Hoja Parroquial

Pascua 5 – C | Los caminos del amor

Domingo, 15 de mayo del 2022

Cuando el amor no es un cuento

amor de verdad

Es que en eso del amor hay demasiados cuentos, hay demasiadas mentiras y demasiado engaños. Hay demasiadas etiquetas para tan pocos contenidos.

Sin embargo, el que nos propone los verdaderos caminos para el verdadero amor, es sin duda el Evangelio. Todavía no comprendo por qué hoy que tanto se habla y escribe del amor, a nadie se le ocurre tomar el Evangelio como el Libro del verdadero amor. Jesús nos propone un estilo de amor progresivo en cuatro etapas o en cuatro estilos claramente definidos:

Ama a tu prójimo como a ti mismo.
Ama a tu prójimo como si me amases a mí.
Amaos como yo os he amado.
Amaos para que seáis uno como yo y el Padre somos uno.

El primer paso del amor tiene como medida el amor que nos tenemos cada uno a nosotros mismos. No es mucho, pero ya es mucho. Que yo ame a los demás con la misma intensidad con que me amo a mí.

El segundo paso del amor es una revalorización de la persona amada. Vemos en ella nada menos que a Cristo y cuando la amamos lo hacemos como si estuviésemos amándole a Él.

El tercer paso del amor ya no somos nosotros la medida de nuestro amor. La verdadera medida del amor es el mismo amor con que Jesús nos amó a nosotros, se trata de un amor total. Del amor desinteresado de quien no busca en el amor satisfacerse a sí mismo, sino ser capaz de sacrificarse a sí mismo por el otro. Este es el verdadero amor. No te amo porque me siento yo bien. Te amo porque quiero que tú llegues a la meta de tu felicidad. Es un amor donde la medida no es “cuánto estás dispuesto a hacer por mí”, sino si yo estoy dispuesto a darlo todo por ti.

Y el cuarto paso del amor toma como modelo del amor, el mismísimo amor que existe entre el Padre y el Hijo, el amor trinitario de Dios en la plena comunión de vida.

El problema de nuestro amor creo verlo en su sentido utilitario: te amo porque quiero ser feliz. Te amo porque te necesito. Te amo porque tú me llenas la vida. En el fondo, un tremendo egoísmo camuflado. El verdadero amor tiene como meta al otro: te amo tanto que todo lo haría por ti. Te amo tanto que mi felicidad es verte feliz.

Esta es la verdadera novedad del amor que nos propone Jesús. Jesús no inventa el amor, solamente nos dice cómo tenemos que amarnos.

El amor como respeto a la alteridad

amor y respeto al otro

Se ha hablado mucho del amor, pero con frecuencia de un amor que termina o por asfixiar a la pareja o por crear víctimas en la pareja. O estamos tan unidos que no nos dejemos crecer el uno al otro, o estamos tan unidos que uno tiene que morir para que el otro viva. Esto suele ser lo más frecuente.

Me gusta lo que Khalil Gibran escribe en El Profeta:
“Nacisteis juntos, y juntos estaréis para siempre.
Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días.
Sí: estaréis juntos aún en la memoria silenciosa de Dios.
Pero dejad que haya espacio en vuestra cercanía.
Dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros.
Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura.
Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas.
Llenaos el uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa.
Daos el uno al otro vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.
Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente”.

El amor une las dos almas, pero no las funde en la misma masa.
El amor une, pero dejando siempre suficiente espacio entre los dos.
El amor es comunión de vidas, pero respetando las diferencias de cada uno.
El amor hace mirar en la misma dirección, pero cada uno mira con sus propios ojos.
El amor hace escuchar la misma llamada, pero cada uno la escucha con sus propios oídos.

Es decir, el amor no destruye lo que une, sino que lo afirma.
Cada uno sigue con su propio destino y con su propia libertad.
Ni yo te exijo que tú no seas tú, ni tú me exiges que yo deje de ser yo.

