Hoja Parroquial

Pascua 3 – A | Jesús en Emaús

26 de abril del 2020

Dios camina a nuestro lado

Jesús en Emaús

El relato del episodio de los dos de Emaús siempre me ha impresionado. Yo no sé si se trata de un relato real o de un tipo de parábola pascual, pero en todo caso reconozco que es de lo más significativo.

En primer lugar, Dios no irrumpe en nuestras vidas forzándonos a cambiar. Al contrario, Dios se mete en nuestras vidas como una caminante que encontramos en el camino y se nos une y camina a nuestro lado como un caminante más.

En segundo lugar, Dios no comienza por echarnos discursos y arengas para que nos convirtamos. Muy por el contrario, Dios camina a nuestro lado interesándose por nosotros mismos. ¿Qué conversación lleváis entre vosotros? ¿Por qué camináis tristes por el camino?

En tercer lugar, Dios nunca se presenta como el que es más, el superior, el que tiene la verdad sino como un caminante más. Con frecuencia, nosotros solemos ver a Dios como alguien lejano al que dirigirnos, cuando en realidad Dios se hace uno de nosotros, incluso demostrando la ignorancia de los acontecimientos que nos afectan y nos han provocado una desilusión y sensación de frustración y fracaso. “¿Eres tú el único que no sabe lo que ha pasado estos días en Jerusalén?”. Jesús da la impresión de no haber leído los periódicos de esos días ni haber escuchado la radio ni haber visto la televisión. No sabe nada y hasta pide ser informado.

Es el estilo de Dios, es su pedagogía. Meterse en nuestras vidas como interesado por nosotros, en vez de imponerse y hablar de sí mismo para que le aceptemos. Para mí una gran lección de pastoral y una gran lección de las relaciones de Dios con nosotros. Dios no comienza por Él, no comienza por echarnos discursos, sino por interesarse por nosotros.

Incluso no pretende le hospedemos en nuestra casa, sino que manifiesta su voluntad de seguir su camino. Espera a que seamos nosotros quienes le invitemos a “quedarse con nosotros porque ya anochece” y se sienta a la mesa para la cena como un invitado más, como un comensal más. La Iglesia tiene demasiado discurso. La predicación tiene demasiado discurso. Nos presentamos como los que lo sabemos todo y queremos imponer nuestra verdad. ¿No necesitaremos caminar más con los hombres, interesarnos más por los problemas de la gente, sentir más sus dificultades, sus dudas, sus angustias y desilusiones y frustraciones y esperar a que sean los hombres los que nos invitan a quedarnos?

Nosotros queremos meternos, entrar cuando la gente no tiene interés por lo nuestro. La verdadera pastoral para llegar a la gente es hacerles sentir ganas de que nos quedemos con ellos, que sigamos con ellos, cenemos con ellos y pasemos la noche con ellos. Despertar el deseo y no imponer nuestros criterios.

¿Cristianos desilusionados?

Jesús en Emaús

Un periodista, medio disfrazado, se puso en la puerta de una Iglesia, quería ver qué cara ponían los cristianos al entrar y al salir de la Iglesia. Un amigo suyo le había hablado mucho de que tenía que convertirse y cambiar de vida regresando al Evangelio. Al final del día sintió una gran desilusión. “Vi que la gente entraba demasiado seria y que a los tres cuartos de hora salía con la misma cara con que habían entrado. Tenía una cara de haber cumplido con algo pero no percibí en ellos la alegría de haberse encontrado con Alguien”. “Mi amigo me había hablado de que la Misa era una fiesta para los cristianos y yo me imaginaba que la gente acudiría como se va a una fiesta y que saldría como se sale de una fiesta. Pero, la verdad, me decepcioné. Ni les vi cara de fiesta al entrar ni tampoco al salir”.

¿Será esta la impresión que damos los cristianos? ¿Será esta la impresión que ofrece la Iglesia a los hombres y mujeres de hoy? ¿No tendríamos que ser una Iglesia del Resucitado que caminamos por la vida anunciando la vida y anunciando la alegría de la Pascua?

