Hoja Parroquial

Domingo 4 – B | Enseñar con autoridad | IQC2021

Domingo, 31 de enero del 2021

Profetas y profetas

profetas

Moisés anuncia al pueblo que Dios suscitará un profeta “de entre tus hermanos, como tú”. Los profetas no vienen del vacío, ni tampoco son seres divinos. Son seres humanos. “Uno como tú”. No representan al pueblo. Ni son enviados por el pueblo.

Los profetas los “suscita el Señor”. Porque los profetas no hablan en nombre del pueblo y lo que le gusta al pueblo. El profeta habla porque “pondré mis palabras en su boca”. Su fidelidad no es decir lo que nos gusta a todos. “Dirá lo que yo le mande”. El profeta es como uno de nosotros, pero, a la vez, alguien distinto a nosotros porque es un “llamado” y un “enviado” a la vez.

Tampoco él podrá decir lo que le dé la gana. Dirá lo que Dios le mande decir, guste o no guste, caiga bien o caiga mal. Hay en el profeta una tremenda libertad. Libre porque sabe que es enviado. Libre porque sabe que habla en nombre de Dios. De ahí surgen varias cosas.

Hay que escuchar a los profetas.
A quien no le escuche “yo le pediré cuentas”, dice el Señor.
Porque el que no escuche al verdadero profeta no está escuchando a Dios.
Pero tampoco el profeta podrá decir lo “que yo no le haya mandado”.
“Ese profeta morirá”.

En este texto del Deuteronomio se nos describe la verdadera figura del profeta y la actitud del pueblo frente a él. Hablar en nombre de Dios para decir lo que nosotros pensamos, es traicionar a Dios. Aprovechar para declararse representante de Dios, para imponer nuestras propias ideas, nuestros gustos o criterios, Dios lo castiga con la muerte del profeta. El profeta nunca habla en nombre propio, sino en nombre de Dios.

Por eso también se nos exige escucharle porque cuando escuchamos a los verdaderos profetas, en el fondo, le estamos escuchando a Él. Cuando nos negamos a escucharlos, nos estamos negando a escuchar a Dios.

La Iglesia no puede caminar, ni vivir sin profetas en su seno. Pero no es cuestión de que cada uno nos sintamos profetas. El problema está en a quién ha declarado profeta Dios. Y ojo, que Dios puede declarar profeta a cualquiera, “entre los tuyos, de entre tus hermanos”. Necesita profetas que la despierten, la inquieten y la proyecten. El profeta será siempre como un revulsivo dentro de la comunidad.

Enseñar con autoridad

enseñanza de Jesús

La gente tiene un sentido y un olfato poco comunes. Sabe diferenciar a los que le hablan por hablar, a los que le hablan al corazón, a los que le hablan como testigos de Dios, y a los que le hablan como testigos de la ley.

“Se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad”. La gente percibe tres cosas en Jesús:

Ante todo, su doctrina. Jesús no repite la ley. Jesús anuncia la novedad del Reino. Anuncia lo nuevo. No algo que aplasta al pueblo, sino algo que alienta, anima y levanta el espíritu del pueblo. De alguna manera descubren en la enseñanza de Jesús como una especie de liberación, como algo que los abre a la esperanza y a la libertad.

“Enseñaba no como los escribas”. Jesús no es el maestro que da lecciones sobre la ley. Jesús enseña vida. Jesús enseña la libertad de espíritu. El pueblo así lo percibe.

“Sino con autoridad”. Lo cual, significa que, de alguna manera están ya restando autoridad a los escribas o maestros de la ley. No enseñaba con autoritarismo, sino autoridad. Como quien vive lo que dice y cree de verdad lo que enseña. Con su simple presentación, Jesús está desautorizando a los maestros de la ley. Les está quitando piso y está ganando a la gente para su causa.

No es cuestión de hablar más bonito que los demás. Es cuestión de predicar algo que a la gente le levante el espíritu, que ilusione a la gente con la novedad de Dios. Para ello, no basta saber mucha teología, es preciso la predicación del verdadero testigo de Dios. Jesús es el nuevo profeta que nos comunica “lo que Dios le manda”.

Crisis de la autoridad de los padres

autoridad de los padres

Las crisis de autoridad son generales hoy. Me atrevería a decir que “la autoridad”, como tal, está en crisis. Sólo “determinadas autoridades” han superado la crisis y la han superado porque su personalidad es más fuerte que su autoridad.

Antes, ¿quién se atrevía a criticar a las autoridades? En cambio, hoy no se salva ni el obispo ni el Papa. Cualquiera se siente con derecho a la crítica y no precisamente de una crítica constructiva, que siempre será buena, sino a una demoledora y destructiva.

La autoridad de los padres no podía escaparse de esa crítica. A ello hemos contribuido, de alguna manera todos. Desde que el psicoanálisis nos fue privando de la responsabilidad personal, todos hemos culpado a las instituciones. ¿Que el hijo es drogado? La culpa la tienen los padres. ¿Qué el joven es un antisocial? La culpa la tienen los padres y la sociedad. Ya no hay responsables personales. Todos son responsables anónimos.

A ello hay que añadir que tampoco los padres han sabido asumir su verdadero rol de formación. Más bien ha preferido delegarlo en otros y él se ha marcado una cierta distancia.

La crisis de los padres es peligrosa porque ellos tienen que ser el primer punto de referencia para cualquier concepto de orden, de disciplina y aún de ética y moral. Muchos padres hoy han perdido esa referencia. La han perdido porque tampoco se la han ganado y esto puede ser serio en el futuro de sus hijos.

Cosas del verano

verano

El verano es bello.
¿Será que todos somos mejores en el verano?
El verano tiene más calor.
¿Será que también hay más calor en nuestras relaciones?
El verano tiene más luz.
¿Será que también hay más luz en los corazones?
El verano tiene más de ilusión.
¿Será que nosotros tenemos más esperanza?

El verano tiene un cielo más azul.
¿Será que nosotros miramos más hacia arriba?
El verano tiene una naturaleza más alegre.
¿Será que nosotros amamos más el mundo?
El verano nos saca más de casa.
¿Será que regresamos luego más felices?
El verano desparrama más la familia.
¿Será que luego sabemos reencontrarnos?

El verano nos invita más a descansar.
¿Será que nos recuperamos sicológicamente más?
El verano nos hace sonreír más.
¿Será que en casa no regalamos más sonrisas?

El verano no es solo un tiempo calendario.
Tendría que ser también un tiempo vida.
El verano no son unos meses de vacaciones.
Tendría que ser también unos meses para afianzarnos más a nosotros mismos.

En el verano los hombres tomamos vacaciones.
Pero, ojo, Dios no está de vacaciones.
Lo decimos por si alguien se imagina que la Misa Dominical es para el resto del año.

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