Hoja Parroquial

Ascensión del Señor – B | Hora de la Iglesia

Domingo, 12 de mayo del 2023

Ascensión, hora de la Iglesia

La Ascensión es el punto final de la Encarnación, pero es el comienzo de la Iglesia. De ahí que el gran mandato último de Jesús sea precisamente el de hacer la transferencia de su Evangelio a la responsabilidad de la Iglesia. “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Por eso, con la Ascensión termina el tiempo de Jesús y comienza el tiempo de la Iglesia. Desde entonces, la Iglesia asume la misión de Jesús. Juan lo expresa de otra manera: “Lo mismo que el Padre me envió así os envío yo”.

¿Y cuál fue la misión de Jesús? “El anuncio del Reino”. La mayoría de las parábolas son parábolas del Reino. Por tanto, uno se pregunta cuál es entonces ahora la misión a la que es enviada la Iglesia. La respuesta es clara: “Anunciar el Reino de Dios”. Pero anunciar un Reino tal como Jesús lo anunciaba. Por consiguiente, la Iglesia tiene que ponerse en el lugar de Jesús y en las actitudes de Jesús.

El Reino que anuncia Jesús es semilla que es preciso sembrar. El Reino de Jesús es el perdón y la misericordia. El Reino de Jesús es el anuncio de la Buena Noticia a los pobres, a los débiles, a los pecadores, a todos aquellos a quienes la sociedad margina.

Es devolverle al hombre su dignidad. Es devolverle al hombre su libertad. Es devolverle al hombre la conciencia de que Dios le ama y le ama como es, bueno o malo.

Y anunciarlo como Jesús lo anunciaba, en medio de dificultades y obstáculos y rechazos. Expuesto siempre a la crítica de los que preferían que las cosas siguiesen como siempre y se resistían a lo nuevo.

Es anunciarlo no como el “reino de la ley”, sino como el “reino del amor, la compasión, la misericordia”. Jesús vuelve al seno del Padre, sin dejar huérfana a la Iglesia. Por eso el texto del Evangelio de Lucas es claro: “Ellos fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban”.

Quien actúa, quien pregona y quien anuncia será la Iglesia, pero la Iglesia no estará sola, “el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban”. No será Jesús quien “anuncie”, pero será Él “quien confirme”, quien “dé valor a la predicación”. La verdadera misión de la Iglesia no hacerse ella misma grande, sino ser semilla para que nazca el Reino de Dios en el mundo. La Iglesia no debe vivir preocupada de sí misma, sino preocupada de que al mundo se le anuncie la Buena Nueva del Reino. Jesús no nos ha mandado a que fundemos una nueva religión, sino que anunciemos una nueva salvación y el Reino de Dios.

Hablarán nuevas lenguas

No. Jesús no habla aquí de Academias de Lenguas que nos enseñen nuevas lenguas. Nueva lengua es aquí el lenguaje nuevo para los hombres nuevos. No podemos hablarles a los jóvenes de hoy como hablamos a la gente mayor. No podemos hablar al hombre de hoy el lenguaje de hace un siglo. No es que la verdad sea distinta, es distinto el modo de presentarla, es distinta la manera de de decirla. Por eso Cesbron, en el prólogo de una de sus novelas, escribe: “En un mundo donde todos hablamos el mismo lenguaje necesitamos de traductores”.

Una cosa es lo que los mayores entendemos por “obediencia” y otra muy distinta lo que entienden los jóvenes de hoy.

Una cosa es lo que los mayores entendemos por “autoridad” y otra muy distinta lo que entienden los jóvenes de hoy.

Una cosa es lo que los mayores entendemos por “amor” y otra distinta lo que entienden los jóvenes.

Obediencia, autoridad, amor siguen siendo los mismos, pero hoy necesitamos que nos lo traduzcan en expresiones nuevas.

El Evangelio necesita ser traducido hoy en el lenguaje de la juventud y del hombre moderno. Jesús necesita ser traducido en un lenguaje distinto. Ya pasaron los tiempos en que era suficiente: “El padrecito lo dijo.” Hoy se necesita de otra formulación de la verdad. Tampoco hoy usamos los vestidos de hace un siglo; sin embargo, se siguen usando vestidos, pero con otro estilo más atrayente y más cautivador.

En el Evangelio nos dice Jesús que hablaremos lenguas nuevas. Claro que hay lenguas que en aquel entonces no se conocían, pero tenemos que expresarnos de manera que podamos ser entendidos y comprendidos hoy.

¿Difícil de creer en la Iglesia?

La mayor dificultad que muchos tienen para creer en la Iglesia, es que la Iglesia está compuesta de hombres comunes como el resto de los mortales. Fue la misma dificultad que Jesús tuvo para que le consideraran “Hijo de Dios”. Lo veían como hombre. Lo que era un estilo de acercamiento se convierte en una razón de lejanía.

Si Jesús fundase una Iglesia con ángeles diríamos: “no es para nosotros”. Nosotros no somos ángeles. Y ahora que la fundó con hombres normales, decimos: “hombres como nosotros”.

La otra dificultad es que en la Iglesia también existe el pecado. “Yo no creo en la Iglesia porque es pecadora”. Si Jesús hubiese fundado la Iglesia con “sólo los santos” diríamos: “no es para mí, porque yo soy pecador”. Y ahora que la fundó con pecadores, decimos que no creemos porque es pecadora como nosotros.

Yo me felicito de que la Iglesia está compuesta de hombres y de pecadores porque así sé que también yo puedo ser Iglesia, porque también yo soy hombre y también pecador.

Personalmente no me escandaliza el pecado en la Iglesia. Más me escandaliza el que haya tan pocos que quieren ser santos. Ser pecadores, es nuestra condición humana. Pero ser santos es revelar el poder de la gracia en ella. Jesús tampoco se escogió a angelitos ni a santos, se escogió unos hombres bien normales y hasta bien rudos y difíciles. ¿Difícil creer en la Iglesia? ¿No será que aún no logramos entender su misterio? Y algo curioso: si lo dijesen los santos, lo entiendo, pero que nos escandalicemos de los pecados de la Iglesia los pecadores que la manchamos…

Pensamientos para tiempos de ocio

  1. “Si no hay porqué dar gracias a Dios, entonces la culpa está en ti que no sabes ver”.
  2. “¿Dónde llevas los ojos? ¿Por delante o por detrás?
    Algunos parece los llevan por detrás ya que siempre viven mirando al pasado”.
  1. “La vida me lo dio todo. Yo no le he pedido nada”. (L. Lamarque)
  2. “La palabra que más le gusta del castellano… La palabra “palabra”. (San Juan Pablo II)
  3. “Señor, tienes bastantes problemas con los demás, sin los míos…”
  4. “¿Qué quieres que haga? ¿Qué quieres hacer?
    Jugar. Pues juega con Dios.
    Los mayores ya lo hemos olvidado y sólo hablamos con él con seriedad.
    Ya lo tenemos aburrido.
  1. “Sólo hay una cosa prohibida: “amar sin amor”.
  2. “No. No hables más de eso. A tu hogar lleva lo que es duradero y fuerte.
    Y la florecilla del campo déjala donde nació, que se muera bellamente al cabo del día, con las flores marchitas y las hojas que se pudren”. (Tagore)
  1. “Si de noche lloras por el sol, no verás las estrellas”. (Tagore)
  2. “El que lleva el farol a su espalda, no echa adelante más que su sombra”. (Tagore)
  3. “Existo. Perpetua sorpresa, que es la vida”. (Tagore)

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