Hoja Parroquial

Domingo 2 – B | Jesús y Juan Bautista | IQC2021

Domingo, 17 de enero del 2021

Cadena de transmisión

Juan Bautista y Jesús

El Evangelio de hoy se nos presenta como una especie de cadena de transmisión. Hay una primera llamada de Dios y desde ahí comienza toda una serie de llamadas.

Dios llama a Juan. Juan es el primero en identificar a Jesús. Su misión es señalarlo a los demás. Juan es conocido por el “dedo”. El dedo de Juan que es el dedo que señala e indica a Jesús. Está charlando con dos de sus discípulos: Andrés y Juan. De pronto, levanta la mano y dice: “Ese es el Cordero de Dios”. “Ese es el Mesías”.

Andrés y Juan se distancian de Juan y se ponen en camino hacia Jesús. Este se da cuenta y los invita a pasar el día en su compañía. Todo comienza con una pregunta: “Maestro ¿dónde vives?”. Y todo continúa con otra pregunta: “¿Qué buscáis?”. Aquí no hay recomendación de libros. Hay una invitación: “venid y lo veréis”. Todo comienza no por un saber, sino por una experiencia. “Se quedaron aquel día con Él”.

Andrés encuentra a Simón. Pero cuando alguien encuentra a Dios no se queda con Él en el silencio secreto del corazón. Al contrario, Dios se hace fuerza de comunicación. Andrés no se puede quedar con el descubrimiento, va a encontrar a su hermano Simón, y juntos vuelven a Jesús.

El encuentro del hombre con Dios se da casi siempre en un proceso de retransmisión. Dios se manifiesta a alguien, pero para que lo anuncie al resto. Por eso mismo, podemos decir que el misterio de nuestra fe es todo un proceso de comunicación de unos a otros. Y nuestra experiencia es clara.

¿Dónde hemos encontrado nosotros nuestra fe? No creo que Dios se nos haya manifestado personalmente. Nuestra fe tiene sus raíces en otros creyentes. La raíz de nuestra fe tiene su origen en nuestros padres. Nuestros padres la recibieron de los abuelos, y así sucesivamente. Todos estamos metidos en esa cadena. Otros llegarán a la fe a través de la nuestra.

El problema surge cuando se rompe la cadena retransmisora. Cuando alguien apaga la fe en su corazón y deja de pasarla a los demás. Si yo provoco un vacío, es posible que otros se queden sin luz. Por eso es tan importante que yo crea y crea de verdad, que la cadena no se rompa en mí.

¿Dios en distintas versiones?

varias versiones de Dios

Dios no tiene una sola versión. Está la nuestra, la de los creyentes. También tiene otras versiones que, posiblemente para nosotros, nos resulten difícil comprender.

Hay quienes, aun sin tener nuestra fe, sin embargo, tienen una gran sensibilidad por la verdad, la honestidad, la justicia. ¿No será también esa una versión laica de Dios?

Hay quienes, aun sin tener nuestra fe, luchan por la paz, por la solidaridad entre los hombres, por evitar el hambre y la enfermedad en el mundo. ¿No será también esta una versión laica, no religiosa, de Dios?

Uno se pregunta a qué se debe que tanta gente que hoy se siente alejada de la religión y de la Iglesia y, sin embargo, por un sentido de humanidad dedican unos cuantos años de su vida al servicio de los hermanos. Hoy hablamos de “Médicos sin fronteras”, “Ingenieros sin fronteras”, “Voluntarios sin fronteras”, etc. ¿Qué hay en el fondo de cada uno de ellos para consagrar sus vidas al servicio de los demás, muchas veces en zonas difíciles y hasta peligrosas? ¿Un simple voluntarismo? ¿Una simple aventura? ¿Una manera, tal vez, de llenar el vacío de su fe en Dios?

¿No será que Dios tiene también una manera distinta de manifestarse, una versión distinta de Dios, en el corazón de mucha gente? ¿No será la religión de aquellos que dice el Evangelio: “cuándo te vimos enfermo, desnudo, hambriento, sediento, en la cárcel”? Ninguno de ellos lo hizo por una experiencia religiosa de Dios, sino por una experiencia del hombre, pero que tiene una respuesta del mismo Jesús: “A mí me lo hicisteis”.

“Antes no tenía tiempo para orar”.

oración

Hace unos meses una señora me llamó por teléfono diciéndome: “Padre, sigo orando”. Y lo curioso es que “antes no tenía tiempo para orar”, y ahora que oro “hasta tengo más tiempo para mis cosas”.

Nuestra gran solución para justificar el “no hacer oración” suele ser el tiempo. “No tengo tiempo”. Todos sabemos que la razón suele ser otra, porque tiempo nos sobra a todos. La verdadera razón para no hacer oración es “la falta de ganas”, la “falta de interés”, la “falta de valoración de la oración”. Esa es nuestra verdadera razón.

La prueba es que cuando oramos, nos sobra tiempo. Tenemos tiempo para orar y tenemos tiempo para las demás cosas. Además, el hecho mismo de entregarnos a la oración, ya nos pone en otro clima, en otra actitud y nos ayuda a planificar mejor nuestro tiempo.

Una de las razones de falta de tiempo, suele ser también nuestra desorganización. Empezamos mil cosas y no terminamos ninguna. Siempre andamos corriendo y sofocados por falta de tiempo.

¿No podíamos hacer una prueba? Comprometernos a un determinado tiempo de oración, pero no como algo opcional sino como parte de la programación de nuestros deberes y obligaciones de nuestro día. ¿Tendrás tiempo? Haz la prueba y verás que te sobrará tiempo.

No encierren a los locos

necesitamos locos

No sé por qué a los locos los encerramos siempre.
Con la necesidad que el mundo tiene de locos.
Porque el mundo está ya demasiado cansado:
Con los cuerdos y los prudentes.
Con los que siempre miden las consecuencias.
Con los que siempre miden los peligros.
Con los que nunca juegan a perder.
Con los que sólo arriesgan cuando están seguros.

El mundo necesita de más locos:
Locos que aman sin medir jamás su amor.
Locos que perdonan sin que nadie les entienda.
Locos que se entregan hasta las últimas consecuencias.
Locos que sueñan miles de sueños.
Locos que lo dan todo hasta quedarse ellos sin nada.
Locos que lo apuestan todo por Dios.
Locos que lo arriesgan todo, con escándalo de los demás.
Locos que siempre dicen sí, cuando los demás los necesitan.
Locos que nunca dicen no, cuando saben que pueden hacer algo.
Locos que nunca miden el riesgo.
Locos que viven siempre contra la corriente de los demás.

¿Acaso Jesús no tuvo mucho de loco?
Nos amó con locura, porque nos amó hasta el extremo.
Se entregó a nosotros con locura, porque se nos dio entero sin reservarse nada.
Se enamoró de nosotros, sabiendo que le fallaríamos.
Creyó en nosotros, consciente de que terminaríamos negándole.

Señor: danos más de esos locos que nos hagan sentir mal con nuestras prudencias humanas.
Señor: danos más de esos locos que nos despierten de nuestras seguridades.
Señor: danos más de esos locos que nos abren a mundos nuevos, aunque parezcan irreales.
Señor: danos más de esos locos que nos hagan comprender que lo imposible también es posible.

Que los buenos, no encerremos a esos locos.
Que los buenos, no declaremos locos a los que sueñan más que nosotros.
Que los buenos, no curemos la locura de esos locos sino la enfermedad de nuestros miedos.

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