Hoja Parroquial

Domingo 18 – A | Eucaristía y compartir

Domingo, 6 de agosto del 2023

Comunidad parroquial, comunidad eucarística

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El Documento La Aparecida nos dice: “La Eucaristía, signo de la unidad con todos, que prolonga y hace presente el misterio del Hijo de Dios hecho hombre, nos plantea la exigencia de una evangelización integral. La inmensa mayoría de los católicos de nuestro continente vive bajo el flagelo de la pobreza. Esta tiene diversas expresiones: económica, física, espiritual, moral, etc. Si Jesús vino para que todos tengamos vida en plenitud, la parroquia tiene la hermosa ocasión de responder a las grandes necesidades de nuestros pueblos. Cada parroquia debe llegar a concretar en signos solidarios su compromiso social en diversos medios en que ella se mueve, con “toda imaginación de la caridad”. No debe ser ajena a los grandes sufrimientos que vive la mayoría de nuestra gente y que, con mucha frecuencia, son pobrezas escondidas. Toda auténtica misión unifica la preocupación por la dimensión trascendente del ser humano y por todas las necesidades concretas, para que todos alcancen la plenitud que Jesucristo les ofrece.” (A. n.176)

“Pobrezas escondidas” que hoy sufren muchos de nuestros hermanos. Gente que mientras tiene trabajo puede valerse con dignidad, ahora está sufriendo secretamente serios problemas internos.

“Toda imaginación de la caridad”. La frase es de San Juan Pablo II en el Documento “El Nuevo Milenio que Comienza”. La caridad necesita creatividad. La solución a los problemas de los demás necesita la creatividad de todos, lo cual es una manera de sacarnos a todos de nuestra pasividad y ponernos en una actitud mental de discurrir, pensar, reflexionar y buscar respuestas.

Debemos aclarar que “la auténtica misión unifica”lo trascendente y lo inmanente; es decir, unifica nuestra relación con Dios con nuestra relación con los hermanos”.

El carácter pascual del compartir

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Es significativa la frase que utiliza Jesús: “Mandó que la gente se recostara sobre la hierba”. Comer recostado era el estilo de comer la Pascua, lo cual parece indicarnos que compartir el pan con los demás tiene un carácter pascual.

Compartir con los demás no es hacerlos siervos y esclavos nuestros.
Compartir con los demás no es hacerlos deudores de nuestros favores.
Compartir con los demás debe tener como meta hacer libres a los otros.

Por eso, ya lo decía el Concilio Vaticano II que la mejor manera de dar es dar de tal manera que el otro termine siendo libre, se valga por sí mismo y no siga necesitándonos a nosotros.

La mejor manera de dar es promocionar al otro. Hacerlo capaz de su propia autosuficiencia e independencia. Un poco lo que dice el refrán popular: “En vez de darle un pez, enséñale a pescar”. La mejor caridad no está en solucionar el hambre de hoy si mañana tampoco se tiene qué comer. Esto implica, evidentemente, un replanteamiento de nuestra caridad. Es cierto que hay momentos de emergencia que no podemos remitir al mañana porque puede que mañana ya haya muerto. Pero tanto la caridad personal, como la caridad parroquial o diocesana, debieran tener sus propias estructuras de promoción y no de simple paternalismo. El paternalismo es pan para hoy y hambre para mañana.

La solución que ofrecen los discípulos a Jesús implica seguir en el mismo sistema de los que tienen y los que no tienen, “que se vayan y se compren de comer”. Lo que busca Jesús es enseñarles a salir del sistema: “Dadles vosotros de comer”, no les dejéis con su problema, sino sed vosotros quienes buscáis las soluciones.!

El seglar cristiano

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Mons. Stanislaw Rylko, delegado al Congreso de Laicos de Madrid, definió al cristiano de hoy:

“Identidad clara y firme”, para hacer frente a “quienes quieren hacernos invisibles porque somos incómodos”, “tener la audacia de una presencia visible e incisiva en la sociedad”, “tener un sentido de pertenencia eclesial”.

Tres características importantes. Tal vez la primera sea la fundamental.

La sociedad quiere hacer “invisible” hoy a la Iglesia. Quiere hacer “invisible” hoy al seglar. Quiere hacer “invisible” al sacerdote y al religioso hoy.

La mejor manera de hacernos invisibles es que renunciemos a “nuestra identidad”. Que seamos como todos. Que no tengamos luz propia. Hasta los colores se distinguen por su propia luz. La blanca no es la luz negra, ni la luz de verde es la luz del rojo.

Cuando todos tenemos la misma luz todos somos iguales.
Cuando todos estamos metidos en la oscuridad no vemos a nadie.
Cuando todos somos igualitos tampoco se distingue a las personas.

Lo importante es tener luz propia. Pero la luz propia nos viene de la propia identidad.  Donde todos somos como todos “nadie” es “alguien”. Comenzamos a incomodar, a molestar en la sociedad cuando somos cada uno lo que somos. Entonces se nos ve. Se nos identifica. Comenzamos a no molestar a nadie cuando todos somos como todos.

Tener la audacia de una presencia. Tener el coraje y la audacia de que los demás me identifiquen. Tener la audacia de identificarme a mí mismo en medio de los hombres. No esconderme. Mostrarme.

Que me vean y que sepan que estoy. Que sepan que tengo algo nuevo que decir. Que sepan que tengo algo distinto que hacer.

A la vez, sentir mi pertenencia eclesial. No soy un disgregado, soy un agregado. No soy un independiente, sino alguien que pertenece a alguien. Nuestro punto de referencia será siempre la Iglesia. Ella es y nosotros somos en ella y con ella.  (Clemente Sobrado cp)

Una foto que duele

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La Revista Vida Nueva publicó una foto que duele. Un mendigo duerme con la cabeza apoyada en un periódico. Y lo curioso es que se puede leer el aviso publicitario de un banco. ¿Será una composición? ¿No te huele a la dura realidad de mucha gente?

Uno de mis problemas es encontrar una almohada adecuada a mi cabeza, pero alguien soluciona el problema mucho más fácilmente. Para quien no tiene cama, suficiente parece ser un periódico ya leído y tirado a la basura.

Ya sé que hablar de esto molesta. Es que a mí personalmente no sólo me molestó, sino que me dolió y me hizo todo un cuestionamiento a mi vida. Yo sé que lo más fácil es mirar y no ver, pero no creo que eso sea lo que Jesús nos pide. “Vio Jesús el gentío, le dio lástima, y curó a los enfermos”.

Ver y que ya no duela significa que ya hemos perdido nuestra sensibilidad. Y esto sí es grave. Los discípulos también “vieron” y se dieron cuenta del problema. No sabían cómo solucionarlo. Para ellos el problema de los “hambrientos” era muy sencillo: “despide a la multitud para que vayan… y comprende comer”. Jesús les ayuda a completar su modo de ver: “Dadles vosotros de comer”. Hay que ver. Y no basta ver. No son suficientes los ojos que ven, es necesario que vea el corazón. Luego está prohibido escaparnos por la tangente: “que se vayan y compren de comer”. Antes del “que compren” está “el traedme lo que tenéis”. El problema del hambre en el mundo, escribió alguien, tiene “soluciones”. Pero lo que faltan son “decisiones”.

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