Hoja Parroquial

Domingo 23 – A | Corrección y amor

Domingo, 10 de setiembre del 2023

Corrige a solas

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¡Qué distinto es Jesús de todos nosotros! A nosotros nos encanta airear la vida de los demás. Basta mirar por las noches ciertos programas. ¡Es un encanto la manera que tienen de sacar al aire todos los trapitos sucios de los demás! El caso es que dicen que eso tiene mucha audiencia. ¿Será que a nosotros nos gusta el chisme, el chismorreo?

Si nos reunimos no hay conversación si no comenzamos a desnudar a todo el mundo. Yo no sé por qué no hay más calatos en las calles.

Sin embargo, el Evangelio de hoy es un encanto de delicadeza. Jesús sabe que podemos fallar, que podemos pecar, pero luego nos dice que si tu hermano peca, no lo lleves a la TV, ni lo lleves al club de los chismosos, sino: “Llámale y corrígele a solas.” Que no se enteren los demás, que su pecado quede entre los dos y que tu amor salve al que ha pecado.

Para Jesús mucho más importante que el pecado mismo es la persona. Para Él, la persona, aunque haya pecado, se merece toda nuestra atención, comprensión y amor.

La murmuración y la crítica no sana a nadie. El amor silencioso puede curar muchas heridas. La murmuración y la crítica, en vez de curar las heridas, las hacen más grandes, mientras que el amor y la comprensión las cura y las cierra.

Incluso, la participación de la comunidad es en el caso de que se resista a tu amor o, incluso, al de dos. Nadie tiene derecho a murmurar y criticar del otro si antes no le ha amado, le ha comprendido y le hay corregido fraternalmente.

La misma Iglesia impone un secreto absoluto al confesor. Un confesor que revelase los pecados de alguien queda suspendido en el ejercicio de su ministerio. Es que la persona es sagrada y también sus debilidades.

Si los que han caído encontrasen alguien que les eche una mano, es posible que hoy estuviesen en pie.

Si los que han pecado encontrasen en su camino alguien que, a pesar de todo, les ama, es posible que hoy fuesen buena gente y hubiesen abandonado el pecado.

Dios es más comprensivo que nosotros que, por lo demás, también somos pecadores. Dios es más comprensivo que nosotros y mucho más respetuoso con la persona y su dignidad.

Dios no es de los que airean los pecados de los demás, sino que los perdona y los borra. “Sepultaré tus pecados” para que nadie los vea ni se entere. ¿Te imaginas que Dios pusiese al descubierto todas nuestras debilidades? Yo creo que ninguno de nosotros se atrevería a salir a la calle. Es que Dios, aparte de perdonar, es todo un caballero.

Corregir sí, pero con amor

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Todos tenemos miedo a corregir al hermano. La corrección es un acto de bondad y de amor y caridad porque corregir es una manera de ayudar al otro a que pueda reconocer sus errores y enmendarse.

Los padres tienen que corregir a sus hijos. Pero, cuidado, corregir no es reñirles, ni levantar la voz y gritarles, y menos aún castigarles. El hijo tiene que sentir que cuando les corrigen están sintiendo el amor y el cariño de sus padres. De lo contrario, en vez de la corrección, se van quedar con el mal humor y la rabia.

¿Por qué no corregirse entre los esposos? También entre los esposos hay fallos, hay debilidades. Corregir es una manera de ayudarles a superarse. Quien no se deja corregir está diciendo que no quiere cambiar o es tal su orgullo que no quiere reconocer sus fallos. Pero no os corrijáis enfadados, ni os castiguéis con el silencio amargo de quien niega la palabra al otro.

La corrección es uno de los mejores medios y caminos para ayudarnos. ¿Qué pasaría si te has equivocado de camino y yo me doy cuenta, pero no te digo nada? Ciertamente no estaría demostrando mi amor por ti y te obligaría a tener que desandar el camino.

