Hoja Parroquial

Domingo 18 – A | La Eucaristía

2 de agosto del 2020

Eucaristía

Hoy se nos prohíbe celebrar la Eucaristía fuera de los lugares sagrados. Confieso que no sabía que una familia era un lugar profano. Y que sólo los templos son lugares sagrados. Tal vez por eso seguimos también con esa doble mentalidad: en los lugares sagrados somos unos santos, pero en la realidad profana, allí podemos ser cualquier cosa. Siempre he creído que la creación entera es obra de Dios y que la creación entera alaba y glorifica a Dios.

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús celebrando una eucaristía al aire libre. Toda la tradición ha visto la multiplicación de los panes como una especie de eucaristía. Toda la estructura del texto así lo hace ver.

Se dirá que Jesús todavía no había instituido la eucaristía. Y es cierto a medias. El texto no es del diario de Jesús, sino una catequesis de las primeras comunidades, que graficaron la eucaristía en un hecho de Jesús como es la multiplicación de los panes para dar de comer a la gente.

Sólo que, así como en la Ultima Cena Jesús instituye la Eucaristía como sacramento de su Pasión y Muerte, la multiplicación de los panes pondría de manifiesto la dimensión comunitaria y fraterna de la eucaristía. La Eucaristía de Jesús es él que se hace pan y vino y se nos da a comer y a ver. La eucaristía de la comunidad, es la comunidad la que pone lo que tiene a disposición de los hermanos necesitados: “dadles vosotros de comer”.

En la Eucaristía de Jesús él mismo se da a comer. En la vida eucarística de la comunidad, es la comunidad la llamada a “dar de comer” al que tiene hambre y no tiene qué comer. Es ahí donde se destaca lo que San Juan Pablo II decía sobre la eucaristía: “mesa del sacrificio” y “mesa del banquete”. Comunión en el misterio pascual de Jesús, y comunión fraterna de todos los hermanos. La comunión con Jesús nos hace ver, nos abre los ojos a las necesidades de los hermanos.

La comunión con los hermanos, nos hace, de alguna manera darle un sentido de sacrificio a nuestra comunión. Dicho tal vez, de una manera más sencilla: la Misa como Dios hecho pan de comunión, y nosotros hechos pan de fraternidad. Las dos cosas son fundamentales. No hay verdadera eucaristía sin auténtica comunión en el “memorial de su Pasión”. Pero ¿habrá verdadera eucaristía sin la comunión fraterna entre los hermanos? No podemos perder la dimensión “eucaristía pan de Dios”, pero tampoco hemos de perder la dimensión “la comunidad pan de los que tienen hambre”.

Un Banquete Sacrificial

Eucaristía

De todos modos, el banquete de la Eucaristía, no es tampoco un banquete cualquiera. Es un “banquete sacrificial”. San Juan Pablo II nos dice que:“En él Cristo nos presenta el sacrificio ofrecido una vez por todas en el Gólgota. Aún estando presente en su condición de resucitado, Él muestra las señales de su pasión, de la cual la Santa Misa es su “memorial” como nos lo recuerda la Liturgia con aclamación después de la consagración: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección”. Al mismo tiempo, mientras actualiza el pasado, la Eucaristía nos proyecta hacia el futuro de la última venida de Cristo, al final de la historia. Este aspecto “escatológico” da al Sacramento eucarístico un dinamismo que abre al camino cristiano el paso a la esperanza”. (MND n.15)

Como banquete, la Eucaristía es sacramento de los hijos y de los hermanos. Es el sacramento de la comunidad eclesial. Comunión con el Padre, comunión con el Hijo en el Espíritu Santo.

Pero es un banquete que recuerda el misterio del sacrificio de Jesús en la Cruz. Y trata de actualizarlo. Hacerlo contemporáneo a nosotros. Por tanto, es una comunión en el amor doloroso de la Pasión.

No siempre la comunión fraterna carece de dificultades. No siempre es fácil comulgar con el hermano, sobre todo, cuando han mediado toda una serie de situaciones que han roto la comunión. La Eucaristía como “banquete sacrificial”, nos hace partícipes en la comunión con Jesús, también en la comunión dolorosa con los hermanos. Al fin y al cabo, ¿el banquete de la cruz no fue una reconciliación dolorosa? Una reconciliación cuyas consecuencias fueron la entrega de la propia vida y el derramamiento de su sangre. ¿Cuesta perdonar? ¿Y qué celebras cuando participas en la Misa? ¿No es acaso una mesa y un banquete donde celebramos la Pasión y la muerte de Jesús? Participar en la Eucaristía ¿nos llevará algún día a la entrega total de nosotros mismos por los demás? No se anuncia la muerte de Jesús sólo con bonitas palabras. No se proclama su resurrección solo con palabras. Anunciamos y proclamamos con la palabra y con la entrega de nosotros mismos.

Seriedad sí, indiferencia no

Iglesia

Todos insistimos en que la misa no es una reunión social, sino el encuentro de los seguidores de Jesús que se reúnen para “hacer memoria”. No como repetición memorística, sino como “memoria que hace que lo que sucedió entonces suceda también hoy”. La misa, en este sentido, es algo muy serio.

Pero uno se pregunta, ¿y si en la misa diésemos un espacio para enterarnos de las necesidades de los hermanos que, entre todos estamos llamados a solucionar, sería faltar a la seriedad de la Misa? ¿Acaso la seriedad es una manera de justificar nuestra indiferencia ante los hermanos? ¿Acaso el tomar conciencia de las urgencias de la comunidad puede considerarse una falta de respeto y seriedad? ¿No sería más bien, una manera de convertir a toda la asamblea en una Eucaristía?

Confieso que no sé cómo pudiera hacerse, pero ¿no pudiéramos dar más vida a las llamados oraciones de los fieles? En vez de una serie de peticiones más o menos acertada y coherentes con el Evangelio, un tipo de presentación de las verdaderas y reales necesidades de la comunidad. Y no estoy pensando que la comunidad caiga ahora en un intimismo comunitario sino en una comunidad que tendrá que integrar al resto de comunidades de la Iglesia y no Iglesia.

Porque, a decir verdad, celebrar la misa como “encuentro de ilustres desconocidos”, donde cada uno trata de esconder y ocultar sus problemas, fácilmente degenera en un montón de individualismos incapaces de hacerse verdadera comunidad.

Ver sin ver

Ver sin ver.
Ver viendo.
Ver con los ojos.
Ver con el corazón.
Ver sin enterarse.
Ver sintiendo.
Ver para que otros hagan.
Ver para comprometerme a mí.
Ver sin que me duela.
Ver sintiendo lástima.
Ver mirando lo que tengo.
Ver mirando lo que debo compartir.
Ver mis cinco panes y mis dos peces.
Ver mi cesta vacía.
Ver viendo los estómagos llenos.
Ver que la gente se va contenta.
Ver que alguien hoy es poco más feliz.
Ver que he hecho algo por los demás.

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