Domingo 27 de setiembre del 2020
Cuando las palabras no dicen nada
sí y no a Dios
Un amigo mío, filósofo, comentando una predicación, dijo: “Naufragio de ideas en un mar de palabras”. Las palabras expresan las ideas, pero, con frecuencia, también las ahogan.
Con nuestra palabrería ahogamos la verdad. Con nuestra palabrería vendemos la mentira como si fuese verdad. Con nuestra palabrería también podemos ocultar la verdad de nuestra fe. Hablamos palabras de fe, pero desde una fe demasiado débil o, incluso, muerta. Las palabras debieran expresarnos en nuestra verdad, pero, con frecuencia, las palabras no son suficientes.
No es suficiente decirle a alguien “te amo”, si luego no tenemos actitudes y comportamientos de amor.
No es suficiente decir “voy a cambiar”, si luego seguimos viviendo lo mismo que antes.
No es suficiente decir que “creemos”, si luego nuestra vida está guiada por cualquier otro motivo.
No basta decir “sí”, cuando nuestra vida es un “no”. Por eso hay algunas palabras que personalmente suprimiría del diccionario: “quisiera”. El quisiera es una manera de quedar bien, pero sin hacer nada. Cuando alguien me dice “yo quisiera cambiar”, yo entiendo que no hará nada por cambiar. “Me gustaría”.
Jesús lo sabe muy bien. Él mismo tiene la experiencia de gente que “dice que sí a Dios”, pero luego vive a su aire y estilo. En cambio, también tiene la experiencia de gente cuya vida es un no, pero que, en el fondo, tiene la capacidad de cambiar, voltear la cabeza y comenzar a vivir el camino del “sí”.
Digamos que, no somos lo que “decimos”, sino “lo que hacemos”. No somos palabras, sino gestos de vida. Dios no nos juzgará por nuestras bonitas palabras, sino por la verdad y la sinceridad de nuestra vida. Las palabras nos justifican cuando las palabras se hacen vida o cuando la vida se expresa en palabras.
Ni todos los “sí” son realmente sí a Dios. Ni todos los “no” son verdaderos no a Dios. Ni todos los buenos son tan buenos que no puedan dar la espalda a Dios. Ni todos los malos son tan malos que, en algún momento de sus vidas, puedan voltearse y dar la cara a Dios. Es decir, que nuestra vida es toda una posibilidad. Hoy puede ser un sí y mañana puede ser un no. Hoy puede ser un no y mañana puede ser un gran si.
“Mi oficio: Vivir”
vivir la vida
Todos tenemos la manía de pensar que tener un oficio es hacer algo, es tener un trabajo. Así resulta que el día que nos despiden del trabajo o cuando no conseguimos otro, solemos decir: “ya no tengo chamba”. “Soy un hombre sin oficio ni beneficio”.
Y olvidamos que nuestro mejor oficio es “vivir”.
El oficio de Dios es “amar”.
El oficio de Jesús es “salvarnos”.
El oficio de la Iglesia es “anunciar la salvación”.
Y mi oficio es “vivir”.
Como si el vivir cada día no fuese todo un quehacer y un oficio tan digno o más digno que el resto de oficios. ¿O será que sólo consideramos oficio aquello por lo cual nos pagan un salario? Realizarme a mí mismo, asumir el empeño de crecer humana y espiritualmente, ¿eso no es nada?
Yo no sé si cuando vaya a sacar un pasaporte y me preguntan cuál es mi profesión, mi oficio, y les responda “vivir”, cuál será la reacción del empleado de la ventanilla. De seguro que piensa que le estoy tomando el pelo. Y él, en su oficio de despachar Pasaportes, no está para esas bromas.
No se trata de una broma. Se trata de algo muy serio. Nuestro oficio de cada día, por encima de cualquier problema y dificultad será siempre: el vivir. No el soportar la vida, no el aguantar la vida, sino el asumirla con gusto, por más que tenga a veces una cáscara amarga como la nuez.
No todo lo que brilla es oro
el oro
Ni todo lo que brilla es oro,
ni todo lo que parece barro es basura.
No todo lo que parece santidad es gracia,
ni todo lo que parece pecado es condenación.
Jesús es claro, no tiene pelos en la lengua. “Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios”. “Vosotros no creísteis… En cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron”.
No todo lo que brilla en el escaparate es de ley. Hay demasiada mercancía “bamba”.
Es que para Jesús los hombres y las mujeres no son lo que son, sino lo que pueden ser.
No somos lo que creemos ser, sino lo que realmente somos.
¿Alguien quiere quejarse? Por favor, no me culpen a mí, que también yo estoy metido en esa colada. Si alguien quiere quejarse, que se queje a Jesús. El fue quien lo dijo. La verdad que yo me lavo las manos. Aunque no estoy seguro de quedar limpio.
“El sí y el no”
respuesta a Dios
A la verdad, dile siempre sí.
A la mentira, dile siempre no.
A los grandes ideales, diles siempre sí.
A la vulgaridad, dile siempre no.
A la santidad, dile siempre sí.
A la vida ramplona, dile siempre no.
A la gracia, dile siempre sí.
Al pecado, dile siempre no.
Al compromiso, dile siempre sí.
A la indiferencia, dile siempre no.
A dar la vida por los demás, dile siempre sí.
A sacrificar la vida de los demás, dile siempre no.
Al esfuerzo, dile siempre sí.
A la pereza, dile siempre no.
A la alegría, dile siempre sí.
A la tristeza, dile siempre no.
A construir, dile siempre sí.
A destruir, dile siempre no.
A la vida, dile siempre sí.
A la muerte, dile siempre no.
Al hermano, dile siempre sí.
A ti, dite siempre sí.
A Dios, dile siempre si.