La corrección es buena, pero necesita de mucho amor. De lo contrario, la corrección puede abrir más heridas que las que cierra.

También tenemos que aprender a dejarnos corregir y sentir que quien nos corrige lo hace porque nos quiere y nos ama y busca nuestro bien. No dejarse corregir puede ser una señal de orgullo herido, incapaz de dejarse amar.

Recuerdo que en una ocasión el Cardenal Landázuri quiso decirme algo porque alguien le había ido con un chisme, era una tontería. Él delicadamente me llamó y me habló con tanta amabilidad que yo terminé dándole gracias, aunque estaba convencido de que yo era inocente en lo que le habían dicho. Era cuestión de que yo partía la hostia a la hora de la consagración. Lo hubiese seguido haciendo, pero sentí que él me lo decía con tanto cariño que al final me dijo: “Yo también siento ganas de hacerlo muchas veces, pero ya conoces lo que es la gente”. “La gente está demasiado pegada a la tradición”.

Catequesis orgánica

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Es preciso hacer una programación coherente y orgánica de nuestra catequesis porque la catequesis tiene que adaptarse a las distintas edades y situaciones de la vida.

Debiera haber una coordinación:
Entre Familia y Colegio como mutua complementación.
Entre familia, Colegio y Parroquia.

No se trata de suplantar a nadie, ni tampoco de delegar en los demás, cada uno tiene su propia tarea. Se trata de saber lo que hace cada grupo de responsabilidad. Hasta ahora mal que bien está funcionando la catequesis ocasional de los sacramentos de Primera Comunión y Confirmación, pero ahí se pierde el hilo de continuidad y es preciso retomarlo.

Hoy no nos bastan las cuatro ideas recibidas de niños. Los problemas de los adultos son distintos y necesitan ser iluminados y esclarecidos. Para ello se necesita urgentemente la Catequesis de Adultos. Hace unos años la Iglesia publicó el Catecismo Católico, que es prácticamente para adultos. ¿Cuántos lo tienen en sus casas? ¿Cuántos lo han leído?

Yo entiendo que es algo nuevo a lo que no estamos acostumbrados. Y esto no es nuevo. Yo recuerdo todavía que siendo niños, en la Parroquia, durante la Cuaresma y antes de la Comunión Pascual el párroco examinaba del Catecismo a la gente mayor y lo hacía delante de los niños que asistíamos a la catequesis. Creo que los métodos han cambiado. Lo que no debiera cambiar es la realidad. Hace un tiempo, en la parroquia el pasado año hemos abierto la “Escuela en la Formación de la Fe”. ¿Cuántos asistían? Un grupo minúsculo que, por otra parte, ya estaba metido en otros movimientos. ¡Una pena!

Criterios

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Sé que puedo fallar
e incluso fallo sin darme cuenta.
¿Por qué no me corriges?
Corrígeme con amor y con bondad.
De lo contrario, no tienes derecho a criticarme.
Porque quien no corrige es también cómplice.

Quien no corrige primero, que no murmure.
Quien no corrige primero, mejor que calle.
Quien no corrige primero, que no se escandalice.
Quien no corrige primero, que vaya con el chisme.

Corregir es llamarle a solas.
Corregir es demostrar que te interesas por él.
Corregir es demostrarle confianza.
Corregir es ayudar a levantarse.
Corregir es ayudar a corregirse.
Corregir es ayudarle a ver sus defectos.
Corregir es creer en su capacidad de cambio.
Corregir es creer que puede levantarse.
Corregir es tener fe en el hermano.

Cree a quien te corrige, aunque te duela.
Es el médico que quiere sanarte.
Cree a quien te corrige y no a quien te alaba.
Da gracias a quien te hace ver tus errores
y no te ofendas con quien te dice tu verdad.

Los demás no han de ser un estorbo en tu madurez,
sino un medio para crecer y madurar.
Nunca rechaces la mano que se tiende,
trata de ver en ella la mano de Dios.

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