Hoja Parroquial

Bautismo del Señor – C | Bautismo, experiencia de Dios

Domingo, 9 de enero del 2022

Buscando las raíces

Bautismo del Señor

El bautismo de Jesús se nos presenta como la experiencia fundamental, experiencia determinante y fundante de su propia conciencia de identidad y de su misión. Sin una experiencia fundamental, como que nuestra vida carece de una base firme y segura, sobre todo en nuestra dimensión religiosa.

Jesús comenzó su vida pública con el Bautismo en el Jordán. En ese bautismo tuvo la experiencia que lo marcó para toda su vida. Fue la experiencia que le dio su propia identidad, la que condicionó luego todo su ser y todo su obrar.

Su gran experiencia fue la manifestación del Padre: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. Una experiencia no simplemente humana, sino fruto de la acción del Espíritu Santo en Él.

A partir de ese momento su vida se moverá desde su conciencia de ser “el amado del Padre”, de ser el “predilecto”. Desde esa experiencia vivirá luego como marcado como hijo y como amado y querido. Esa experiencia forma parte de lo que llamaríamos “las raíces de la vida y misión de Jesús”. Él vivirá condicionado por ella.

Es posible que uno de nuestros más serios problemas como creyentes y como cristianos esté precisamente en la falta de esa experiencia fundamental. Hemos sido bautizados, pero nunca hemos tenido un impacto profundo en nuestras vidas. No hemos quedado marcados sicológicamente por esa nuestra condición de “hijos de Dios”, de “hijos amados y predilectos del Padre”.

Hablamos de nuestra filiación divina como si hablásemos de una noticia cualquiera de los periódicos, pero no como algo que nos ha marcado, nos ha sellado y nos ha direccionado luego en nuestras vidas. Nuestra condición de “hijos amados de Dios” queda en el plano del saber, de conocimiento, pero no en las raíces de nuestra fe. De ahí que luego, esa primera y fundamental verdad de nuestra vida no nos marca ni en nuestra identidad ni en nuestro obrar de cada día.

Recuperar nuestras raíces, es recuperar esta experiencia frontal, esta experiencia esencial de nuestra vida de cristianos. En algún momento es preciso hacerla “experiencia traumática” que nos resulta imposible olvidar.

Bajó el Espíritu Santo sobre Él

Espíritu Santo

La misión del Espíritu Santo es habitarnos, llenar nuestros vacíos, poner luz en nuestro interior. El hombre que no se deja actuar por el Espíritu Santo, es ciertamente un hombre incompleto. Un hombre vacío que luego tiene que recurrir a infinidad de ayudas para, de alguna manera, encontrar algo que lo sostenga.

Pablo, en la Carta a los Corintios, nos dice que el Espíritu produce en el hombre una serie de frutos: “amor, alegría, paz, tolerancia, bondad, generosidad, lealtad, dominio de sí”. (1Co 12,6-11)Y en la Carta a los Gálatas reitera: “El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”. (Gál 5,22)“Por el contrario, las obras según la carne son bien conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes”. (Ga 5,19-21)

Por eso, el Bautismo y, no sólo, la Confirmación nos regalan el don del Espíritu Santo. También sobre nosotros baja en ese momento el Espíritu Santo y nos hace hombres del Espíritu. Cuando nos vaciamos del Espíritu necesitamos acudir a la hechicería, a la idolatría, a las cartas, a los astros; es decir, necesitamos de sustitutos.

En vez de “hombres del Espíritu”, preferimos los “hombres de los astros”. En vez de “hombres del Espíritu”, preferimos los “hombres de las cartas”. Cada uno busca su propio espíritu, por eso somos también “padres de nuestras obras”.

¿No te parece que son repuestos bambas? ¿No te gustaría tener unos repuestos auténticos? ¿Por qué entonces no dejarnos habitar por el Espíritu que Dios nos regaló en el Bautismo?