¿Es fácil o difícil amar?

el amor y sus dificultades

Las cosas no son ni fáciles ni difíciles. Somos nosotros quienes las podemos hacer fáciles y quienes podemos hacerlas difíciles. Amar siempre será fácil, para quien tenga las adecuadas disposiciones de su corazón.

Para que el que odia, el amor es un imposible.
Para el que vive de resentimientos, el amor es muy difícil.
Para el egoísta que vive sólo para sí, el amor inalcanzable.
Para el orgulloso que se siente superior a todos, el amor es una palabra vacía.
Para el acaparador que todo lo quiere para sí, el amor no tiene sentido.
Para el que solo piensa en tener cosas, el amor no tiene espacio en su corazón.

¿Qué se necesita entonces para amar?
Una mente limpia, capaz de ver la importancia y el valor de los otros.
Una mente limpia de recuerdos de heridas no curadas.
Una mente limpia, capaz de ver lo bueno de los demás.
Una mente limpia, capaz de ver en el otro no un objeto sino una persona.

Un corazón limpio de rencores.
Un corazón limpio de resentimientos.
Un corazón limpio de egoísmos.
Un corazón lleno de generosidad.
Un corazón agradecido.
Un corazón libre de ataduras.

Una mente y un corazón limpios de la mentira.
Una mente y un corazón limpios de engaños.

Porque donde hay engaño no hay amor.
Nadie ama engañando al otro.
Porque donde hay mentira no hay amor.
Nadie ama mintiendo al otro.

El amor sólo es posible en la verdad.
Por eso, la infidelidad oculta es la muerte del amor.
Porque obliga a vivir en la mentira y el engaño.

La esponteneidad o la responsabilidad

cultura moderna

Uno de los descubrimientos de la cultura moderna es la libertad personal. Esta es una realidad. Además, es un gran descubrimiento porque sin libertad jamás lograremos realizarnos como personas.

Muchos se imaginan que la libertad es vivir el grito de lo espontáneo. Otros creen que la libertad es algo que se hace de por sí y la verdad es que, ni lo espontáneo e instintivo es signo de libertad, ni la libertad la conseguimos si no la trabajamos.

Francesco Alberoni escribía en el Corriere della Sera, hace un buen tiempo, el 28 de julio del 1995, lo siguiente: “Pero la verdad consiste en todo lo contrario. La personalidad sólo se forma y se refuerza cuando el individuo aprende a controlar sus propios impulsos inmediatos y aprende a demorar sus propios deseos. La personalidad no es solo espontaneidad y creatividad, sino también autocontrol, autodisciplina, capacidad de fijarse unas metas y de alcanzarlas”.

Lo espontáneo e instintivo es algo brota a la llamada de un impulso, pero sin pasar por la cabeza, sin pasar por el filtro de la razón. Hay muchas cosas que “me gustan” y hasta “las deseo”, pero que tengo que pasarlas por ese filtro de la razón que me dice si es bueno o malo, si conviene o no conviene, si me ayuda a crecer o me empobrece, si me ayuda a ser más yo mismo o me impide realizarme en armonía conmigo mismo. Por eso, uno de los mejores signos de mi libertad será siempre responder a estos interrogantes: ¿soy capaz de decir sí o decir no? ¿Soy capaz de hacerlo o no hacerlo? ¿Soy capaz de privarme o no? ¿Soy capaz de manejarme bajo la luz de la razón?

Cuando decimos que “no podemos dejar de hacerlo”, cuando decimos “para mí es imposible”, podemos estar seguros de no somos libres de verdad. Es que lo espontáneo y lo instintivo son más fuertes que la responsabilidad de mi conciencia. El camino de la libertad requiere de muchos “no” y de muchos “sí”. El camino de la libertad exige de muchos “quiero, pero no puedo ni debo”. El camino de la libertad necesita de muchos “deseo, pero me controlo”. El control no es negación de la libertad, es armonía entre el deber y no deber.

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