Hoja Parroquial

Domingo 6 – C | Bienaventuranzas programa de felicidad

Domingo, 13 de febrero del 2022

La felicidad y el bienestar

Bienaventuranzas programa de felicidad

Bueno, no creo haya alguien que no quiera ser feliz. Hasta donde me consta, todos queremos ser felices. La felicidad es un grito del corazón humano. El problema comienza cuando nos preguntamos: ¿quiénes son realmente felices? ¿Cuántos han apostado por la felicidad y la han logrado?  Cuando hablamos con la gente sentimos que la gente no es feliz. Nos decimos “Buenos días” y “feliz día”, pero como que, en el fondo, no lo creemos, lo convertimos en un rito más.

El problema está en otra pregunta: ¿en qué ponemos realmente nosotros la felicidad? ¿A qué llamamos nosotros ser felices? ¿Conocemos los verdaderos caminos de la felicidad? Jesús, en su Evangelio, nos propone un programa de felicidad, que no nos ha gustado demasiado. La prueba es que no son muchos los que han optado por el camino de las bienaventuranzas como camino y espacio de la felicidad.

Nosotros buscamos más el “bienestar que la verdadera felicidad”, el tener más que el amar. El precio de la felicidad nos parece demasiado caro. En tanto que todos estamos dispuestos a quemarnos la vida en busca del “bienestar”. ¿Será el bienestar la fuente de la felicidad? Si el bienestar equivale a felicidad, son muchos los que tienen que ser felices. Lo cual no creemos sea cierto.

El mundo de hoy tiene mucho bienestar, pero no tiene gente feliz. El mundo de hoy todo lo invierte en lograr el bienestar, pero la gente no consigue ser feliz. No logramos ser felices por muchos motivos:

En primer lugar, porque no siempre el bienestar se consigue por caminos adecuados. Entonces terminamos teniendo mucho, pero con un trasfondo de conciencia que nos impide disfrutarlo a gusto.

En segundo lugar, porque no sabemos qué grado de bienestar es suficiente para regalarnos la felicidad. Hay una canción que dice “todos queremos más y más y mucho más”. Un más que no tiene límites. Terminamos por darnos cuenta de que ese “más” nos abre al vacío de “mucho más”.

Tal vez la culpa la tengamos todos porque hemos anunciado mucho la ley, pero hemos anunciado muy poco las bienaventuranzas. ¿Será que no creemos en ellas? ¿Cree la Iglesia en las bienaventuranzas? Entonces, ¿por qué no habla más de ellas?

Caminos de la felicidad

la felicidad

¿Y no seríamos más felices si nuestro corazón necesitase lo necesario y no fuese esclavo de lo superfluo?
¿Y no seríamos más felices si tuviésemos menos necesidades que las que nos estamos creando?
¿Y no seríamos más felices si, satisfechas nuestras necesidades, nos preocupásemos de las necesidades de los demás?

¿Y no seríamos más felices si, en vez de quejarnos de lo que nos falta, disfrutásemos más de lo que ya tenemos?
¿Y no seríamos más felices si, en vez de gastar tanto en placer, gastásemos un poco más en que realmente puede llenar nuestro corazón?}
¿Y no seríamos más felices si pusiésemos nuestra alegría en lo necesario y no tanto en lo superfluo?

¿Y no seríamos más felices si, en vez de llorar a solas, compartiésemos las lágrimas de los demás?
¿Y no seríamos más felices si descubriésemos en Dios nuestro verdadero valor y riqueza?
¿Y no seríamos más felices si, aun careciendo de muchas cosas, nos considerásemos los unos a los otros más importantes que las cosas?
¿Y no seríamos más felices si, en vez de convertir nuestras carencias en luchas y amarguras, nos decidiésemos a animarnos y alentar a seguir luchando en la esperanza?

Bueno, son preguntas.
Si alguien tiene respuestas…
El Evangelio nos dio la suya.
Pero ésa no la creemos, ¿verdad?

Razones para vivir

vivir feliz

Dicen que hoy hay mucha riqueza, pero también mucha pobreza. Algunos hasta afirman que a mayor riqueza, más pobreza.  Que hoy existe demasiada gente que carece de lo necesario para una vida digna, no requiere demasiado esfuerzo para verlo y constatarlo.

Sin embargo, si nos atenemos un poco al Evangelio, ¿cuál será la verdadera pobreza de ricos y pobres? Personalmente me atrevería a suscribir lo que alguien ha escrito: “La civilización de la abundancia nos ha ofrecido medios de vida, pero no razones para vivir”.

Puede que tengamos más que suficiente para vivir bien. ¿Pero hemos encontrado verdaderas razones para vivir? Puede que tengamos muchas cosas superfluas para consumir. Pero, ¿hemos encontrado verdaderos motivos para vivir?

Cuando uno es testigo de tantos suicidios, uno se pregunta si se tratará de gente que ha caído en la desesperación porque no tiene para vivir. Y luego constata que los suicidios se dan casi por igual en las distintas clases sociales. Claro que algunos se exhiben más y otros se los oculta más.

Ciertamente el problema del suicidio es algo que nos debiera preocupar. Cuando uno reflexiona cómo es posible que alguien se quite la vida. La única conclusión a la que se llega es siempre la misma: “Ha perdido el sentido de la vida”. Es posible que el vacío existencial sea tan profundo, que uno ya no encuentra razones para seguir viviendo. La muerte pareciera tener más razones que la vida para seguir viviendo.

Se trata de un profundo drama interior que sólo Dios podrá juzgar. Nadie tiene derecho a enjuiciar a esas personas. A lo más, para asumir nuestra responsabilidad. ¿Hasta dónde nosotros no les hemos dado suficientes y valederas razones para vivir? Esa es la pregunta que queda pendiente de respuesta. El resto tendremos que dejárselo a la misericordia de Dios.

Dar gracias a Dios

feliz y agradecido

No tienes muchos millones en el Banco.
Pero tienes suficientes motivos para vivir.
No tienes grandes títulos.
Pero tienes suficientes motivos para vivir.
No tienes grandes éxitos en la vida.
Pero tiene razones para vivirla.
No tienes grandes reconocimientos en la vida.
Pero tienen demasiadas razones para vivir.
No tienes grandes expectativas de futuro.
Pero tienes razones más que suficientes para seguir viviendo.

Gracias, Señor, porque no me has dado muchas cosas.
Pero me has dado muchas razones.
Gracias, Señor, porque no me has dado grandes almacenes de cosas.
Pero me has dado muchos motivos para seguir luchando la vida.

Señor: que cuando sienta que mi vida vale poco pongas antes mis ojos razones para seguir luchando.
Señor: que cuando sienta que mi vida está vacía seas tú quien la llenes de razones para seguir viviendo.
Señor: que cuando sienta que mi vida es ya inútil me hagas sentir que tú tienes razones para que yo siga viviendo.
Señor: que cuando yo ya no vea razones para vivir tú seas la única razón que aún sigue teniendo sentido.
Señor: hazme sentir que más vale tener razones para vivir que cosas con que vivir.

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