Hoja Parroquial

Pascua 2 – A | Jesús y la Iglesia

19 de abril del 2020

Jesús abre todas las puertas

Jesús y Tomás

Este Segundo Domingo nos relata los dones pascuales de Jesús a sus discípulos.  Es la primera vez que se les aparece y la primera vez que lo ven resucitado. Es la primera vez que Jesús resucitado irrumpe en la primera comunidad eclesial.

¿Y cómo los encuentra? Con un corazón cargado de miedo y con las puertas cerradas. ¿Qué hace Jesús? Lo primero abrir las puertas. Jesús no quiere una Iglesia con las puertas cerradas, sino una Iglesia con las puertas abiertas a todos. Jesús no quiere una Iglesia recluida sobre sí misma, sino una Iglesia abierta a todos los hombres, a todas las razas y a todos los colores.

Tal vez sea esta la primera lección del resucitado a sus discípulos, a su pequeña Iglesia. Por eso mismo les regala con el don de su Espíritu y les confiere la misión, el continuar con su propia misión.

Miedo a los demás. Es el primer problema de la Iglesia. Una iglesia con miedos y no con la valentía de abrirse a todo y a todos, es una Iglesia que todavía no ha descubierto que Él está vivo y está resucitado.

Puertas cerradas. Nosotros solos, los buenos. Los que creemos en Él, pero con las puertas cerradas a los otros, a los que no son de nosotros, a los que no son de los nuestros, a los que no son de nuestra mentalidad.

Miedo al cambio que es la pascua “paso de”. Una Iglesia que no quiere pasar de lo viejo a lo nuevo. Una Iglesia que no quiere arriesgarse a la novedad del Espíritu de la Pascua. Esa no es la Iglesia de Jesús. Esa no es la Iglesia de la Resurrección.

Una Iglesia que cierra las puertas mediante una serie de exigencias y de reglas y de leyes, esa no es la Iglesia pascual que Jesús quiere. Nuestra Iglesia, ¿es realmente una Iglesia pascual o una iglesia prepascual? Una Iglesia que en vez de abrirse a los nuevos aires del Espíritu persiste en conservar lo de siempre, por miedo a lo nuevo.

La Resurrección de Jesús comienza por romper las puertas, por atravesar las puertas, por meterse dentro, a pesar de las puertas cerradas. Creer en la Resurrección de Jesús es vivir abiertos y sin miedos a nada ni a nadie, es vivir abiertos al soplo del Espíritu y es abrir las puertas a todos, a los buenos y a los malos, a los que piensan de manera diferente a nosotros, a los que van por delante abriendo caminos.

La Resurrección es el comienzo de lo nuevo, de lo diferente, de los distinto. Una Iglesia pascual tiene que ser también una Iglesia abierta a lo nuevo, a lo diferente, a lo distinto.

La Pascua de la Vida

Jesús y Tomás

La Resurrección de Jesús no es un simple acontecimiento de alguien que estando muerto ha resucitado. Es un acontecimiento que ha de impregnar toda nuestra vida.

La Resurrección debe iluminar nuestra oración. No oramos a un muerto, sino a alguien que vive y está en medio de nosotros. Por eso nuestra oración nos tiene que unir más. Cuando nos reunimos lo hacemos para compartir juntos la misma experiencia y no para encerrarnos cada uno en nuestras propias devociones.

La Resurrección debe iluminar la vida de los esposos. También ellos tienen momentos de oscuridad y de muerte, pero saben que para el creyente la muerte hay que vencerla con la esperanza. Jesús también está en medio de los dos, se hace presente en medio de los dos para renovarlos en su amor y darles fuerza y valentía para seguir adelante, y que con su amor han de ser testigos que Él está vivo en ellos.

La Resurrección debe iluminar la vida diaria. Cada día está lleno de buenos y malos momentos, pero nosotros estamos convencidos de no estar solos, sino que también Él nos acompaña en la alegría y el sufrimiento, en los momentos difíciles y en los fáciles, y que nuestro vivir tiene que ser un testimonio de que somos más que nuestros problemas.

La Resurrección debe expresarse en nuestra alegría. El gran testimonio del cristiano es la alegría. La alegría de saber que no es la muerte la que tiene la última palabra, sino la vida. La alegría de saber que no estamos solos, incluso en nuestras soledades humanas. Que reconocemos las dificultades de la vida como los demás, pero a pesar de todo nosotros no perdemos la alegría de vivir.

Pensamientos Pascuales

ver para creer

Dichosos los que creen aunque sus vidas estén vacías.
Dichosos los que creen aunque ellos no hayan visto.
Dichosos los que creen a los sí han visto.
Dichosos los que creen a los que dicen haber visto.
Dichosos los que creen aunque a veces vean todo lo contrario.
Dichosos los que creen a los suyos aunque los vean débiles.

Dichosos los que creen a la Iglesia aunque la vean sucia y manchada.
Dichosos los que creen a la Iglesia aunque no todo sea luz en ella.

Dichosos los que creen y anuncian a los que no creen.
Dichosos los que creen y son testigos para los que no creen.
Dichosos los que creen y confiesan su fe ante los demás.
Dichosos los que creen aunque no puedan tocar al Resucitado.

Dichosos los que creen por más que tengan dudas.
Dichosos los que creen por más que tengan tentación de dejarlo todo.
Dichosos los que creen aunque los demás no crean.
Dichosos los que creen aunque se queden solos.
Dichosos los que creen aunque lo demás los tengan por raros.
Dichosos los que creen en comunidad.
Dichosos los que creen en solitario.
Dichosos los que creen aunque no sientan nada.

Porque ellos están viviendo también la Pascua.
Porque el Resucitado está en ellos.
Porque ellos están con el Resucitado.
Porque también ellos han resucitado.

La Iglesia, Comunidad Pascual

ver para creer

¿Cómo ha de ser la Iglesia como comunidad pascual?

Una Iglesia reunida.
Una Iglesia que comparte sus dudas y sus miedos.
Una Iglesia que siente la presencia del Resucitado.
Una Iglesia que anuncia a los demás su experiencia del Resucitado.
Una Iglesia que sigue anunciando aunque alguien no le crea.
Una Iglesia de hombres nuevos “recreados”.
Una Iglesia de hombres que han recibido al Espíritu Santo.
Una Iglesia que ha de continuar la misión de Jesús.
Una Iglesia de la misericordia y el perdón.
Una Iglesia que mira constantemente las llagas del Crucificado.
Una Iglesia que vive la alegría del Resucitado.
Una Iglesia que celebra al Resucitado cada domingo.
Una Iglesia que se reúne cada domingo en torno al Resucitado.
Una Iglesia que no excluye a nadie porque es para todos.

Este es el sentido del domingo.
Esta es la misión de quienes “lo han oído, visto” y lo anuncian a los que no han venido.

Una Iglesia que ha perdido el miedo al mundo.
Una Iglesia que sale luego con la conciencia de tener una misión que cumplir.

Para la Iglesia, el Domingo es un día pascual.
Cada domingo celebra, vive y canta que Jesús sigue vivo entre nosotros.

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