Hoja Parroquial

Domingo 25 – A | Gratuidad y Amor

Domingo, 24 de setiembre del 2023

En el Reino de Dios no se marca tarjeta

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Hay algo que siempre me ha llamado la atención. Esos relojes a la entrada de la oficina donde cada uno tiene que marcar la tarjeta de hora de ingreso. Lo primero, me da la impresión de que somos tan poco responsables que necesitamos ser controlados. O también de que nadie se fía de nosotros y tienen que someternos a control, lo cual me parece triste.

Me viene esta idea ahora que acabo de leer el Evangelio de este domingo. En el Reino de Dios, diera la impresión de que cada uno entra cuando le da la gana. Bueno, entra cuando a Dios se le ocurre llamarlo. El ingreso en el Reino de Dios está abierto todo el día y está abierto todos los días y nadie marca tarjeta. Está abierto a los niños, a los jóvenes, a la gente madura, e incluso a los que ya sienten que su vida se va doblando bajo el peso de los años.

A unos, los llama al “amanecer”. A otros, los llama “a media mañana”. A otros, los llama “al mediodía” o “media tarde”. Y a algunos, al “caer de la tarde”. Lo cual quiere decir que todas las horas son buenas para tomar la decisión de encontrarnos con Dios y que para Dios todas las horas son buenas para llamar a la gente. Aquí nadie tiene la excusa de que “a mí ya se me pasó la hora” o “yo ya no estoy para esas cosas”.

Recuerdo una experiencia dolorosa y feliz de los comienzos de mi sacerdocio. Estaba en Marsella supliendo a un párroco. El párroco de la parroquia vecina se había ausentado y me pidió le celebrase una Misa los domingos y atendiese cualquier urgencia que se presentase. Un día, una enfermera me pidió si podía atender a un enfermo, un abogado, de ochenta años que se estaba muriendo. Me advirtió que toda su vida había sido agnóstico. Cuando llegué a la casa, sus dos hermanas me rechazaron y no me dejaron entrar, diciéndome que su hermano no me necesitaba. Llamé a la enfermera. Al día siguiente ella misma me acompañó. Entré y cuál fue mi sorpresa. Nada más entrar en su habitación me saludó con un “Gracias, Padre, porque ha venido”. Lo confesé y le di la Comunión. El hombre se me echó a llorar como un niño y me agarraba la mano como diciéndome que no me fuese. Al día siguiente me comunicaron que había muerto aquella noche. Un agnóstico al que la gracia de Dios le llegó la víspera de su muerte, mejor dicho una horas antes de morir.

Toda una vida sentado en la plaza de la vida sin hacer nada, incluso declarándose ateo e indiferente religiosamente. Sin embargo, Dios lo llamó “al caer la tarde”. Además era cierto, porque fui al atardecer a atenderlo. ¿Quién conoce los misterios de Dios? ¿Quién conoce los misterios de la gracia? ¿Quién conoce los misterios del amor de Dios? Para Dios nunca es tarde.

Salvemos a Dios

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Estamos en un momento en el que el problema no sea cómo salvar al hombre, sino “cómo salvar a Dios”. La misma Iglesia necesitará de un largo discernimiento de cómo salvar a Dios de en medio de tantas imágenes negativas y deterioradas que hemos sembrado sobre él.

De Simone de Beauvoir se dice que un día confesó: “Dios se había convertido para mí en una idea abstracta en el fondo del cielo y una tarde la borre”. Evidente ¿para qué quería un Dios así?

Tenemos que salvar a Dios:
De un Dios tacaño, por un Dios generoso.
De un Dios que condena, por un Dios que salva.
De un Dios que tiene preferencias, por un Dios que ama a todos.
De un Dios que nos ama según le amamos, por un Dios que nos ama aunque no le amemos.
De un Dios que, contabiliza lo bueno que hacemos y los méritos que tenemos, por un Dios que nos ama desde lo hondo de su gratuidad.
De un Dios que paga a cada uno según las horas de trabajo, por un Dios que paga a todos por igual.

Estoy seguro de que muchos ateos pueden ser verdaderos creyentes. No niegan a Dios, niegan al Dios que nosotros les ofrecemos. No niegan al Dios de Jesús, sino al Dios de los creyentes. No niegan al Dios de verdad, sino al Dios que nosotros hemos construido desde la vulgaridad de nuestra fe. Me gusta la idea de quien dijo: “Salvemos a Dios de la mano de los creyentes”. Sólo entonces será posible creer en Él.

Es que tú no eres Dios

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No entiendo que Dios pueda amar a los malos.
Es que tú no eres Dios.

No entiendo que Dios perdone y olvide.
Es que tú no eres Dios.

No entiendo que Dios haga fiesta por un pecador convertido.
Es que tú no eres Dios.

No entiendo que uno que fue un gran pecador, pueda ser santo.
Es que tú no eres Dios.

No entiendo que quien vivió toda su vida como cristiano, termine salvándose como el que llegó cuando ya era viejo y se hizo bueno porque no podía hacer otra cosa.
Es que tú no eres Dios.

No entiendo que quien me ha hecho daño luego puede ser amado y querido por Dios.
Es que tú no eres Dios.

No entiendo que quien le negó (Pedro) luego pueda ser la cabeza de la Iglesia.
Es que tú no eres Dios.

No entiendo que quien le traicionó, pueda tener todavía oportunidades.
Es que tú no eres Dios.

No entiendo que quienes no dieron cara por Él en la Pasión, sean luego las columnas de la Iglesia.
Es que tú no eres Dios.

No. Tú y yo no entendemos cantidad de cosas. Y nos las entendemos sencillamente porque tú y yo no somos Dios. Cuando no entiendas muchas cosas, no las niegues. Piensa que sencillamente “yo no soy Dios”.

Cualidades de un líder

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Hombres y mujeres de personalidad firme y robusta.
Hombres y mujeres que viven la autenticidad de vida.
Hombres y mujeres que viven de la verdad.
Hombres y mujeres que sienten la verdad del hombre.
Hombres y mujeres que sienten la verdad de Dios.
Hombres y mujeres que sienten la exigencia del compromiso.
Hombres y mujeres que sienten el dolor de los demás.
Hombres y mujeres que saben dar la cara por Dios.
Hombres y mujeres que saben dar la cara por el hombre.

Hombres y mujeres convencidos de su fe.
Hombres y mujeres convencidos de la dignidad humana.
Hombres y mujeres convencidos de que las cosas pueden cambiar.
Hombres y mujeres convencidos el mundo no tiene que ser necesariamente así.
Hombres y mujeres convencidos de que su presencia es necesaria.
Hombres y mujeres convencidos de que Dios los necesita.
Hombres y mujeres convencidos de la justicia.
Hombres y mujeres convencidos de la necesaria honestidad.

Hombres y mujeres capaces de arriesgarse.
Hombres y mujeres con capacidad de iniciativa.
Hombres y mujeres con capacidad creativa.

Hombres y mujeres cuya persona se imponga no por la fuerza de su poder sino por el poder de la autoridad que les da la verdad de sus vidas.

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