Hoja Parroquial

Domingo 27 – A | La herencia de Dios

Domingo 4 de octubre del 2020

La tentación de quedarnos con la herencia de Dios

Viña del Señor

La parábola de Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos es una parábola para todos. Cada uno desde nuestro propio luga porque, en el fondo, todos tenemos la vocación de matar a Dios o, para decirlo más suavemente, de adueñarnos de las cosas de Dios, hacernos sus propietarios y hacer luego lo que nos viene en gana.

Matar primero a los criados. Matar finalmente al Hijo. “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. ¿No es también ésta la tentación de hoy? Matamos a Dios y nos quedamos con su Evangelio. Ahora es nuestro.

Matamos a Dios y nos quedamos con su Iglesia. Y la hacemos nuestra.
Matamos a Dios y nos quedamos con su salvación. Y ahora es nuestra salvación.

Bueno, nosotros somos mucho más delicados, no somos tan brutos. No decimos que vamos a matar “al Hijo heredero”, pero terminamos adueñándonos de lo que es suyo.

¿Acaso no nos creemos todos un poco dueños de la Iglesia? ¿Acaso no tratamos de hacer una Iglesia como a cada uno nos gustaría? Unos quieren una Iglesia tradicional donde nada cambie y todo sea siempre igual. Otros tratarán de hacer una Iglesia al aire libre respirando aires de modernidad y de cambio. Unos querrán una Iglesia cargada de seriedad donde se prohíba la alegría de la fiesta. Y otros, es posible, prefieran una Iglesia bullanguera, con muchos ruidos para no aburrirse.

¿Cuándo nos sentamos y nos ponemos de rodillas para juntos descubrir a la Iglesia que Jesús “quiso, pensó y amó”, como día San Paulo VI? El hecho de dar como verdadera la “Iglesia que cada uno pensamos” termina siendo la Iglesia que robamos al “que plantó la viña”. Nadie es dueño de la Iglesia, sino el Padre. Los demás tendremos que aceptarla como el Padre “la quiere”. Pero para ello tendremos que preguntarnos:

¿Cuántas horas de oración hacemos para interpretar adecuadamente al Padre?
¿Cuántas horas de oración hacemos los sacerdotes, los religiosos, los agentes de pastoral, para descubrir el verdadero misterio de la Iglesia?

El misterio no se descubre en base a criterios personales, a filosofías, a gustos personales, sino en comunión espiritual de fe con el Padre.

Tristemente la Iglesia tiene demasiados dueños. Aunque, a decir verdad, la Iglesia no tiene más que un solo dueño: el Señor. El resto somos puros viñadores. El peor servicio que le podemos hacer a la Iglesia es cambiarle de dueño.

Yo no quiero ser un fariseo

no quiero ser malo

Hoy está de moda acusar a los cristianos de fariseos. Es curioso. Yo sí soy sincero, pero todos los demás son unos falsos. Desde luego, hace falta atrevimiento para poner la etiqueta de fariseo a todo el mundo y considerarse a sí mismo como el único que vive con sinceridad y de acuerdo a la verdad. Que los hay, los hay. Claro, con esto, lo único que pretenden es autojustificarse a sí mismos.

Los que van a Misa son unos fariseos. Por eso, yo no voy a misa.
Los que se confiesan son unos fariseos. Por eso yo no me confieso, sino con Dios.
Los que rezan mucho son unos fariseos. Por eso yo hace tiempo que no rezo nada.
Los que se casan por la Iglesia son unos fariseos. Por eso yo hago las cosas a mi manera.

Personalmente me dan pena estos “no fariseos” porque si pensasen un poco con la cabeza, lo que están diciendo carece de toda lógica.

Es que, en el fondo están diciendo, que ellos no hacen las cosas porque los demás las hacen mal. ¿Es esto coherente? Yo sí los entendería si argumentasen de otra manera.

Como los demás mienten, yo me comprometo con la verdad.
Como los demás son injustos, yo me comprometo a ser justo.
Como los demás engañan, yo voy a ser honesto.
Como los demás rezan mal, yo voy a rezar bien.
Como los demás oyen mal la misa, yo me comprometo a vivirla de verdad.

Pero estos “que no quieren ser fariseos”, resulta que se aprovechan de lo que hacen los demás, para ellos no hacer nada. ¿Para qué nos estaremos engañando? Porque, perdónenme esos “no fariseos”, al menos los fariseos eran sinceros en lo que hacían. Lo hacían mal, pero estaban convencidos. Hacían las cosas a su estilo. Pero los “no fariseos” necesitan de los fariseos para justificar el no hacer nada. ¡Una manera sutil de engañarnos!

Al fin nos salimos con la nuestra

hemos matado a Dios

Durante siglos era un hecho que Dios existía, estaba ahí, pero la cultura moderna de carácter cientifista o de inspiración marxista o de origen freudiano se ha empeñado en liberar al hombre de Dios. Nada mejor que “acabar con Él”. Dios podía ser difícil, pero era creíble. Ahora nos ha dado por un Dios que estorba, que molesta y que no es creíble. Como en la parábola, “matémosle y nos quedamos con el hombre”, y lo estamos logrando. Como alguien escribió de “Dios ya no hay noticias”, ahora todas las “noticias son del hombre”.

Claro que ahora tenemos otro problema. ¿Qué tipo de hombre estamos gestando? ¿Qué tipo de hombre estamos engendrando?

Querámoslo o no, estamos asistiendo al nacimiento del “hombre sin sentido”, sin “dirección”. Pagola en un comentario dice: “La historia reciente de estos años comienza a descubrirnos que no le es fácil al hombre acoger la herencia de “un Dios muerto”. “Son bastantes los que ya comienzan a entrever la muerte del hombre”. Malraux se preguntaba: “Si el verdugo de Dios podrá sobrevivir a su víctima”. Como decía I. Silone el mundo científico “va produciendo no sólo máquinas que se asemejan a los hombres, sino hombres que se asemejan cada vez más a las máquinas”.

Hemos matado y seguimos matando en el hombre “sus necesidades esenciales” de sentido y lo estamos llenando de infinidad de necesidades inútiles y deshumanizantes. Si no, preguntemos al hombre de hoy cuáles son sus verdaderas necesidades. ¿En qué necesidades está gastando su tiempo, su pensamiento y hasta su dinero?

Pistas

pistas para el camino

La Iglesia es de Dios,
pero en ella cabemos todos.
La Iglesia es de Dios,
pero en ella pensamos todos.
La Iglesia es de Dios,
pero el Espíritu Santo habla a todos.
La Iglesia es de Dios,
pero nos escuchamos todos.
La Iglesia es de Dios, p
ero todos tenemos algo que decir.
La Iglesia es de Dios,
pero todos somos responsables en ella.
La Iglesia es de Dios,
pero nadie está de sobra en ella.
La Iglesia es de Dios,
pero la construimos entre todos.

La Iglesia es de Dios,
pero cada uno le dá su rostro.
La Iglesia es de Dios,
pero cada uno la hace más bella con su bondad.
La Iglesia es de Dios,
por eso es también de todos.
La Iglesia es de Dios,
nadie tiene la exclusiva en ella.

La Iglesia es de Dios,
pero es el Pueblo de Dios,
no de una persona.
La Iglesia es de Dios,
pero es una comunidad en el amor,
no en el poder.
La Iglesia es de Dios,
pero es comunidad de hermanos.
no de súbditos.

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