Hoja Parroquial

Pascua – C | La Resurrección de Jesucristo

Domingo, 17 de abril del 2022

La maratón de la mañana de Pascua

Pascua de Resurrección

Leyendo los relatos de la mañana de Pascua, uno siente como si todos se pusiesen en una competencia de maratón. Corren las mujeres. Corre Pedro. Corre Juan. Todo el mundo corre.

Digamos que la mañana de Pascua saca a la Iglesia de su encerrona y la pone a recorrer los caminos del mundo. Todavía no han visto, pero todos buscan. Todavía no han recibido la noticia, pero todos se han lanzado a encontrarlo. La primera experiencia de Pascua no es un descubrimiento, sino una búsqueda.

Lo buscan donde ellos mismos lo dejaron, pero Jesús nunca está allí donde nosotros lo ponemos. Jesús no es algo que se mete en el armario y se lo puede sacar cuando uno quiere y se le antoja. Jesús es otra cosa. Jesús es encuentro. Jesús es vida. Y la vida no se puede encerrar.

El primer gran paso para vivir la Pascua es “el deseo de encontrarle”. Si bien será preciso esperar a que Él se manifieste, también es fundamental el ponernos en actitud de búsqueda. Juan relata la Pascua desde la Iglesia, más que desde Jesús, para ello, nos describe una Iglesia que “busca de signos”. Una de las más bellas imágenes de la Iglesia. No es la Iglesia que cree ya lo sabe todo, lo tiene todo. No es la Iglesia que ya encontró y ahora se dedica a repartirlo a los demás.

Al contrario, es la Iglesia que anda a la búsqueda de los signos que la lleven al encuentro con Jesús. Con la notable originalidad eclesial de que no es uno el busca por todos, sino que todos andan buscando y todos se comunican sus propios hallazgos.

Tenemos la idea de que en la Iglesia un grupo es el dueño de la verdad y los demás esperan simplemente a que se la repartan. En la Iglesia pascual de Juan es toda la Iglesia la que busca, es toda la Iglesia la que busca “signos, señales” de Jesús. Esa es la verdadera condición de la Iglesia. La Iglesia que busca a través de los signos, enseñando a leer los signos, y es también la Iglesia que luego se expresa a sí misma en los signos sacramentales.

No es la Iglesia autosuficiente que cree que todo lo tiene, que todo lo sabe, que todo lo vive. Al contrario, es la Iglesia siempre en camino, siempre en búsqueda, siempre al encuentro. Es, por tanto, la Iglesia siempre insatisfecha de sí misma, que siente que siempre queda algo por andar y mucho por descubrir. Por eso es también, una Iglesia que camina siempre hacia el futuro, hacia el mañana.

Secuencia

secuencia de la Pascua

Ofrezcan los cristianos,
Ofrendas de alabanza.
A gloria de la Víctima
Propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado,
Que a las ovejas salva.
A Dios y a los culpables
Unió en nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
En singular batalla,
Y, muerto el que es la Vida,
Triunfante se levanta.

“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?”
“A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada”.

Los ángeles testigos,
Sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
Allí el Señor aguarda.
Allí veréis los suyos
La gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos,
Sabemos por tu gracia,
Que estás resucitado;
La muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
De la miseria humana
Y da a tus fieles
Parte en tu victoria santa.

La Iglesia de los signos

Iglesia y Pascua

Una de las ideas más bellas que aparecen en la Pascua es la de la Iglesia de los signos. Jesús había acudido con frecuencia a la idea de “saber leer los signos”. Ser capaz de leer los signos era el camino para saber reconocerlo. Quienes se quedaron con sus ideas, pero no se dejaron interpelar por los signos, nunca lo reconocieron ni nunca se abrieron a él.

La Iglesia se va haciendo a sí misma desde su experiencia de Dios y desde su experiencia de los signos de Dios hoy en la historia. Por eso la Iglesia de la Pascua es la Iglesia de los caminos. La Iglesia que sale a caminar y a buscar signos que nos digan algo de Jesús. El sepulcro, las vendas, el sudario, son otros tantos signos, es a través de ellos que la Iglesia duda, se pregunta, se inquieta y ve y cree.

Es la Iglesia que la constantemente tiene que abrir los ojos a los signos de la presencia de Dios en medio de nosotros. Dios marca sus caminos mediante los signos. Dios nos habla a través de los signos. El problema está en que nosotros aprendamos a leerlos. Quien no es capaz de leer los signos de Dios hoy en la historia, volverá al desconcierto que dejó en los discípulos la muerte de Jesús.

Queremos insistir en que es la Iglesia entera la que tiene que buscar y discernir los signos. La Magdalena va a los discípulos a contarles. Pedro y Juan se ponen en camino. Uno llega antes y deja que entre el otro. Hay aquí un compartir de toda la comunidad. Todos buscamos, todos compartimos, todos experimentamos y todos anunciamos.

¿Cómo sé yo que es Pascua?

vivir la Pascua

¿Crees que está en el sepulcro o que anda vivo por el jardín?
¿Crees que lo han robado y que Él ha resucitado?
¿Crees que valió la pena morir en la cruz o te sientes desilusionado?
¿Te sientes miembro de la comunidad o eres de los que la abandonas?

Respóndete a ti mismo y te darás cuenta si estás en la Pascua o no.
Además, descubrirás que ha llegado la Pascua:
Cuando sientas que Jesús te llama por tu nombre.
Cuando sientas que te envía a llevar la noticia a los hermanos.
Cuando sientas que los otros también lo han visto.
Cuando veas en sus llagas el brillo del amor de Dios.
Cuando sientas que el Espíritu se mueve dentro de ti.
Cuando te sientas enviado a anunciar la buena noticia.

Mírate a ti mismo y respóndete.
Cuando sientas que lo que antes veías negro ahora es blanco.
Cuando sientas que tus problemas son manejables.
Cuando sientas que Dios también se revela en el oscurecimiento.

Cuando te sientas Iglesia es que ya es Pascua.
Cuando sientas a los demás como Iglesia es que ya es Pascua.
Cuando sientas que Él está en medio de nosotros.
Ya es Pascua.

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