Domingo, 16 de enero del 2022
Cristo no es un aguafiestas
Bodas de Caná
Mucho tienen que cambiar nuestras ideas y mucho tendrá que cambiar también nuestra praxis religiosa. Existe como una especie de subconsciente colectivo de que lo religioso tiene que ir acompañado de un tipo de seriedad que ronda en tristeza.
Los templos, considerados como “espacios sagrados”, tienen un no sé qué de seriedad a donde sólo se puede entrar en silencio, con el alma encogida, la cara medio compungida y con prohibición de decir “buenos días a nadie”. Entrar en los templos es como un caer en el anonimato, donde nadie conoce a nadie y nadie saluda a nadie. La alegría es preciso dejarla a la puerta de la Iglesia. Conozco a un sacerdote que inició con mucha ilusión su sacerdocio, le nombraron párroco de una pequeña parroquia y se sintió como desilusionado. El sentía que celebrar la fe era vivir un momento pascual en la vida de la comunidad. Y allí más que celebrar la pascua sentía que se celebraba todavía el velorio de Cristo, entonces se le ocurrió algo. Puso en la puerta de la Iglesia un letrerito que decía: “Se prohíbe la entrada a los perros, pero la alegría puede entrar con ustedes”. Y desde entonces comenzaba la Misa diciendo: “La alegría pascual de Jesús esté con vosotros y vosotros podáis expresarla hoy”.
No faltó quien le acusara al Obispo. Y el Obispo, que felizmente era un tipo alegre, le envió una carta: “Te felicito por tu originalidad. El día que consigas que la gente goce y se sienta feliz en la celebración, dímelo, que te asciendo a la Catedral”.
Felizmente, Jesús no entendió así la religión. Resulta curioso que el Evangelio de Juan comienza prácticamente con Jesús metido en un ambiente y en un clima de boda en Caná de Galilea. Comenzó su predicación celebrando una fiesta, la fiesta de unas bodas. Metido entre la gente que se divertía y se lo pasaba en grande, e incluso hizo su primer milagro convirtiendo el agua en vino. Se dio cuenta de que el agua es buena para uso externo, pero el vino alegra el corazón. Hasta parece lógico lo hiciera así. Si venía a anunciar la Buena Noticia de Dios, qué menos que comenzar con una celebración y participación en una fiesta junto con su Madre y sus discípulos. ¡Todos a la fiesta!
Una pareja en apuros
crisis matrimonial
Siempre me he preguntado leyendo el relato de las Bodas de Caná, ¿los novios recién casados, se habrán enterado del lío que había en la sala, donde ya no había más vino? De seguro que no. Es que, con frecuencia, los problemas en la pareja suelen aparecer sin que ellos mismos se den cuenta. Los problemas se van incubando como pequeños virus que cuando uno se entera ya están causando fiebre. Aquí, María, los salvó del apuro, antes de que ellos se enterasen.
La fiesta siguió. Los convidados se sintieron de nuevo en la fiesta. Y los novios-esposos quedaron muy bien ante los invitados. De ahí lo importante que es el estar siempre atentos y evitar que los problemas se vayan adueñando del corazón. Un problema descubierto a tiempo y solucionado a tiempo, no duele, ni crea conflictos. Un problema solucionado a tiempo, puede ser el comienzo de algo nuevo, inesperado. Hasta se pueden convertir en un nuevo estilo de fiesta.
Muchas parejas se niegan a reconocer que tienen problemas, es un querer esconder la cabeza en la arena para no ver. Eso no soluciona nada. Quien no tiene el coraje de reconocer que algo está sucediendo entre nosotros, difícilmente tendrá luego la capacidad de afrontarlo cuando ya se manifieste.
Los problemas no avisan, vienen cuando menos lo esperamos. A esta pareja, los problemas se les presentaron en la misma boda. Es el colmo, pero es la realidad. Y, como no suelen avisar, es preciso estar muy atentos para percibirlos cuando llegan. Una enfermedad, incluso el cáncer, descubierto a tiempo, puede ser fácilmente curada. Pero si ya hizo crisis, cuesta más y hasta puede ser incurable. No tengamos miedo a los problemas. Más bien, descubrámoslos a tiempo.
Oración del agua y el vino
Bodas de Canaan
Señor:
Nosotros tenemos el agua, pero Tú tienes el vino.
Nosotros ponemos el agua, pero Tú pon el vino.
Nosotros ponemos el agua de nuestras debilidades.
Pero Tú pon el vino de nuestra fortaleza.
Nosotros ponemos el agua de nuestros pecados.
Pero Tú pon el vino de nuestro perdón.
Nosotros ponemos el agua de nuestro mal humor.
Pero Tú pon el vino de la alegría.
Nosotros ponemos el agua de nuestras enemistades.
Pero Tú pon el vino de nuestra reconciliación.
Nosotros ponemos el agua de nuestras recaídas.
Pero Tú pon el vino de ponernos en pie.
Nosotros ponemos el agua de nuestros cansancios.
Pero Tú pon el vino de nuestros descansos.
Nosotros ponemos el agua de nuestras inconstancias.
Pero Tú pon el vino de nuestras constancias.
Nosotros ponemos el agua de nuestras infidelidades.
Pero Tú pon el vino de nuestras fidelidades.
Nosotros ponemos el agua de nuestros desamores.
Pero Tú pon el vino de nuestros amores.
Nosotros ponemos el agua de nuestras indiferencias.
Pero Tú pon el vino de nuestra sensibilidad.
Nosotros ponemos el agua de nuestro desinterés.
Pero Tú pon el vino de nuestro compromiso.
Nosotros ponemos el agua de nuestras oscuridades.
Pero Tú pon el vino de nuestra luz.
Nosotros ponemos el agua de nuestras desesperanzas.
Pero Tú pon el vino de nuestra esperanza.
Sí, Señor, nosotros ponemos el agua.
Tú pon el vino.
Nosotros tenemos el agua.
Tú tienes el vino.
Pensamientos para el verano
playa sol verano
¿Te das cuenta de que el sol es para todos?
Nunca pregunta dónde están los buenos y los malos.
Para él todos merecen su calor.
¿Por qué nosotros tenemos siempre que elegir a quien hacer el bien?
¿Te das cuenta que el sol calienta a todos por igual?
¿Y por qué nosotros no amamos a todos por igual?
¿Te das cuenta de que el sol despierta la alegría en nuestro espíritu,
y todos nos sentimos más felices?
¿Y tú vas a ser menos que el sol?
¿Por qué no despiertas también alegría en todos aquellos que se acercan a ti?
Hoy también ellos pueden ser un poco más felices por el calor de tu amistad.