Hoja Parroquial

Domingo 32 – A | Esperar despiertos

Domingo 8 de noviembre del 2020

Cuando Dios nos encuentra dormidos

esperar

Dios no es de los que duerme porque para Él siempre es pleno día, pero nosotros nos pasamos media vida dormidos. Dormir es necesario. Se dice que podemos pasar unos días sin comer, pero no sin dormir. Por eso no me preocupan las horas nocturnas que invertimos en el sueño reparador para trabajar mejor al día siguiente.

Lo que me preocupa es que luego nos pasemos el día dormidos, sin enterarnos de lo que pasa a nuestro alrededor, que siempre nos enteremos de las cosas de la vida a través de los periódicos o los noticieros de la TV o radio o el Internet. Siempre somos testigos de segundo, pues enteramos por los demás.

Pero me preocupa más todavía el hecho de la gran mayoría de los bautizados caminemos por la vida “dormidos o adormilados” y seamos incapaces de estar despiertos cuando Dios llama a nuestro corazón o pasa a nuestro lado sin que nos enteremos. Cristianos con los ojos cargados de sueño que no puede descubrir las huellas de Dios en los acontecimientos de la vida o, como se dice hoy, “en los signos de los tiempos”, que no son sino las señales que Dios nos envía, como palabras no pronunciadas sino palabras habladas desde la vida y la historia, que es el gran lenguaje de Dios a los hombres.

El Esposo “tardaba” en llegar. Como nosotros no somos capaces de esperar despiertos nos dormimos. Mientras tanto se nos va consumiendo el aceite de las lámparas de nuestra fe, de nuestra esperanza, de nuestro amor, y cuando queremos despertarnos al grito de “Dios está a la puerta” nos encontramos a oscuras y sin aceite de reserva.

El cristiano, como cualquier humano, vive de pequeñas esperanzas, como dice el Papa Emérito Benedicto XVI. Pequeñas esperanzas que nos mantienen vivos y nos dan fuerza para afrontar el presente con gozo. La gran esperanza, la esperanza de todas las esperanzas, es la espera de Dios, la espera del paso de Dios a nuestro lado. Las huellas de su paso son eso que llamamos “signos de los tiempos”.

Esos signos que no sabemos leer porque no sabemos verlos y/o porque llevamos los ojos cargados de sueño. Por eso siempre llegamos tarde a la cita de Dios, así encontramos la puerta cerrada cuando llegamos. Ser cristiano es estar siempre despierto. Atento siempre. No se permiten analfabetos que no saben leer las señales de Dios.

El desgaste de la esperanza

esperanza

Muchos hablan hoy de la “pérdida de la esperanza”. Yo prefiero hablar de una manera diferente. Prefiero llamarla, “el desgaste de la esperanza”. (Pagola) No se trata tanto de perder la esperanza, se trata más bien de un cierto desgaste de la esperanza por falta de uso. Sí, las cosas también se desgastan cuando no se las usa, se oxidan, les entra el polvo. Pierden la grasa que suaviza los roces.

Esta parábola de los vírgenes o muchachas, a una invitación de Jesús a saber esperar, pero no se espera simplemente aguardando sentados, porque terminamos durmiéndonos todos. La esperanza se vive esperando. Esperar significa la capacidad de estar despiertos. Tener suficiente aceite para que la esperanza se mantenga viva. Es la esperanza la que nos tiene en vilo. La que nos despierta. La que nos hace mirar lejos. La que nos impide ahogarnos en las dificultades de hoy.

La realidad y la esperanza suelen llevarse mal. Forman una mala pareja. Cuando debieran ser un matrimonio bien avenido. Por una parte, la dura realidad de cada día parece ahogar los sentimientos de la esperanza. Por otra, debiera ser la esperanza la que nos pone alas en el alma para volar por encima de la realidad.

La realidad sin esperanza, nos ahoga y nos marchita. La realidad sin esperanza se convierte en una pesada carga difícil de llevar.

La esperanza desde la realidad, nos da alientos por dentro para mirar más allá. La esperanza desde la realidad, nos ayuda a pensar que la vida no termina hoy, sino que sigue mañana.

Hay que reconocer que, con frecuencia, la misma oración a Dios se convierte en una “esperanza desgastada”. “Le he pedido y no me ha escuchado”. Aquí tendríamos que hacernos una pregunta: “Hemos orado realmente con esperanza”. Porque orar con esperanza es seguir esperando en Él, aunque no veamos sus frutos de inmediato.

Sólo vive el que espera. Sólo tiene futuro el pueblo que espera. Sólo tiene futuro el pueblo que tiene razones para esperar. Un pueblo que carece de razones para esperar, termina desintegrándose. Cuando uno contempla esas colas infinitas de gente esperando en las Embajadas a la espera de un visado para salir del país, uno siente que son gentes que han perdido la esperanza en su propio país. Y esto es serio.

Con alegría, hermano

esperar con alegría

Corrige con alegría.
Perdona con alegría.
Levanta al caído con alegría.
Saluda con alegría.
Despídete con alegría.
Llama con alegría.
Responde con alegría.
Invita con alegría.
Discúlpate con alegría.
Acepta con alegría.
Tiende la mano con alegría.
Ofrece con alegría.
Recibe con alegría.
Pide con alegría.
Habla con alegría.
Piensa con alegría.
Arrepiéntete con alegría.
Levántate con alegría.

Y verás que:
Las cosas son más fáciles.
Los compromisos son más llevaderos.
Las cargas menos pesadas.
El pasado más soportable.
El futuro más esperanzador.

Proyectos, amigos, proyectos

proyectos políticos

Muy en breve la campaña electoral se pondrá al rojo vivo.
¿Fracaso de proyectos en mares de palabras?
Hacer promesas que luego no hemos de poder cumplir, es una mentira, es un engaño, y es una inmoralidad.
Es un pecado político.
Porque también en política rigen los principios éticos y morales.

No será buen gobernante el que mejor hable.
No será buen gobernante el que más prometa.
No será buen gobernante el que más engañe.

Será buen gobernante:
El que mejor conozca la realidad y la sienta.
El que más esfuerzo haga por buscar respuestas y soluciones.
El que más cuente con los demás para buscar soluciones.
No el que más problemas detecta, sino el que más soluciones presenta.
No el que dice qué problemas tenemos, sino el que dice cómo solucionarlos.
No el que dice “qué cosas piensa hacer”, sino el que dice “cómo las hará”.

Abramos los ojos de una vez, para no pasar luego cinco años de lamentos.
Nuestro voto puede decidir nuestro futuro.
Si han falsificado nuestras firmas, que “no falsifiquen nuestro voto”.

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