Cosas del Bautismo

Bautismo

No siempre tenemos las ideas claras. ¿Qué es el Bautismo? Un nuevo nacimiento. Y donde hay nacimiento hay vida. Y nacer no es una broma, sino algo muy serio, porque es una nueva vida que comienza.

¿Me quiere decir ahora qué celebramos realmente cuando bautizamos a un hijo? ¿Una ceremonia o una vida? No nos equivoquemos. La ceremonia termina ahí. La vida ya no termina.

¿Y cuál es la condición fundamental para bautizar a un hijo? Ante todo es que los padres tengan fe porque su hijo aún no cree, porque no tiene capacidad. Por tanto, lo bautizamos en la fe de la Iglesia. La primera Iglesia con la que se encuentra su hijo, es la familia, son los padres.

¿Y si los padres no creen, se le puede bautizar? Claro, siempre quedará la fe de la Iglesia y, por supuesto, la fe de los padrinos. Eso sí, no se olvide que los padrinos no son parte de la decoración. Los padrinos ejercen también una especie de paternidad.

¿Y si los padrinos tampoco tienen fe, qué pasa? Un absurdo. El que no tiene vida no puede retransmitir vida a otros. Los muertos ya no engendran. Además, ¿se imagina usted a su hijo bautizado, con unos padres que no viven y unos padrinos que tampoco viven la fe? ¿No lo estarán declarando huérfano ya recién nacido a la vida de la gracia?

¿Y qué tenemos que hacer después de bautizar al hijo? Pues lo mismo que usted tiene que hacer luego que lo engendraron y lo dieron a luz. Es preciso cuidar esa vida. También la vida de la gracia. No creo que lo deje usted olvidado en la calle. Tampoco me imagino que lo deje usted abandonado sin apoyarlo en el crecimiento de la fe.

¿Y cómo ayudarlo a vivir su fe? Lo primero, lo esencial, sobre todo al comienzo de su vida es su propio testimonio y su propia vivencia bautismal. Entendamos que el niño descubrirá su bautismo a través de la vida religiosa de la familia. Su hijo conocerá a Dios primero en el testimonio y la palabra de sus padres, luego el Colegio y la Catequesis apoyarán con la enseñanza, el testimonio recibido.

Complicado, ¿no? No. Es lo más sencillo. Es cuestión de que usted viva. Así de simple. Él aprenderá.

Proceso de los fenómenos religiosos

religión y vida

Los estudios de la antropología religiosa marcan tres momentos: el momento místico, el teológico y el sociológico o institucional.

Momento místico: Toda religión ha de comenzar por una experiencia mística de acontecimiento religioso. Esto lo vemos claro en la Palabra de Dios. Moisés queda impactado por la experiencia de Dios en la zarza ardiendo. El pueblo queda impactado por la experiencia de la alianza de Dios con él. María queda impactada por la Anunciación. Jesús queda impactado en el Bautismo. Los discípulos quedan marcados en la experiencia pascual. Pablo que marcado por su experiencia del resucitado camino de Damasco. Siempre en el fondo y el comienzo se da una experiencia impactante. Sin ella, la religión se convierte en ideología, en filosofía.

Momento teológico: En un segundo momento, la primera gran experiencia es sometida a la reflexión y comienza la estructuración teológica de la misma. La reflexión teológica sola es teoría. La experiencia sin reflexión puede correr el riesgo de la ilusión. Se necesita los dos momentos.

Momento institucional: En el tercer momento, el fenómeno original o experiencia original pasa de ser un acontecimiento personal, a ser un fenómeno social. Es entonces que se necesita cierta estructuración social, surge la Institución.

El peligro está en que a partir de ese momento prevalezca lo institucional y se olvide lo místico, se comience a vivir de las ideas de la teología sin necesidad de volver al momento místico. Es ahí donde se pierde la vida y comenzamos a vivir de lo legal de la institución.

¿No nos estará sucediendo algo de esto a nosotros? ¿No estará prevaleciendo lo legal de nuestra fe por encima de nuestra experiencia profunda de fe?

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