¿Seremos cristianos resignados caminando hacia Emaús o seremos cristianos de regreso de Emaús cargados con la buena noticia de haberle reconocido? Cristianos camino de Emaús son cristianos tristes y desilusionados de su fe o que al menos no la sienten. Mientras que cristianos de regreso de Emaús son cristianos llenos de alegría que no son capaces de dormir de gozo y tienen prisa para volver a darles la buena noticia a sus hermanos. Lo lindo es que cuando llegan, también el resto de discípulos está celebrando la misma fiesta: “Se nos ha aparecido”. “Nosotros lo hemos reconocido”.

La Alegría de Vivir

Por el camino de Emaús

Los dos de Emaús, poco importa sus nombres, son el símbolo de los desilusionados y de los cansados. Están tristes. Están preocupados. No logran entender lo que ha pasado. Van tres días y en sus espíritus aún no se han encendido las luces de Pascua.

La alegría nos hace ver horizontes nuevos cada día.
La tristeza todo lo esconde detrás de la neblina.
La alegría nos da pies para caminar.
La tristeza nos recorta las alas para volar.
La alegría nos hace soñar.
La tristeza nos va matando poco a poco por dentro.
La alegría nos da fuerzas para vivir y seguir viviendo.
La tristeza nos hace perder la belleza y el sentido de la vida.

Los dos de Emaús habían perdido la alegría de la presencia de Jesús, lo habían dejado muerto y enterrado. La comunidad seguía también hundida en la desilusión: “Van ya tres días, y ya ves…”. La comunidad no era capaz de encender aquellas que vidas que ya se iban apagando.

La respuesta de la alegría es siempre: “Hay que llegar hasta el final”.
La respuesta de la tristeza y la desilusión es: “Mejor nos retiramos, mejor nos echamos atrás”.La alegría es esencial para seguir viviendo.
La alegría es esencial para sentir ganas de llevar adelante nuestro matrimonio, con todas sus dificultades.

En cambio, la tristeza nos va convenciendo por dentro, de que no vale la pena seguir luchando. No vale la pena hacer más esfuerzos. Lo mejor es dejarlo todo, abandonarlo todo. Abandonar nuestra vida de pareja, abandonar nuestro hogar, abandonar el camino comenzado.

La gran energía para dejar de mirar hacia atrás y mirar siempre hacia delante, es llenar el corazón de alegría, sonreír, cantar. Ahí está el secreto de muchos triunfos y de otros tantos fracasos. Pero no es cuestión de sonreír por sonreír, es precisa la sonrisa que nace de ver claro por dentro.

Curiosidades de la Pascua

Por el camino de Emaús

A Dios le encantan las cosas sencillas. Nació calladito en una noche fría sin que nadie le esperase ni le recibiese. Durante su vida evitó siempre la violencia. Incluso cuando lo condenaron a muerte, se fue como “un cordero llevado al matadero” sin gritos, ni protestas, ni rabietas. Y en la Cruz muere pensando en los demás. Nada de espectacularidades.

Después del fracaso de la Cruz, uno hubiera esperado una resurrección solemne, con un gran espectáculo para que todos pudieran reconocerle. Sin embargo, la Resurrección acontece de noche sin testigos. Sale del sepulcro sin testigos. Solo deja unas huellas de su paso por el sepulcro, unas vendas y el sudario. Deja que se pasen el día buscándolo. Incluso hasta deja que la desilusión se apodere de sus corazones. A aquellos dos que se van ya a casa los sorprende en el camino como una caminante más. Hasta trata de seguir su camino hasta que la invitan a quedarse aquella noche con ellos. A los demás se les aparece sorpresivamente al atardecer cuando el miedo les encogía el corazón y la desilusión les apagaba el alma. Les enseña las llagas como quien les da los buenos días. Ni siquiera les reprende por su cobardía y abandono, al contrario, les ofrece el perdón con “La paz esté con vosotros”, como una especie de reconciliación.

El gran acontecimiento de la historia de salvación no tiene nada de espectacular, nada de grandezas, sino la sencillez de la vida.

¿Cuándo aprenderemos a desprendernos a todo ese exhibicionismo que más habla de lo importantes que somos, para aprender que Dios se nos mete en la vida de una manera silenciosa y callada, sin ruidos y sin alborotos ni aplausos?  Porque esta es la pedagogía de Dios, que tendría que ser también la pedagogía de la Iglesia.

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