicos. Esa pudiera ser su verdad, pero luego terminan convirtiéndose en una religión más.
Se trata de una espiritualidad o sicología que provoca el vacío, el ponerse en ese nirvana sin ideas y sin cosas ni rostros. Una terapia de pacificación del espíritu que termina convirtiéndose en una nueva religión. La religión sin el mundo de las cosas, sin la realidad que nos rodea. Es decir, del vacío.
En cambio, el Adviento es la experiencia religiosa de un Dios que no se queda encerrado en su intimidad, sino que se abre al hombre, se abre al mundo, se abre a la historia, y que nos lleva de la mano a la experiencia navideña del “Dios encarnado”.
Como ves, la católica no es una religión que nos vacía del mundo, sino que nos pide amar al mundo, nos pide encarnarnos en el mundo, nos exige comprometernos con la historia. No basta hablar de religión, ni basta hablar de Dios. Siempre será necesario preguntarnos, ¿de qué Dios estamos hablando? ¿De qué religión se trata? Los nombres pueden ser los mismos, pero su realidad ser totalmente diferente.
El Adviento no nos aleja del mundo, del hermano, de las cosas. Al contrario, es el camino de Dios hacia el mundo y ha de ser el camino del hombre hacia Dios a través del mundo. El camino de Dios al hombre, pasa por el mundo. Y el camino del hombre a Dios, pasa también por el mundo, pero por un mundo no vacío, sino lleno de hombres y de cosas.
Preparando la Navidad en familia
Navidad en familia
Comenzar por leer los textos bíblicos que nos preparan espiritualmente para el acontecimiento de la Navidad. Te sugiero los siguientes:
La anunciación a María: Lc 1,26-38;
La visitación de María: Lc 1,39-56;
Anuncio a Zacarías del Nacimiento de Juan: Lc 1,5-25;
Circuncisión de Juan: Lc 1,59-80.
El misterio de fe de José: Mt 1,18-25;
Nacimiento de Jesús: Lc 2,1-20
Pedagogía: Es válido que cada uno los lea, pero mejor sería si se van leyendo día a día en familia. No hace falta leer todo el texto en un día, se puede ir leyendo por partes. Para quienes tengan niños pequeños, es bueno leerlos con ellos e irles explicando el texto.
Una segunda actividad sería poner en público una hucha o cualquier otra cosa, para que cada cual pueda ir depositando alguna que otra monedita “para el Niño Jesús”, y que antes de Navidad se puedan entregar a una familia necesitada para su cena de Nochebuena. Motivar este gesto en los niños.